La experiencia de enfrentar un fuego desconocido
Victoria.- En esta ocasión, nos referiremos al bombero brigadista Aitor Ferreyra, de 27 años, que trabajó incansablemente en los incendios de Corrientes.
Aitor cuenta que fue convocado junto a otros 30 brigadistas de la provincia. El viaje fue largo, pero los días que le aguardaban lo serían más. Llegaron a Mercedes un martes a las ocho de la mañana, y no bien arribaron, tuvieron que ponerse manos a la obra. A las nueve de la mañana llegaron al foco de incendio y combatieron las llamas durante 23 horas seguidas. Trabajaron casi sin descanso. “Cada vez que íbamos a recargar agua, en esos cinco minutos, descansábamos y nos hidratábamos”, dice Aitor.
Las jornadas siguientes no fueron muy diferentes en cuanto a la intensidad de la labor. De hecho, el brigadista cuenta que, luego de esas 23 horas ininterrumpidas, durmieron apenas tres horas y tuvieron que volver a trabajar. “Descansábamos poco, porque si lo hacíamos durante mucho tiempo se nos volvía a descontrolar todo”, explica.
Si bien Aitor ya contaba con experiencia en grandes incendios debido a que había trabajado en el delta, asegura que nunca había visto un incendio en el monte de tales magnitudes. “En mi experiencia nunca había visto tantos incendios en el monte como había ahí. Era algo increíble, en segundos desaparecían montes enteros”, narra.
El tesón fue una cualidad vital para que la empresa se mantuviera. Cuando los ánimos flaqueaban al ver que, luego de horas y horas de trabajo, no había avances y que el agua no alcanzaba para tanto fuego, cada uno de los bomberos buscaba apoyo en el otro. Se formó, así, una fraternidad. Todos hermanados por el país, para extinguir el problema.
“Los correntinos se portaron muy bien con nosotros. Todos nos agradecían y nos ayudaban. Trabajaban a la par nuestra. Las personas humildes nos alcanzaban agua, hielo. Había bomberos de otras provincias, también. Todos trabajábamos por un objetivo común”, enfatiza.
“Había momentos en que teníamos ganas de descansar, prácticamente nos dormíamos parados. Sin embargo, ver a la gente desesperada nos daba fuerzas para seguir”, señala.
Más allá del gran esfuerzo de los brigadistas, Aitor aclara: “Nos hidratábamos siempre y trabajábamos en constante comunicación. Lo primero que hacíamos al llegar a un lugar era contemplar una vía de escape. Tratábamos de cuidarnos primero nosotros y después sí dar lo mejor para apagar el incendio”.
El bombero comenta que la persistencia y el temple fueron fundamentales. Sobre esto, recuerda que trabajó junto a dos jóvenes que nunca habían estado en incendios grandes y se desalentaban cuando veían que el fuego no daba tregua, las acciones realizadas parecían ser vanas. Era en esos momentos de desasosiego que los menos experimentados buscaban ayuda en los que ya habían vivido situaciones cercanas.
“Trabajar ahí tantas horas fue una experiencia inolvidable. De a ratos se nos descontrolaba todo, pero seguíamos adelante en equipo. Nos dormíamos parados. Llegó un momento en que el jefe de comando nos preguntó si estábamos para seguir y los 30 brigadistas entrerrianos dijimos que sí, que no nos íbamos a replegar a descansar. Todo el grupo dijo: «Vamos a seguir adelante, el fuego no nos va a ganar», y seguimos. “Hasta que no lo controlamos, no paramos”, destaca.
Aitor retornó a Victoria y se trajo de Corrientes una experiencia inefable y el agradecimiento de cada persona a la que ayudó. Cualquiera pensaría que, luego de todo lo vivido, llegó a su ciudad y durmió un día entero. Pero eso no fue así. “Llegué, dejé las herramientas que me había llevado del cuartel, me acosté y al día siguiente había que hacer un servicio. Había que llevarle agua a gente que le hacía falta. Así, seguimos trabajando acá, en Victoria”, concluye con total normalidad.