Los victorienses Gustavo Pereyra y Belén Guaita se animaron este año a emprender el desafío de unir Argentina – Chile
En otras oportunidades abrieron la puerta a esta aventura, Luján Soto, Olivia Firpo, Marcelo Balbi, José Valebella entre otros, cumplieron el objetivo de cruzar los Andes, uniendo Argentina y Chile, en una distancia de más de 100 kilómetros en 3 etapas. Si bien el recorrido cambia todos los años, el contexto paisajístico es prácticamente el mismo, con la misma belleza natural. En esta oportunidad, los victorienses que se animaron a semejante desafío fueron Belén Guaita y Gustavo Pereyra.
Belén no es atleta profesional, pero un día comenzó a correr, se planteó diferentes objetivos de pruebas que fue planificando y le puso mucho esfuerzo para lograr estar de la mejor manera en este desafío del Cruce 2017.
Como tantos corredores, los victorienses tuvieron que atravesar montañas y cumbres nevadas, bosques, lagos, valles y zonas rocosas, la tarea por momentos se torna difícil, porque la naturaleza presenta su resistencia, su manifestación natural es todo un reto para quienes asumen la aventura de correr y al mismo tiempo de enamorarse de la inmensidad única que tienen que atravesar. Cada uno de los atletas victorienses que estuvieron en los febreros de hace 14 años han contado que las variaciones climáticas son un factor a tener en cuenta porque pueden tener un clima de sol perfecto o temperaturas demasiado bajas, nieve, intensos vientos y lluvias.
Demás está decir que la exigencia física es importante, Belén manifestó que a principios de 2016 empezó a entrenar de lunes a viernes con el grupo de Luján Soto y Eugenio Balbi, FC Max, y de vez en cuando el fin de semana sin ningún objetivo en particular, “fue en julio, al volver de una carrera de montaña en la que sólo corrí 13 kilómetros, me entusiasmé con la idea de hacer el cruce al escuchar a mis compañeros que ya habían vivido esa experiencia. Le pregunté primero a mi médica amiga si creía que lo podía hacer y luego a mis entrenadores y por supuesto, me dijeron que sí y de esa manera nació para mí esta prueba”, comienza diciendo.
Se inscribió junto con Gustavo Pereyra que también tenía ganas de hacerlo “y comenzamos a organizar todo y comprar los elementos necesarios, tres meses antes comencé con un entrenamiento un poco más fuerte, con subidas y agregando los fines de semana kilómetros y mucha bicicleta para sumar fuerza de piernas y de a poco se fue concretando el desafío”, señaló Belén asegurando que la misma carrera comienza a sentirse un tiempo antes de pisar la línea de largada. Los nervios y la ansiedad también juegan su propio juego los días previos en desafíos de esta naturaleza donde correr – entrenar tienen que necesariamente estar contenidos por una fortaleza y confianza especial, “las semanas previas estaba muy ansiosa y dudaba si lo iba a poder hacer pero la confianza q me transmitían los entrenadores y los chicos que ya lo habían hecho me dejaba más tranquila. Y llegó el día, viajamos a Bariloche, fuimos a la acreditación y entrega del kit en Cerro Catedral, en ese lugar encontré a Elisa Forti, una mujer de 82 años que hace 4 años realiza el cruce –ésta fue su quinta edición– adaptado a sus posibilidades, y ella me dijo que si ella podía hacerlo yo también estaba en condiciones”, comentó.
Salieron muy temprano a las 4:00 en transportes para la largada, en el paso fronterizo El Manso (Chile) hicieron los trámites aduaneros y corrieron 3km. por Chile, “en cierto punto había un cartel q decía Argentina y ya estábamos corriendo del lado argentino, nos subimos nuevamente a los buses para ir a otra largada ya emprendiendo el recorrido al campamento 1, todo por Argentina. En el recorrido fui bastante tiempo sola, nos habían recomendado q nos cuidemos en esta etapa porque las siguientes iban a ser duras, corrí todo lo que pude, camine rápido las subidas y finalicé muy bien. Es importante q no te pase nada como doblarte el tobillo, cosa q suele pasar. Cuando llegas buscas tu bolso, te metes al lago helado para relajar las piernas, te higienizas, comes hidratos de carbono y descansas”, relata Belén. Y luego fue a la carpa a inflar el colchón, organizar las cosas y la ropa con la que hay que correr al día siguiente. “Comíamos tipo 9, asado o pollo con ensalada y fideos, te relacionás con gente de todas partes del mundo, había muchos brasileros, te pasan un video resumen de la etapa que te emociona y te llena de energías para arrancar de nuevo al día siguiente”.
Para afrontar lo que quedaba de recorrido los corredores se levantan a 5:30, aprontan el bolso que se entregan en los camiones que los llevan al campamento siguiente. “La etapa 2 me pareció muy dura, estuvimos horas subiendo un cerro, en un punto había un chico de la organización al que le pregunté hasta dónde subíamos y me dijo: ves esa piedra allá a lo lejos?, ese es el lugar… Iba con una chica de Neuquén que me dijo que no mirara hacia arriba, que mirara el piso y contemplara el alrededor que ya íbamos a llegar… En la montaña hay q tener paciencia, no queda otra, fue así que seguimos y llegamos al filo en donde la vista es única, impagable. Daba gracias a Dios por estar allí, llegar a ese lugar al que sólo se accede de esa manera, es un verdadero privilegio”, describe.
Belén cuenta que cuando llegó el momento de bajar, es muy difícil, “estaba toda sucia, iba tan concentrada en no caerme porque era todo tierra floja con piedritas y arbustos muy complicado para sostenerse, en un momento perdí las señales y me dio un poco de miedo, encontré un grupo que estaba como yo y un chico de la organización nos guió para bajar porque habíamos tomado un camino incorrecto. Por eso nos penalizaron y en el tiempo final de la segunda etapa nos agregaron 2 horas. Ese día llegué muy cansada. El día 3 amaneció con lluvia y frío, no podía mover las piernas, me costaba entrar en calor, pero sabía que era lo último y llegaba. Una vez q arrancás de a poco las piernas te responden y estas corriendo como si nada. Esta etapa me encantó porque era subir el Cerro Catedral. Llegamos al parador que está en la cima donde armaron el Oasis, que es el puesto de hidratación donde hay lo necesario para hidratarse y comer”, continúa.
Cuenta que hay un oasis por etapa, en lugares estratégicos, terminaron subiendo al Catedral aproximadamente 1.800mts. de altura y les dijeron que era momento de comenzar a bajar, “cuando vi que faltaban 7km. de bajada empecé a correr lo más rápido que pude, lloraba de la emoción porque estaba llegando, no podía creer que estaba cerca de cumplir mi objetivo”.
En la llegada estaba lleno de gente desconocida que como en todas las competencias alentaban a los corredores. “Te hacen sentir bárbaro, te entregan un medallón, te hacen subir al escenario a sacarte una foto, se mezclan distintas sensaciones, felicidad, tristeza, cansancio, ansiedad por llegar y a la vez pensás que esto no termine nunca. El esfuerzo se disfruta, lo que nunca se me cruzó por la cabeza, que en otras carreras sí me paso, es pensar en aflojar, en abandonar. Cuando cruzaba a alguien con onda negativa me iba, no lo escuchaba. Fue una experiencia inolvidable, la volvería hacer pero con más amigos. Porque muchos se movían en grupos y creo que es una carrera para compartirla con alguien. Si bien fui con Gustavo –él iba adelante–, nos encontrábamos en el campamento”, sostuvo Belén que contó una experiencia hermosa, capaz de contagiar al lector más sedentario. Y agregó que la organización estuvo diez puntos en todo, agradeció a su familia, a sus amigos, a compañeros de su grupo de entrenamiento Samurai Team y a sus amigas de fondos, al grupo del cruce Gustavo, Fernanda y Leandro y a quienes la saludaron por las redes sociales y concluyó diciendo “el aliento de todos ellos me hizo muy bien, quiero decirles que esto y todo lo que se propongan se puede hacer, con sacrificio, dedicación y mente positiva…”