“Mis ideas socialistas de la juventud me llevaron al más sano de los socialismos, el cooperativismo”
Crespo.- Mario Wagner tuvo una infancia que se alternó entre el campo y la Villa Crespo, que no se diferenciaba mucho. Hizo los dos primeros grados en la escuela primaria de Campo Reffino, luego pasó a la Escuela Nº 105 de Crespo, viviendo con sus padres en el barrio San Lorenzo. Posteriormente compraron un pequeño campo a 7 km. de la Villa y siguió viniendo la Escuela Nº 54 para terminar el ciclo primario. Al secundario lo hizo en la Escuela Agrotécnica de Las Delicias, donde se recibió como Técnico en Granja. En su adultez tendría otra etapa en la educación, que relatará él mismo.
Su carrera laboral comenzó en la Planta de Incubación de Santiago Eichhorn, donde ya lo conocían por haber hecho trabajos durante las vacaciones, haciendo selección de planteles y realizando los análisis para saber si el ave tenía la enfermedad de pullorosis. Se le extraía una gota de sangre que se mezclaba con un antígeno, que daba el resultado cualitativo según el cual se descartaba o conservaba la gallina.
Les fue bien en esa época a los prácticos en esta actividad, porque en las facultades de ciencias veterinarias no se enseñaba avicultura. Los veterinarios jóvenes tenían la base pero no la experiencia y el conocimiento de campo de la explotación avícola, pero sí los egresados de escuelas agrotécnicas.
En 1962 hizo el servicio militar en el Regimiento 6 de Caballería de Concordia, experiencia que para Mario en parte fue divertida por las anécdotas y en parte dramática, por las tensiones que se vivieron en los cuarteles, por cuanto ese año se produjo el derrocamiento del gobierno democrático del Dr. Arturo Frondizi. A esta experiencia la relata con pasajes de humor en un blog personal (https://mariosvaldowagner.wixsite.com/misitio-2), que hizo para los jóvenes que se interesen en saber cómo era la “colimba” de la que oyen hablar, y para adultos nostálgicos.
Al regreso de la colimba ingresó a trabajar con don Santiago Eichhorn y su esposa, que ya trabajaba con líneas híbridas de JorJu (cabaña hoy desaparecida. N.de R). Con esta marca comienza una nueva etapa en avicultura de nuestra zona. El Comodoro Pierrestegui (que hoy le da nombre al aeropuerto de Concordia) era agregado militar en la Embajada Argentina en los Estados Unidos y conoció allá toda la movida del mejoramiento genético de las aves, con la hibridación. Acá en el país habló con sus parientes y con ellos pusieron una cabaña de reproductoras en Marcos Paz (Bs. As.), trayendo en avión los huevos de abuelos para incubarlos y criar reproductoras en nuestro país, de una línea híbrida. Cuando salieron a buscar representantes, don Santiago les pareció el más apto en Entre Ríos, donde le dieron la representación en media provincia y en la otra mitad estaba Gavrieux, relata nuestro entrevistado.
–¿Estuviste vinculado con la sociedad Jor-Ju?
_Si, me ofrecieron trabajo, con el consentimiento de don Santiago, y me mandaron a su cabaña de Marcos Paz a capacitarme en el tema de las reproductoras y posteriormente me mandaron a C. del Uruguay a trabajar con los técnicos de Gavrieux que ya tenía sus técnicos. Me capacité para trabajar acá en extensión, es decir, difundir los conocimientos sobre avicultura moderna, la avicultura industrial, fue todo un cambio paradigmático. También aprendí a despicar, una nueva técnica que consistía en cortarle a cada gallina la punta del pico y cauterizarla, para evitar el canibalismo, porque se mataban a picotazos entre ellas. Las primeras máquinas se importaron de los Estados Unidos. Fui el primer despicador, después JorJu hizo su establecimiento Nº4, en Crespo (que después fue la Granja San Pedro, hoy familia Schaffner). Hasta entonces yo trabajaba con Jor-Ju pero mi asiento era lo de don Santiago, hasta que Jor-Ju puso cabaña en Crespo.
–En esos años la avicultura tomó un verdadero impulso, según recordamos.
_Si, en ese tiempo aparecieron los tinglados, con cortinas laterales, toda una innovación, una idea norteamericana que reemplazaba a las bóvedas que teníamos acá. Ahí empezamos a trabajar con planteles de alta postura de la línea Hy Line, una genética que la tiene hoy Grupo Motta. Aquello fue más o menos en 1963. El administrador era Wojciechovicz y yo el encargado del manejo.
–¿Por qué sos hoy una persona de consulta para el rescate de la historia de la Fiesta de la Avicultura?
_ Es que a los 23 años, en 1964 fui el integrante más joven de la Comisión de la Fiesta de la Avicultura, soy el sobreviviente de aquella comisión (ríe), era una época en la que las comisiones estaban formadas por gente mayor, pero yo representaba una cabaña y me pusieron. En adelante integré ininterrumpidamente la comisión en unas dieciséis fiestas más, hasta que vino el Presidente Menem y cuando se fue del predio una tormenta no nos dejó nada en pie. Tuvimos que rifar un auto para pagar todas las deudas que nos dejó esa fiesta, porque nos llegaban cartas documento de los acreedores para embargarnos a los miembros de la Comisión, que no teníamos más que una casita y un autito, éramos empleados.
— Recuerdo que las fiestas duraban una semana y eran espectaculares, hasta que comenzaron a decaer en los años ’70.
_Claro, se hacían carrozas espectaculares para el desfile de reinas y princesas, venían grandes espectáculos. El primer año los de Jor Ju hicimos una carroza que la armamos en el patio de la casa de don Antonio Seimandi me acuerdo. Trabajábamos a la noche, fuera de hora, para ocuparnos de eso un grupo de muchachos jóvenes.
— ¿Cómo saltaste después de Jor-Ju a La Agrícola Regional?
_Bueno, hay etapas previas. Al cabo de unos tres años que habré estado en Jor-Ju, mandan de Buenos Aires a un camarada de ellos, militar que venía como civil porque lo habían echado del Ejército después del enfrentamiento entre azules y colorados. Era Coni Molina (que más tarde, cuando lo reincorporaron al Ejército fue jefe de la Ca. Mun. B Crespo. N de R). Reemplazó a Héctor Wojciechovicz (que aquí se casó con Lotti Klug) a quien trasladaron a Rafaela.
No me gustó el trato de milico y renuncié. Trabajé con Fricho Schmunck y Aaron Kaplan, que a la farmacia recibida de don Luis Feiguin le sumaron un nuevo renglón, el de productos veterinarios, con lo que tuvieron un crecimiento espectacular. Yo le distribuí a Schmunck el producto en la provincia, después tomó la distribución de una línea de pollas de alta postura, los núcleos vitamínico y mineral para la autoelaboración de alimentos balanceados y también me ocupé de eso. También vacunas de Aftosa distribuíamos. Éramos dos los viajantes.
–¿De qué año estamos hablando?
_Cuando me di cuenta que había llegado a mi techo fue en 1970. Me había casado y vivía en la calle, fuera de mi casa de lunes a viernes. Entonces, como nos conocíamos con Rulo Motta que en ese momento era el administrativo gerente de Aurelio Feller y resolvieron que alguien les organizara las ventas, empecé a hacer ese trabajo que al final también fue de calle pero ganaba mejor. Me “chacrié” la provincia entera, salía los lunes y volvía los viernes, chacra por chacra porque en la mayoría había gallinas –menudeo y en piso la mayoría- y les vendíamos el BB y los asesorábamos, y cuando no podía salir, por lluvia o por crisis, les ayudaba con el manejo de planteles, ahí vino mi desavenencia con don Aurelio, porque no entendía las medidas de profilaxis necesarias para cuidar la sanidad en la granja, y me fui a trabajar con don Alberto Bolzán en la comercialización de huevos en Buenos Aires, que despachábamos desde Crespo, yo puse el local y la camioneta y él su producción, pero yo no ganaba como un socio, no quise independizarme porque no me parecía ético convertirme en su competencia, y me retiré de la sociedad.
En 1974 LAR necesitaba un idóneo porque la provincia, con Enrique Tomás Cresto como gobernador, había creado el Plan PIRNA, para centralizar el acopio de pollos. Dos o tres lo convencieron al gobernador que todo el pollo entrerriano debía faenarse en Entre Ríos, así que acopiábamos en la zona y mandábamos a faenar a Basavilbaso, C. del Uruguay y a Cumini en Paraná.
Hay toda una historia en eso porque los ex acopiadores perdieron el negocio, quedaron como fleteros y desde ese lugar se encargaban de hacer fracasar el plan, para recuperar el negocio. Coordinábamos todo para cargar y ellos no aparecían. Después me hice cargo de la comercialización de huevo, con un intenso trabajo porque había que hacer también las supervisiones de las sucursales de Buenos Aires, Córdoba y Salta.
–¿En esa época seguiste estudiando?
_Como pude quedarme acá y ya no tenía que salir a cualquier hora, generalmente de noche, me inscribí en el Instituto Comercial Crespo e hice el secundario nocturno, desde primer año porque las materias no tenían equivalencia con las de Las Delicias.
Años después pasé a la administración en LAR, área de Producción e Industria donde pasé a integrar el equipo de Abel Sabotigh, que estaba a cargo de ese área.
— ¿Nunca pudiste trabajar por cuenta propia?
_No, mi tema era el crecimiento interior y trabajar para la comunidad. He trabajado mucho para la comunidad, sino que esas son cosas que después se pierden.
–No llegaste a empresario pero trabajaste resolviendo problemas y abriendo mercados.
_En la avicultura hay pocas personas que pasaron por todos los rubros, por eso tengo toda esta historia escrita, para darle forma a la historia de la avicultura.
–¿Cómo siguió tu carrera en La Agrícola Regional?
_Seguí mucho tiempo vinculado con los temas avícolas. Representé a LAR en Capia y viajábamos con “Rulo” Motta a todas las reuniones en Capital Federal. Salíamos a las 4 de la mañana de acá, asistíamos a las reuniones, nos subíamos al auto y volvíamos, llegábamos acá de madrugada y a primera hora ya estábamos trabajando. En el camino quebró la Cabaña de la viuda de Luis H. Kaehler (fundada por el pionero Luis Teodoro) y pasó al poder de La Agrícola una granja de veinte mil gallinas, hubo que crear una granja de recría donde recriábamos pollas para vendérselas luego al productor. Además, durante unos cuántos años compré todas las materias primas para la fábrica de balanceado, hasta que en 1993 cuando se jubilaron los tres gerentes de la cooperativa, Juan Schmidt, Hildefonso Henzenknecht y Roberto Jacob. Quedó Abel Sabotigh como gerente y ahí la cooperativa dio un vuelco total. Se reestructuró todo y a mí me ubicaron en el área de las Relaciones Públicas cuando se jubiló Eduardo Scheffer y en ese momento hice el trabajo de tomar contacto personal con cada asociado de LAR, para conocer sus inquietudes y disconformidades, fue un trabajo muy positivo, pero no dejé de comprar materias primas, salvo durante un breve interregno.
Cuando me absorbió completamente Relaciones Públicas (hoy llamado Relaciones Institucionales y Comunicación. N de R.) esas compras fueron confiadas al encargado de la fábrica.
Trabajé sin horarios también con la Juventud Cooperativa, que hacían sus encuentros hasta tarde a la noche. Desde ese cargo también trabajé como dos años en el libro del Centenario de La Agrícola Regional, y hasta después de jubilado seguí colaborando como columnista en el periódico LAR.
Tecnicatura
“En el año 2000 empecé la carrera de Técnico Superior en Periodismo, una carrera semipresencial donde íbamos a clase los sábados, con profesores de Buenos Aires, en un Instituto que trajo a Crespo Luis Jacobi y su hijo Mariano, porque eso me capacitaba para mi tarea. No pensaba hacer periodismo pero me venía muy bien para mi trabajo. Me recibí a los tres años.
–Tenés una veta literaria, ¿no te animas a escribir la autobiografía de un pollero? (risas)
_’Apuntes autobiográficos’ se llama. Tengo escritas 250 páginas, ya da para un libro, pero necesitaría dos o tres para contar vivencias, incluso con datos e información de Crespo que todavía no se han escrito y se van a perder.
–Incluso tenés memoria de los inicios de club Unión, por ejemplo.
_Si, claro, cuando vinimos de Reffino, yo tenía diez años, más o menos en 1950, vivíamos en el barrio San Lorenzo ahí cerca de la cancha de Unión y yo iba todos los días ahí. Tengo escrito por ahí los nombres de los que cavaban los hoyos para plantar los palos de los arcos, y también jugué en las infantiles cuando se hacían los campeonatos Evita, así que fui uno de los jugadores más jóvenes en el inicio del club. Más adelante cuando volvimos al campo yo venía en sulky a los entrenamientos con un amigo, Juancito, él jugaba en primera y yo en la cuarta. Y siempre estuve ligado al club, más acá en el tiempo en la subcomisión de básquet cuando jugaba mi hijo Cristian.
–¿Còmo era estudiar de grande, que volviste a hacer el secundario e inclusive una carrera terciaria como la de periodismo?
_Yo iba para aprovechar el tiempo realmente. Con la tecnicatura no veía la hora de que llegaran los sábados, porque era sábados a la tarde, empezábamos las clases a la hora de la siesta.
–¿En esa edad no te resultaba incluso más fácil hacer la carrera de perito mercantil a los 30 años que la de agrónomo a los 15? ¿No te rendía más el estudio siendo más maduro?
_Pero claro que sí, para mí fue importantísimo porque ya pensaba en el crecimiento personal a esa edad. Te puedo decir que estoy muy contento de mi vida y no cambiaría nada, estoy contento de no haber sido un “juntaplata” más. Mis ideas socialistas de la juventud me llevaron al más sano de los socialismos, el cooperativismo y ahí me realicé. Le debo mucho a La Agrícola, donde me formé, y vivo feliz ahora, con satisfacción por lo hecho.
Menem lo deshizo
La visita del Presidente Menem (cuya fama de “mufa” era bien conocida por entonces) a una Fiesta de la Avicultura, merece un aparte. Llegó para el sábado a la noche y la fiesta, que se hacía en cancha de ADyC, cerraba el domingo a la noche. Al atardecer de ese día pasó una cola de tornado por allí, del que el resto de la ciudad ni siquiera se enteró. Fue solo ahí. “Llegó a cortar las torres, dos de ellas estaba cortadas a ras del suelo. Volaban chapas por todo el predio y fue una suerte que nadie resultara herido o muerto”.
–En la primera Fiesta Nacional, cuando vino el Presidente Illía, llovió, pero después hubo muchas más perjudicadas por lluvias ¿no?
_Pero claro, se hacían en octubre y llovió muchas veces y hubo tormentas, había que suspenderlas y reprogramarlas. Se complicaba porque venían expositores de Buenos Aires en una época cuando no era tan fácil viajar o mandar empleados para una feria. Las actividades al aire libre tienen esos riesgos.
Quien es
Mario Osvaldo Wagner es nacido en 1941, hoy con 76 años, casado con Rosa Alicia Kemmerer, docente jubilada. Son padres de Cristian, quien a su vez les ha dado dos nietas, Martina y Ana Victoria.
Tras recibirse en la Escuela Agrotécnica de Las Delicias, su vida atravesó todas las instancias de la avicultura en evolución. Su inclinación a escribir lo ha llevado a recopilar gran cantidad de estas vivencias que quizás un día se conviertan en libro.
El apellido Wagner es tradicional en Crespo. El tatarabuelo de Mario arribó al país en 1877 desde Rusia, junto a su hermano Felipe, radicándose en Aldea Protestante. A partir de ellos se fueron bifurcando las ramas en Entre Ríos. En el repaso de su línea genealógica, nuestro entrevistado menciona a su bisabuelo Juan Jorge, que engendró a Juan Santiago, de quien nació Santiago Roberto, su padre.
Se jubiló en 2008 como empleado de La Agrícola Regional Coop. Ltda, donde trabajó los últimos 34 años de su vida laboral.