Nacer con el chupete hipotecado
** Llega el padre a la maternidad, horas luego de haber asistido al parto de su esposa y después de haber salido a la calle por un ramo de flores y una botella de agua mineral. El bebé, al que llamaron Mateo, lloraba a gritos, como lo había hecho en el momento de ver la luz. Cuando preguntó, preocupado, ¿qué pasa? ¿por qué llora tanto?, la enfermera de neonatología le respondió: Usted también lloraría si acabara de llegar al mundo en la Argentina y descubriera que debe 8.825 dólares para liquidar la deuda externa y además tuviera los pañales sucios.
** El bebé aún no ha visto todo y de última tiene el beneficio de no poder comprender que hay una sola forma de pagar la deuda (que no es nueva sino más vieja que sus padres, que lloraron por lo mismo al nacer) y es con un superávit de 12 mil millones de dólares anuales en la balanza de pagos. Unos 4 para pagar los intereses anuales de la deuda, otros 4 mil para ir amortizando algo, otros 4 mil para destinar recursos genuinos a la obra pública, que ha sido insuficiente en los últimos 20 años y lo poco que se hace es con endeudamiento externo. Con ese plan de amortización de a 4 mil millones de dólares al año y gastar sin tomar empréstitos afuera, cuando Mateo cumpla 87 años estaríamos con deuda cero.
** ¿Pero cuál es el problema? La balanza de pagos marca la diferencia entre lo que se exporta (que trae dólares) y lo que se importa. En 2020 tuvimos un superávit de casi 3.000 millones y este año será inferior a pesar de la inestimable colaboración del precio internacional de la maldita soja que un sector improductivo del poder político quiere erradicar del mapa, sin plan alguno para sustituirla. Se requiere una política de estímulo a la exportación, que contradice el mandato partidario de combatir al capital.
(Los datos macro aquí consignados son oficiales. https://www.argentina.gob.ar/economia/finanzas/deudapublica/informes-trimestrales-de-la-deuda)
Deliberaciones leoncianas
–M. Usted por qué habrá llorado al nacer, don Leoncio?
_L. Calculo que fue porque nunca me gustó que me vieran en bolas y sin maquillaje.
–M. J Claro, debí pensarlo; cuando usted nació no teníamos deuda externa.
_L. ¿Me está diciendo que nací antes de que Rivadavia tomara el préstamo a Inglaterra?
–M. Pucha, siempre me agarra en algo. Tendría que haber nacido antes que ese préstamo escandaloso e impregnado de una corrupción tan evidente que el inútil y corrupto Rivadavia tuvo que renunciar. O quizás después de que fue pagado, en 1947 durante el primer gobierno del General Perón, que canceló el saldo mientras negociaba los ferrocarriles con el prestamista, que era Gran Bretaña.
** _L. Bueno, por ahí vamos mejor, le pegó más cerca, pero cuente, cuente, para mí y para los que creen que la corrupción que empobrece a nuestro rico país empezó ayer.
–M. El petiso panzón no era presidente sino ministro de Gobierno de Buenos Aires en 1824, cuando dijo que tomaría la plata ofrecida por el imperio británico para someternos, con el supuesto propósito de construir un puerto, fundar ciudades y dar aguas corrientes a Buenos Aires.
_L. Fue bueno para los porteños y el interior siguió sacando agua a balde.
–M. Error. Esas obras no se hicieron. Del agua se ocupó Sarmiento 40 años más tarde mientras seguía pagando los intereses de aquel empréstito con la Baring Brothers por un millón de libras esterlinas, garantizadas con tierras públicas.
Como dijo Batlle: “Todos una mannnga de…”
** –M. Igual como sucedió a lo largo de la historia, entre la Argentina y el prestamista actuó un consorcio (ahora les llaman consultoras y cosas parecidas), que fue el primero en quedarse con 120 mil libras.
Se la hago corta don Leoncio. Del millón de libras se descontó la comisión el “consorcio” (120.000). Restando intereses y “servicios” adelantados, quedó en definitiva un saldo de 560.000 libras, que “llegarían” a Bs.As.
** Cuando el gobierno reclamó el envío del dinero, Baring remitió 2.000 en monedas de oro, 62.000 en letras de cambio (papelitos) y propuso “por prudencia de mandar dinero a tanta distancia”, dejar depositado en su banco los 500.000 restantes, pagando 3 % de interés anual. (Un negocio redondo el de Rivadavia y compañía; pedir dinero al 6 % y prestarlo al 3 % “al mismo prestamista”). Con estas 500 mil libras pasó lo mismo que con los 600 millones de dólares de regalías que Kirchner recibió en Santa Cruz durante el gobierno de Menem. Se los tragó la ballena, como a Jonás.
Se pagó catorce veces la deuda a Baring, hasta su cancelación. Y con las siguientes deudas hasta hoy ya perdimos la cuenta. ¡Liberen a López y Báez!!!
** Rivadavia se convirtió luego en el primer presidente del país en 1826 y a los 13 meses no le daba la cara para seguir y renunció. Años después, Mitre se ocuparía de ponerlo en la historia como un buen muchacho y hoy tenemos que bancarnos su nombre en algunas calles. Parece ser que de allí nos viene la cultura no objetar a los corruptos cuando se trata de eternizar sus nombres en calles y plazas.
Consecuencias inacabables
** Como era lógico suponer, faltó dinero para pagar esa deuda. En consecuencia, en 1828 se liquidó la escuadra naval y se dieron en pago dos fragatas que se estaban construyendo en Inglaterra. De este modo, cuando se produjo la usurpación de las Malvinas por los ingleses, cinco años más tarde (1833), no hubo fuerza naval para contrarrestarla. Obviamente, esto estuvo planificado por los acreedores y su cómplice, Rivadavia. Y como hay consecuencias que son eternas, 156 años más tarde el intento de recuperar las islas nos costó 650 jóvenes soldados muertos. Inglaterra, en tanto, tributó a esa guerra 255 vidas.
** Nuestro país terminó de pagar esa deuda 123 años más tarde, cuando quedaba poco por amortizar y el gobierno de Perón, en 1947, en medio de otras negociaciones con Inglaterra decidió cancelarla. Otros historiadores aseguran que ya había sido fue saldada en 1904. Vaya uno a saber.
** En síntesis, Rivadavia no fue ”El hombre de Estado más grande del mundo” (según el “relato” de Mitre), sino ”El de infernal conducta” (palabras textuales de San Martín). Y nuestra deuda externa que a julio de este año estaba en 343.524 millones de dólares que no sabríamos hoy si calcularlos a cien pesos o a doscientos), no comenzó a acumularse ayer ni nació de un zapallo.