Los hombres lloran como hombres
** La música siempre ha tenido una fuerte influencia cultural en la sociedad, trayendo consigo códigos y lenguaje común, como hasta hoy. Muchos fuimos criados por padres y abuelos que venían de una vida muy dura donde no se podía andar con flojeras, y de yapa inmersos en una atmósfera de tangos con letras que predicaban… ‘lloró como una mujer’. o el gardeliano “fuerza canejo, sufra y no llore, que un hombre macho no debe llorar”. Un padre jamás debía ni siquiera pucherear delante de sus hijos, para que no se les cayera la columna central del edificio.
** Criados bajo el lema paterno “los hombres no lloran”, desde gurises aprendimos que si en algo nos diferenciábamos de las chicas era bancándonos el porrazo o escondiendo los sentimientos. Si llorabas en el aula, se alzaban voces y risas para gritarte mariquita o cocodrilo, de boca de los mismos que quizás en otro momento también aflojaban para llorar por lo suyo, quizás avergonzados por claudicar y limpiándose rápidamente las primeras lágrimas con la manga del guardapolvos o el revés de la mano.
** La expansión del mercado musical con sus diversos ritmos como el reggaetón, pop, la música electrónica, rock, trap latino, entre otra gran variedad de géneros y subgéneros, con sus consiguientes videoclips, permite a las figuras más relevantes incorporarse a la cotidianeidad de la gurisada con un discurso variado y letras en su gran mayoría libidinosas, avisándoles a las ‘nenas’ las orgías que se proponen con ellas. Mucha basura. De hecho, son muy pocas las mujeres que han llegado al estrellato en estos géneros, pero hasta donde hemos leído algunas letras (unas 40) nadie habla de llorar, porque en su balbuceo gutural (al que llaman canto) son siempre ganadores, dejando las lágrimas para los perdedores.
Lloramos llantos pendientes
** Más acá en la escala generacional, la psicología se encargaría de avivarnos en cuanto a que, con el lagrimal tapado, estábamos ocultando problemas sin resolver en nuestra etapa de crianza, y reprimiendo sentimientos. Hoy vemos llorar a las nuevas generaciones porque están felices, tristes, o porque están liberando una tensión. Lo vemos en la política, en la tele, ante una mesa examinadora, en las canchas de deportes y circuitos de automovilismo donde hombres y mujeres lloramos por igual. Al menos en eso, ahora parecemos iguales.
** Unos y otros liberamos nuestras emociones disueltas en lágrimas con destino a evaporarse llevándose consigo nuestros excesos de carga (lastre, digamos). Cuántas veces lloramos dulce o amargamente por una causa ocasional pero en realidad estamos llorando por tantas causas, cosas, muertes pendientes que llevamos en el alma, y tomamos la excusa de lo que sucede en ese momento para descargar el material de arrastre de nostalgias infinitas.
** Llora el perro de alegría al regreso de su amo, lloran ellas despechadas al despedir a su damo, y el tiempo los reunirá llorando en un velatorio. Así es la vida señores, lo demás es aleatorio. Llora el hombre por su club, que ganó o perdió una copa; el gurí con apetito y el que se niega a la sopa. La emoción de una sorpresa también lágrimas empuja, y nace en cualquier burbuja el momento de llorar. Siempre es buena la ocasión cuando hay cargas que volcar. (Te la dejé rimada).
Sin pañuelo y ante el mundo
** Pero, como en el carácter argento no hay posición intermedia. Siempre pendulamos de extremo a extremo. Ya no hace falta ocultar el rostro para llorar sobre el césped de una final de campeonato; Mabppé por la derrota y Messi por el triunfo. O en los circuitos. “Fangio el antiguo” no lloró en ninguno de los cinco campeonatos mundiales conquistados. El Flaco Traverso tampoco, pero derramar más lágrimas que transpiración en el TC actual se ha vuelto algo común para los pilotos jóvenes.
** Si. Los hombres también lloramos desde hace mucho tiempo a esta parte, y últimamente demasiado. No somos ese científico frío y concentrado que regresó a su casa y encontró a su mujer en un paño de lágrimas; el nerd siguió en lo suyo y le dice: ‘mujer ¿por qué estás llorando?… estás desperdiciando agua, fósforo y sales. Pará con eso’.
** Hace poco leí que el llanto es movido por la oxitocina, llamada la hormona del amor, y entendí todo. Lloramos por el amor ganado, el perdido y el no correspondido, no siempre el amor de pareja sino de las tantas cosas que nos enamoran en la vida, donde quiera que nuestro amor esté depositado: en un hombre, en Dios, una mujer, un club, un sueño, una mascota, la guita o el amor propio.
Ser llorón es otra cosa
** Pero ser llorón o llorona es otra cosa. El calificativo llorón tiene otras connotaciones que no tienen que ver con las lágrimas sino con la queja. Somos quejosos y protestones, ante el mozo del restaurant, en el tránsito, o en causas colectivas mayores. Reconocemos mil derechos y ninguna obligación. En la cancha los jugadores piden amarilla todo el tiempo y hasta se tiran en el área para fabricar un penal. Se ve en el automovilismo cuando hay un toque en la pista, así como en la vida de los políticos con sus quejas y denuncias cruzadas, y en este campo las mujeres pueden ser peores que los hombres.
** Quizás tenga algo que ver con todo esto el razonamiento del filósofo español Julián Marías, alguien talentoso que quiso mucho al país y a los argentinos. A fines del siglo pasado escribió lo siguiente, con humor, para algunos amigos:
“(…) Los argentinos beben en una misma copa la alegría y la amargura. Hacen música de su llanto -el tango- y se ríen de la música de otro; toman en serio los chistes y de todo lo serio hacen bromas. Ellos mismos no se conocen. Creen en la interpretación de los sueños, en Freud y el horóscopo chino, visitan al médico y también al curandero todo al mismo tiempo.
** Tratan a Dios como ‘El Barba’ y se mofan de los ritos religiosos, aunque los presidentes no se pierden un Tedeum en la Catedral. No renuncian a sus ilusiones ni aprenden de sus desilusiones. No discutáis con ellos jamás!!! Los argentinos nacen con sabiduría!!! Saben y opinan de todo!!! En una mesa de café y en programas de periodistas/políticos arreglan todo” (El texto es más extenso).
** “Hacen música de su llanto -el tango-” dijo el sabio español. Y sí, el tango es una bellísima suma de quejas y decepciones que cantamos con amor y le sumamos las nuevas.