No se sale del pozo cavando sino escalando
Por Luis Jacobi (Director periodístico de Paralelo 32 medios)
La semana pasada el ministro de Economía de la Nación, Martín Guzmán, ante la Comisión de Presupuesto y Hacienda del Congreso, dijo cosas como éstas:
-“Hoy la Argentina está viviendo un proceso de fuerte recuperación económica: la actividad económica está creciendo de una forma sólida. Esperamos que este año el PBI crezca alrededor de 10%”
-“2021 es un año de progreso para la Argentina, cuando comparamos la foto de finales de 2020”.
-“Es un objetivo central de la política económica atacar el problema inflacionario”.
Horas después hemos conocido el índice inflacionario de noviembre, que bajó al 2,5% marcando una tendencia esperanzadora para los sufridos argentinos.
Nos hacía falta la palabra de un ministro que hoy por hoy es uno de los pocos que mantiene un razonable nivel de credibilidad pública.
Hoy ni siquiera sabemos si estamos mejor o peor que en 2001, porque no es sencillo para nadie interpretar las estadísticas de pobreza o indigencia del INDEC, que en su página web nos recibe con estas palabras: “Se advierte que las series estadísticas publicadas con posterioridad a enero 2007 y hasta diciembre 2015 deben ser consideradas con reservas, excepto las que ya hayan sido revisadas en 2016 y su difusión lo consigne expresamente”.
Hubo 8 años de manipulación de los índices de pobreza (que hasta se dejaron de publicar) y de costo de vida. Además, si quisiéramos comparar índices con las crisis anteriores, nos encontramos con que han cambiado las metodologías para la medición a lo largo de los años.
Todo esto hace difícil la comparación entre los niveles de pobreza actual y las fluctuaciones históricas, ondeadas por picos y valles pero sin solución a través de las décadas. Nos quedan sin embargo las vivencias personales de cada argentino, que generalmente se reflejan en el humor popular y repercuten en alguna elección general. En consecuencia, nunca tan necesarios como ahora los anuncios optimistas fundados en datos medibles de la realidad. No los anuncios demagógicos con datos manipulados, sino éstos, de Guzmán, quien inspira fe en su gestión y buena espalda para soportar a los herederos del poder que desvarían reclamándole que haga de 2022 la mejor fiesta inolvidable sin cobrar entrada.
La mayor parte de la población se siente derrotada y necesita gritar algunos goles. Este INDEC actual, que funciona bajo normas de transparencia, nos dijo en setiembre que “en el primer semestre de 2021 –salíamos de la pandemia- el total de aglomerados urbanos registraron que el porcentaje de hogares por debajo de la línea de pobreza (LP) alcanzó el 31,2%; en ellos reside el 40,6% de las personas. Dentro de este conjunto se distingue un 8,2% de hogares por debajo de la línea de indigencia (LI), que incluyen al 10,7% de las personas”.
El Observatorio de la Deuda Social de la UCA (Pontífica Universidad Católica Argentina) cumple 20 años y lo celebró dando a conocer esta semana su medición de pobreza urbana de 2021, que marcó un descenso desde el 44,7% del año pasado a un 43,8% este año. “Es una baja poco significativa estadísticamente, pero la tendencia es a la baja”, dijo a LPO su director, Agustín Salvia.
El poder adquisitivo de los asalariados disminuyó 7,4% entre 2019 y 2021. El promedio salarial en el sector privado es de 50.534 pesos y en el sector público es de 61.453 pesos. Según la UCA el 47,2% del total de ocupados no tiene aportes de Seguridad Social y trabaja en negro (problema actual para el Anses y futuro para el Estado). El empleo público es uno de los sectores que más perdió en términos de poder adquisitivo, sin embargo estos datos justifican que resulta más atractivo trabajar 6 horas en el empleo público con estabilidad laboral y mejor promedio salarial, y no 8 horas en el sector privado donde se pide eficiencia.
Otro dato alarmante es el deterioro de la clase media. Según El Cronista, solo el 10% de los argentinos conserva capacidad de ahorro. El desempleo está en el 9,1%, con 6,7 millones de personas que desean trabajar y no consiguen empleo. Hoy hay que diferenciarlos con los que no tienen trabajo ni la menor intención de conseguirlo. Y aquí va el dato más doloroso, del observatorio de la UCA, el 65% de los niños y adolescentes son pobres en la Argentina. El 55,3% de los hogares en los que hay niños recibe una asistencia y más del 27% recibe bolsones de comida o asiste a comedores.
Fin de la odisea informativa. Ni siquiera hemos mencionado los índices del problema de fondo; la educación. Porque también ahí damos pena, y lo peor es que esa es la clave. Si hubiésemos mantenido el alto nivel de educación que alguna vez tuvimos, la pobreza no sería el tema central de la Argentina. Muchos no quisieron entenderlo, o lo sabían y pensaron que a mayor ignorancia mayor dependencia de los que crean las necesidades para después erigirse en padres y madres que ofrecen paliativos a cambio de voto.
Alguien dijo –en sentido positivo- que estando en el fondo del pozo el único camino que queda es hacia arriba. No contaba con que algunos porfían en seguir cavando con la ilusión de encontrar petróleo.
Para 2022, Guzmán se propone un crecimiento de los salarios reales de 5,3% que equivale a un crecimiento en términos reales de 4%, y estimular las exportaciones hasta lograr un saldo comercial superior a los 9.000 millones de dólares. No bastará con que Dios lo oiga, también es necesario que las dos facciones en las que claramente se ha dividido su Frente, y todo el arco opositor, también lo oigan y apoyen en los lineamientos que requieren firmeza y continuidad.