Nos estamos volviendo ellos
Por estos días se pudo ver un video filmado en la peatonal San Martín de Paraná, que mostraba a un señor corpulento sentado sobre el cuerpo de un chico, quizás de 15 años, para retenerlo en el piso. Unos 120 kilos sobre el cuerpo de un menor que lagrimeaba asustado. Curiosas y curiosos alrededor, unos que acusaban, otros que preguntaban, pero los sensatos sostenían que está bien atraparlo si robó, pero ¡no le pegues!
El corolario fue que apareció un amigo del atrapado y comentó que se habían agarrado a patadas con otro de su edad y éste huyó. ¿¡Cómo!? –empezaron a preguntar alrededor– ¿¡entonces no robó!? No. Solo corrió para salir del problema, y otro lo “cazó” creyendo que había cometido algún delito. Para entonces ya había aparecido una pareja de uniformados, pero nadie lo acusó de nada al menor, ni siquiera el corpulento ‘justiciero’, que empezó a retirarse poco a poco del lugar mientras una sola persona le recriminaba haber maltratado a alguien sin razón alguna.
El rostro del menor quedó filmado durante tres minutos y medio y cuando lo observamos la última vez tenía 427.829 reproducciones. ¿Qué haremos con eso?
Pocos días antes, el 4 der diciembre, en el barrio Sur de Paraná, había aparecido muerto un hombre de 27 años acusado de robar golosinas y galletitas. “La maniobra fue advertida por personal del comercio y se originó una persecución de unos cien metros, logrando alcance junto a vecinos y empleados del supermercado”, dijo el Comisario Antoniow.
El miércoles 19, en el programa Cuestión de Fondo (Canal 9) se difundieron imágenes del caso. Se trata de un video filmado por uno de los testigos presenciales del hecho y muestra como una persona no sólo reduce al ladrón, sino que le practica una toma de artes marciales sujetándolo por el cuello, que pudo haber provocado una asfixia. “No puedo respirar”, se escucha gritar al hombre en varias oportunidades. “Pará que lo vas a matar”, se oye decir a uno de los presentes.
Al cierre de este comentario la justicia investigaba si Juan José Acosta, ese es su nombre, perdió la vida allí por la situación traumática que pasó, si fue por un exceso de quien lo quiso retener en el piso, o fue producto de una especie de linchamiento.
El hartazgo de los argentinos frente a la impunidad de los ladrones, arrebatadores y criminales, ha superado los límites de la prudencia y empieza a desmadrarse. Hay tanta rabia contra la delincuencia protegida por garantías de libre interpretación, que sus víctimas y potenciales víctimas hemos perdido la escala y da igual si ha robado algunas golosinas para repartir en Navidad o mató a tres rehenes en un banco. Está claro que la ciudadanía está dispuesta a “cazar” delincuentes, a su propio riesgo. Lo que quizás no advierte es que de allí a la justicia por mano propia hay solo un papel celofán que lo separa.
Siempre nos excedemos los argentinos. Primero se excedió la política garantista otorgando el estatus de buenos muchachos a los que delinquen, ahora se exceden los ciudadanos honestos, convirtiéndose en aquello que quieren combatir. Si no nos serenamos podría cumplirse aquel extraño silogismo: Nosotros somos aquellos de quienes nuestros padres dijeron que nos cuidáramos.
(Por Luis Jacobi)