La mamá de Forrest Gump estaba equivocada
Nicolás Rochi (Paralelo 32).- El domingo 4 de abril los cristianos celebran la Pascua de Resurrección, dentro de ese feriado programado desde el jueves 1º del próximo mes en adelante, la oferta de huevos de chocolate, con sorpresas, decorados, artesanales, grandes, medianos, chicos, amargos, blancos y negros, envasados y con motivos de conejo, casita, etc. y etc. otra vez, son tantas que agobian.
El otro día, mientras recorría las góndolas de un supermercado noté que los precios estaban razonablemente equiparados al 2020, digamos que con unos 500 mangos accedías a un lindo huevito, de primera marca, con algún envoltorio que lo hace parecer más grande, pero que aceptado el packaging, uno cierra los ojos y lo mete al carrito.
Una vez Llegado a casa, y escondido ‘el asunto’ —diría mi vieja–, veo en la tele que los precios de Buenos Aires trepaban a ¡1.800 y 2.000 pesos! Y casi me ahogo con el bocado cuando veo que el cronista sostenía el mismo que yo acababa de manotear hacía escaso cuarto de hora. Eureka dije, y casi por instinto al otro día fui en busca de otro, porque no falta el ofendido/a de turno, que ya pasó hace rato la edad de merecer su regalito dulce, porque uno también fue un chico y cuesta soltar.
Pero, oh casualidad… al ingresar al local veo con asombro que ya habían aumentado los mismos; y los de al lado, y hasta las cajas de bombones surtidas y ni el Garoto se salvó. Por si también se les ocurrió esa opción que recuerda a la película Forrest Gump cuando le dice a la señora que espera el autobús; el cole digamos: “Mi mamá decía siempre, la vida es como una caja de chocolates, nunca sabes qué te tocará”, pero esa máxima nunca aplicó en mi entorno afectivo, con decir que cuando compramos las galletitas ‘Surtidas’, no falta quien meta sus narices en la bolsa para capturar, sistemáticamente, todas las de chocolate sin el más mínimo cargo de conciencia. Así que esa premisa democrática de ‘al que le toca le toca’, ya fue.
Entonces, ¿la mamá de Forrest estaba equivocada? La verdad, no sé, creo que la doña hizo el viejo truco para que no le pasara lo mismo que a mí con las Surtidas, pero en la película va como piña, así que le damos la derecha.
A veces uno mete la mano y saca el de café, y ya pasó el tren del ¡Cambio Juez!, así que lo pela con parsimonia como diciendo: ¡Qué ricos estos caramelos Media Hora! Pero en el fondo de su ser, late la cruda verdad: Odiamos los bombones de café. Perdón si ofendí a alguien, pero somos mayoría, y las mayorías en este país tienen la razón.
Mientras escribo estas pocas líneas para la edición del sábado, temo advertirles, que el huevo de Pascua sigue en alza, arrastrando con ello la caja de bombones, y la pluma que sopla al final de la película que tan magistralmente actuó Tom Hanks.
Volvamos a los huevitos de pascua, y al tesoro que escondo celosamente desde aquel día, pero aguarden, ¿Qué es ese papel sobre la mesa de la habitación contigua?, ¡No….y diez veces noooo!!! Lo han descubierto, y adiós mundo cruel. Lo peor es que lo dejan allí, a la vista de todos, de mí.
Ustedes piensan que esto es fácil, pero no, ¿Cómo afrontar estoico después que los ladrones incondenables robaron ese botín del armario? Hay que tener mucho coraje, valor, y plata para salir en busca de otro huevito.
Las abuelas en esto son campeonas, y hasta antes de la pandemia siempre iban a escondidas y se gastaban la jubilación en huevos y conejitos para tutti cuanti, pero ahora la abuela no va ni a la esquina por miedo al COVID 19, por lo menos hasta que no tenga la segunda dosis de la vacuna, así que… sufra que es gratis.
Las madrinas y padrinos, son como los salvadores encubiertos, casi como ese Forrest que arrastra al Teniente Dan por toda la selva para no dejarlo morir entre fuego enemigo.
Pero ¿Qué hará para que un pedazo de chocolate, trabajado sobre un molde al que se le incorporan treinta confites y algún juguetito valga 1.000 pesos o más?
¿Será por la suba de las naftas? Vieron que acá sube algo y al toque todos le endilgan las culpas al transporte.
Seamos sinceros, las tradiciones que tanto nos han servido para reunirnos a la mesa y compartir un momento, de alguna manera las vamos a sostener, aunque sea con un aireado. La cosa es estar con los hijos y/o nietos, y que ellos se llenen los cachetes de chocolate mientras nos conmueven con esa cara de asombro que lo paga todo. Tenemos diez días para ver cómo resolvemos el intríngulis, si no vio Forrest Gump por ahí aprovecha y le pega un vistazo, o se pone a elaborar sus propios huevos de chocolate, que además de los ingredientes de rigor, lleva una pizca de amor, que no se vende en ningún supermercado del mundo.