Institúyase el Premio Buey Corneta
** Mire si será difícil pergeñar un plan económico en la Bajamarca de hoy y de siempre, que después de Cavallo (toco madera y quemo incienso), todos los gobiernos fueron acusados de no tener un plan económico, siempre demás ocupados en pagar las facturas del anterior. Además, será para mejor, porque la vez que tuvimos aquel plan de ‘Carlo’ y Mingo que nos insertaría en el Primer Mundo, nos insertaron el dedo en el lugar menos deseado.
** Desde hace décadas pasan por la Casa Sonrojada (con un permanente rubor de vergüenza) presidentes y titulares de ministerios que no hacen lo que deben hacer y al terminar sus mandatos tratan de explicarlo en libros que a nadie interesa leer. Si hasta Carlos Corach publicó uno sobre su gestión como Ministro del Interior de Menem, del que aún quedan ejemplares de gran utilidad en bibliotecas públicas; solo basta buscarlos bajo la pata de algún mueble viejo al que salvó de la renguera.
** Actualmente se hallan en espera de conseguir editores algunas obras que anticipan grandes sucesos editoriales, como: “Habíamos amado tanto”, de Luis D’Elía y madrecita Hebe. Incluso se han dado turnos sin fecha para libros que aún no se han escrito; el más emblemático es el de Albertario Fernández que publicará una biografía post mortem de su perro Dylan, cuyo ciclo de vida se estima que concluirá en 2029. Se titulará “Se nos fue el Dylan, culpa de Macri”. El propio Macri tiene en elaboración su biografía intitulada “¡No se inunda más!”, y una novela de intrigas: “El Gato del ropero” (Correrías y Correo familiar).
** Hallar una autocrítica en las biografías que algunos escriben sobre sí mismo simulando que son autoría de un tercero, es más difícil que doblar una sábana con elástico. Nunca uno que se confiese: me afané esto, me equivoqué fiero, o una reflexión existencial tipo: en este país nadie hace la guita trabajando ¿por qué tendría que ser yo la excepción?
El salame del año
** Cuánto esfuerzo creativo hubo el año pasado en los grandes popes del periodismo nacional; desde crear un ranking de “el boludo de la semana”, en televisión, o el intento de escenificar algunas realidades políticas mediante el uso de mini muñequitos de plástico.
Ya se había instalado para entonces, en el diario más importante del país, la figura del Pelotudo del año, de Borenzstein, cuando este consagrado del humor político lo incluyó en su columna dominguera. Este tipo de condecoraciones bizarras causan efectos contradictorios; hacen reír a unos y calentar a otros. Entonces, ¿por qué no escrachar más vale con El Buey Corneta de la semana?, evitando eso de andar midiendo escrotos.
** Ese humor político, variante cómica del tristemente célebre y demasiado obvio periodismo militante, debería corregir sus excesos. El caso es que no todo lo que se quiere hacer pasar por humor, es divertido. Es cierto que, tanto en la política como en el deporte o en el núcleo familiar, nunca falta un buey corneta, pero una cosa es divertirse con él y otra es divertirse a costa de él. Así nunca llegaremos a la anhelada unidad nacional que Albertario espera alcanzar avanzando por un camino contradictorio de confrontación con “la opo” y amenazando a sus líderes con denuncias penales.
Hacerle saber quien manda
** El buey corneta no es invento de algún influencer de la generación Z. Es de cuando los bueyes eran muchos y se los usaba como animal de fuerza, también atados a carretas, y siempre había algún retobado que se destacaba haciendo renegar al paisano conductor, que le pegaba unos planazos por la cabeza para que supiera quién manda allí, y no que ese punto se vea confuso como nos pasa hoy a los argentinos.
** No era fácil de manejar la manada y esos mañeros o pervertidos, daban mucho trabajo para ‘uncirlos al yugo’ como se dice en buen castizo. Tampoco los rudos peones eran hombres de andar diciéndole al buey: “Audio, botoncito, tiqui tiqui, eeeso”; ni el buey cabrón era de enternecerse con palabras que incomodaban su hombría (viste como son los bueyes). Cuando se empacaba uno le metían un garrotazo en la cabeza, que por ahí le hacía saltar una de aquellas guampas características, dejándolo unicornio.
** Con un solo cuerno ya no era un cornudo sino un semi, y eso se veía de lejos. Por extensión, suele pasar en las mejores familias que uno de los hijos tiene inclinaciones desdorosas: haragán, jugador, pendenciero o mujeriego, diferenciándose por eso de los demás. Ése era el ‘buey corneta’ de la familia y eso dio lugar a la frase ‘nunca falta un buey corneta’”.
“Audio, botoncito, tiqui tiqui, eeeso”
** «Audio, botoncito, tiqui, tiqui, eeeso», es todolo que Cristina le dijo a Albertario el martes al inaugurar el año de sesiones, cuando él comenzó a hablar sin encender el micrófono. Pero nunca falta un buey corneta que saca conclusiones de eso y cree haber leído los labios de ella diciéndole algo así como: «Yo te voy a explicar, Alberto, porque tenés dificultades hasta para prender un micrófono. Mirá, fijate donde dice audio, vas a ver un botoncito, apretalo, sí, dale, hacele tiqui, tiqui al botón, eeeso, ¡muy bien, muy bien! La próxima vez capaz que podés hacerlo solito». Así lo ve Carlos Reymundo Roberts, autor de tan curiosa lectura de labios.
** Donde quiera que te halles o mires, nunca falta un buey corneta. Desde el que te tapa la mejor visión en la playa hasta el José “Bolsos” López que te tira por arriba de una reja las pruebas que faltaban para demostrar que hubo afano, pasando por Verbitsky buchoneando las vacunaciones de privilegio, o los muchachos camporistas de 21 años que se sacan selfies mostrando impunemente cómo eran vacunados contra el “covi”. ¡Nunca falta!
** Otro buey corneta; Guillermo Moreno: «Si algún muchacho quiere vivir de lo ajeno, viva de lo ajeno, pero con códigos; no me robes una billetera y me dejes a la señora tirada con fractura de cadera, con 60 años y que para cuando se recupere tenga 85», dijo cierta vez el exsecretario de Comercio Interior. Merece la medalla Buey Corneta por su conmovedor mensaje humanitario. Solo le falta ir a misa e hincarse a llorar, como reza el tango.
Que no nos falten
** Empiezan a gustarme los bueyes corneta porque generalmente su delito es decir la verdad y eso los destaca del resto de la manada. Como María Eugenia Bielsa, Ministra de Hábitat y Vivienda de la Nación hasta el día que dijo: «Voy a ser sincera, me duele en el alma sentarme en una mesa y explicar por qué robamos, muchachos… robamos, robamos, y esto perdónenme que lo diga así: robamos… y no hay que robar en la política». Otro tierno buey corneta; Grabois: “Nosotros cuando peleamos, peleamos por plata” (consta en un video de 2018).
** Nunca falta un buey corneta, dice el refrán, y decimos que mientras el buey cometa estos sincericidios, que nunca falte. Es más, estamos acopiando llaves de puertas para fundir bronce y crear la medalla “Gran premio Buey Corneta”.