La moda de los colados con invitación
Victoria.- Históricamente los cumpleaños de 15 han significado todo un acontecimiento para las familias argentinas, donde esa hija empieza a transitar el camino de convertirse en mujer. Ese hecho, además, involucra una fiesta donde se programa una serie de momentos clave, desde el ingreso con un vestido, fotos y video, el arribo de parientes cercanos o lejanos a la casa; los compañeros del curso y amigos más cercanos, la torta, y el sinnúmero de agregados comerciales conocidos: barra de tragos, mesa dulce; pero ahora también están los ‘colados con invitación’.
Sí, parece un contrasentido, o te colás o te invitan, así fue siempre. Claro, usted al igual que yo, partíamos de la base que estar invitado tenía un valor especial, además de representar las primeras salidas solos hasta después de la medianoche, probarse un traje, zapatos, etc.; y ellas, por supuesto, maquillarse para lucir la prenda más cautivante, tacos, y demás. Sin dudas, esos estereotipos de nuestra cultura local, siguen vigentes aunque trastocados.
Digamos que el ritual está pegando un viraje curioso, y al mismo tiempo crítico para esas familias que piensan, invierten y llevan adelante la noche especial para su hija, porque quienes decidirán cómo termina esa noche, en cierto sentido, son los ‘colados con invitación’.
¿Qué es un colado con invitación?
Pongámoslo así: conocemos a la quinceañera o no, eso es irrelevante. Conocemos a alguien que la conoce, y con eso basta. Nos anota en una lista de los que ingresan después de hora, y todo listo. Ya somos parte de la fiesta de esa NN en nuestra vida. Ella, puede pedir una contraprestación, quizás para la barra de tragos, o cobrar una tarjeta, lo cierto es que como en la ciudad tampoco hay boliches para su edad, es una suerte de joda encubierta y decorada de cumpleaños familiar, porque una vez adentro ya puedo hacer uso de los beneficios de lo que los padres y su entorno prepararon para la agasajada y su noche soñada.
Hasta acá todo bastante parecido a esas incursiones de las que tanto nos vanagloriábamos en nuestra juventud tardía, y de las que seguramente todavía nos acordamos algún que otro episodio. Saludar a otra que llevaba un vestido imponente, porque nos equivocamos de quinceañera, o los más audaces, ir a saludar a los padres de la niña, como para que no quedara duda de que ese colado era una cuestión de falta de lugar y no de voluntad de hecho.
Ahora, al colado con invitación le importa poco esa formalidad, lo que busca es pasar la barrera infranqueable de los ‘patovicas’ de la puerta. Sí, de esos tres o cuatro vagos que están haciendo la changa del ‘finde’ con una lista de nombres que, si estás incluido, tenés vía libre. Eso sí, por ahí se te complicó la noche, te enfermaste, o cualquier otro imponderable, le avisás a tu amiga/o y ella se hace pasar por vos, y también ¡adentro! No hay escaneo de retina y de noche todos nos parecemos a alguien.
Es oportuno aclarar que se arma como un ranking de cumpleaños ‘imperdibles’, donde ‘les chiques’ quieren estar. Y ahí se da la puja de acercarse lo más posible a la joven para lograr que te registre en su radar. El típico amigo de ocasión, que, pasado tu cumple, te cruza por la calle y mira para otro lado.
La jarana —dirían los de mi tiempo y más allá— suele durar hasta las 6 AM, es decir, tenés un margen horario de 5 horitas y chirolas para entrar a la fiesta de otro, que no te invitó formalmente, o quizás ni siquiera te conoce, para pasarla bien con amigos o conocidos tuyos; más allá parece que alguien está celebrando un acontecimiento que a vos te importa tanto como la noticia más relevante de los años ochenta.
Ese ritual precisamente, está adoptando nuevo usos y costumbres que exceden la planificación y el detalle familiar. Porque esos veinte, treinta, o cuarenta (por poner cifras estimativas) que irrumpen en medio de la noche para celebrar algo que puede tener que ver con esta fiesta o no, deciden en ocasiones marcharse, porque se aburren, no los dejan hacer lo que quieren, o encontraron otra opción en el cumple de otra chica esa misma noche, y …¡nos vemos! Se van, porque tampoco tienen ningún compromiso con esa persona que los dejó pasar.
No son pocas las adolescentes que, luego de ver situaciones donde la quinceañera queda llorando desconsolada por el vacío que eso genera en el salón, se anticipan a decir: ¡No quiero fiesta! Y es más que entendible. Invitaron pocos jóvenes para dejar pasar después de las 00:00 a un número abultado de desconocidos o conocidos de vista, y el plan falló. Es para pensarlo detenidamente. Buscar culpables no es nuestra idea al escribir sobre algo que ocurre los fines de semana en la ciudad que no duerme, tampoco es para ponderar algunas cosas como estas ‘porque es lo que se usa’, y hacernos caer nuestro argumento tildándolo de anticuado. Ese humor o ese cambio de estados de ánimo de algunos, que no pierden nada y hasta les parece divertido jugar ese juego, incide en quienes han hecho un esfuerzo millonario para esa hija, para esa noche especial.