La hamaca que se mueve sola en plaza Libertad
Victoria.- Fue hace 14 años, en Firmat (Santa Fe), donde un pequeño de apellido Piana filmó las hamacas que se movían solas en la Plaza Manuel Belgrano. El registro tomado desde la casa de su abuela se volvió viral —con casi 70 mil reproducciones— y hasta la localidad ubicada a 114 kilómetros de Rosario cobró una notoriedad inusitada; también con ella aparecieron investigadores e hipótesis de todo tipo.
¿Por qué traemos este hecho a nuestros días?, dirán ustedes, pasa que en estas latitudes tuvimos nuestro momento de réplica local, primero con las hamacas del parquecito frente a Prefectura; y esta semana el fenómeno se pudo ver y filmar en Plaza Libertad.
¿Es algo paranormal? Y con él la historia de un “fantasma” que lo provoca, donde detrás hay una historia sangrienta de accidentes, que para hacerlo más tétrico involucran a un niño. Lamentamos decir que no. No es nuestro caso.
En cambio podemos afirmar que han caído y siguen accidentándose niños, y no tan pequeños, en ambos lugares, en reiteradas veces también por tentar la suerte de impulsarse hasta los límites de ese péndulo frenético. Y debemos mencionar, además, que tanto en el borde costero, como en Libertad, los municipales sacaron las hamacas originales y colocaron trozos de caucho que es atornillado a las cadenas de sostén.
Pero vamos a los hechos
El miércoles por la noche, uno de nuestros cronistas pasó por plaza Libertad circunstancialmente; el frío y algo de brisa que movía la copa de los árboles, hacían de aquella ocasión un momento poco propicio para detenerse a observar particularidades, pero al notar que una persona filmaba aquel cuerpo de cuatro hamacas, decidió interrogarlo si se trataba de lo que intuía.
— Buenas noches, ¿Se volvieron a mover las hamacas?
— Qué tal, ¡sí! La segunda no ha parado. Y si la detengo, a los pocos minutos reinicia el pendular, y cada vez más fuerte.
Al escuchar esta última afirmación, nuestro entrometido periodista decidió frenar el movimiento, esto significa: le jodió el video al vecino en cuestión. Pero éste, lejos de enojarse, le replicó: “en breve empezará a moverse de nuevo”.
Ambos hablaron de posibles campos de energía, polaridades que confluían en ese sector de la placita, mientras el viento frío de la noche endurecía los rostros. “Sabe qué, le daré una vuelta a la manzana a ver si ocurre”, dijo finalmente nuestro cronista. El señor del celular y el video interrumpido, asintió con la cabeza, pero no volvió a filmar. Se marchó a los pocos segundos de que el otro iniciara su caminata, y lo pudo corroborar porque cada tanto giraba la cabeza en dirección a esa esquina para contemplar el momento de inicio del vaivén.
Caminó lentamente, como dándole tiempo ‘a lo que fuese’ de tomar impulso, siempre observando con interés ese sector de la plaza. Y al llegar al punto de partida, allí estaba: ¡Se había vuelto a mover y ganaba velocidad con el paso de los segundos!; miró a ambos lados y proyectó su visión más allá de los límites del arenero. Hizo un paneo final, buscando a ese escondido que se asomaría para delatarse, casi como jugando…pero nada pudo percibir. Estaba solo en una plaza, con la luz tenue de una noche de invierno, y lo único que escuchaba más allá del chillido de los hierros era el viento cada vez más cruento.
No tuvo miedo —dijo— pero por un instante pensó si aquello sería alguna especie de espíritu que a los del barrio ya los tenía sin cuidado, pero él no era precisamente del barrio. Y decidió marcharse.
Profiado como es, decidió volver al día siguiente, detuvo su auto mientras observaba si alguien lo observaba. Estacionó más allá de la fila de hamacas, para no parecer que venía exclusivamente a eso. Pero ya antes de poner el freno de mano notó que la calma reinaba en el lugar, y las hamacas no se movían. Ninguna.
Decidió entonces mover una para mostrar en la foto cuál es la que tiene (o tuvo el día anterior) este comportamiento, pero nos advirtió que él fue quien dio el primer impulso. El resto es pura inercia. Dijo casi lacónico. Creía tener una gran historia entre manos, pero no aguantó y soltó la verdad a la primera. Esa noche no había viento, ni una leve brisa que por la posición de aquella hamaca la dejaba a merced de esa mano invisible, mecedora de su corporeidad, que hacía pensar a propios y ajenos que allí ocurría algo inexplicable.
La navaja de Ockham, es un principio de economía (o de parsimonia) atribuido al franciscano, filósofo y lógico escolástico Guillermo Ockham (1280-1349), según el cual: “en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable”, y sobre esta base teórica vamos a apoyarnos para decir que seguramente sea el viento, o la ausencia de él, lo que provoque el movimiento o no de esa hamaca puntual. ¿Por qué se mueve una y no todas? Seguramente porque allí la dirección de la brisa es más marcada que en el resto, recordemos que solamente se mueven las hamacas que están en la confluencia de las calles Alem y Güemes, siendo que en otros lugares de la plaza también hay hamacas que no reciben la misma influencia eólica, y por ende no se mueven.
Algo similar ocurre en la plazoleta del borde costero, donde justamente la segunda de las hamacas también recibe esa corriente de aire que la mece sobre el resto. Si usted sabe de algún mito o leyenda urbana que muestre este tipo de situaciones, nos cuenta, así lo reflejamos en la próxima edición, porque la de hoy, es puro viento.