Historias y recuerdos de un permanente colaborador de la Escuela Yapeyú
Nogoyá.- Abril es el mes en que la Escuela Nº 53 Yapeyú celebra los 82 de trayectoria educativa en la ciudad y por referencia del ex alumno Hugo Duré, nos acercamos hasta el domicilio de Umberto Brey uno de los primeros alumnos de la escuela para recordar los primeros pasos de la institución y además poner en valor la labor de un permanente colaborador de la institución.
Umberto no dudó y dejó de lado las tareas de jardinería para dialogar con Paralelo 32, en sus palabras se comprueba el orgullo y el sentido de pertenencia a la escuela que lo vio crecer y que con el paso del tiempo, la situación se invirtió y Umberto vio crecer su escuela, pero orgullosamente el estuvo como protagonista en ese crecimiento.
Con sus 86 años, Brey comienza el relato de su niñez como si hubiera sido ayer, “crecí en el campo hasta los diez años, hasta cuando mi mamá decidió venirse a vivir a Nogoyá, entonces ahí comencé a ir a la escuela por primera vez. Primero fui a lo que era la Escuela Nº 53 “Mendizabal”, que estaba en lo que hoy es calle Arturo Illia y Rocamora.
Era el único edificio que estaba en medio del descampado, eran dos dependencias con un techo a dos aguas. Ahí cursé el primer grado”, relata Umberto y mas allá de la claridad y precisión en sus palabras, llama mucho la atención cuando menciona que el 3 de febrero de 1946 vino una tormenta que voló el techo de la escuela. Por la exactitud y por la manera que tiene en cuenta esa tormenta, bien podría decirse que desde sus primeros días como alumno, Umberto adoptó a esa escuela como propia.
Desde esa tormenta, Brey rememora: “nos prestaron la casa parroquial que está frente a basílica. Era un caserón grande donde hice primero superior, luego el segundo grado lo hice en un nuevo edificio que estaba en la esquina de 25 de Mayo y Gobernador Contín, pero anteriormente la calle Contín se llamaba Centenario del Pronunciamiento. Me acuerdo que ahí teníamos un patio grande que abarcaba gran parte de la esquina”.
A la hora de consultar sobre sus maestras, el permanente colaborador de “La Yapeyú” trae a su memoria a Mimiya Menoyo, su primera maestra, “luego vinieron la señorita Maruca Bande que era de Paraná, también recuerdo que en segundo grado la maestra titular era Joaquina Sequeira de Díaz, pero pasaron varias como suplentes a lo largo del año”.
Sobre sus compañeros afirma que en su mente están Titilo López, las hermanas Borré que venían en carro colón desde la zona de la rural y Carlos Schepens que vivía en calle 3 de Febrero.
No hay recuerdo ingrato para el ex alumno que hoy está rumbo a los 90 años, “tengo recuerdos muy lindos, fue una infancia que no olvido jamás, los 25 de mayo y los 09 de julio veníamos quebrando escarcha a las 8.30 de la mañana, de pantalón corto, pero siempre felices. No teníamos calefacción ni ventiladores, pero no sentíamos ni frio ni calor, era todo distinto, tampoco había paros docentes y me parece que al comienzo tenía clases los sábados. Era sagrado ir a la escuela, éramos muchos alumnos siempre porque esa escuela concentraba a todo el barrio sur” agrega.
El paso del tiempo, también le ha generado asombro. El progreso y la urbanización es algo que si bien acepta, aún le cuesta dimensionar: “esta zona era todo baldío, cuando vinimos a vivir a calle San Luis estaba todo vacío, eran dos o tres casas por manzana, no había nada, ni siquiera energía eléctrica ni agua potable. Recién en el año 46 empezaron las obras de red de agua, había canillas públicas en las esquinas del barrio y un solo buzón que era la atracción porque en esa época la gente se escribía mucho. Otro de los atractivos que había en el barrio era la canchita de fútbol que estaba en calle Mendoza, frente a la casa de los Duré. Ahí siempre nos juntábamos, había un vecino que era el único que tenía radio, entonces la ponía a todo volumen y el barrio podía disfrutar los domingos de los partidos de fútbol o escuchar Radio Belgrano que en ese tiempo era la mejor” cuenta con una sonrisa.
Preguntamos sobre su punto de vista respecto de la educación que él recibió y la actual, a lo que manifestó: “ahora la educación es completamente distinta, aprendíamos más y nos educábamos de otra manera. Leíamos libros de arriba abajo, a tal punto que hice libre el sexto grado para poder empezar a trabajar como cadete. No teníamos educación física, por ahí la misma maestra nos daba algunos ejercicios, pero siempre lo más difícil para enseñar y aprender fue religión, porque las mismas maestras se veían complicadas para explicarla”.
Al mencionar sobre el cursado de sexto grado libre, consultamos a la edad que comenzó a trabajar, señalando Umberto Brey que el anda desde los 10 años trabajando, “primero trabajé en lo Luchesi” que era una especie de bazar y juguetería que estaba ubicado en la esquina de San Martín y Alem, frente a Banco Nación, “después Casa Nilda y por años estuve en la tienda Blanco y Rojo, para culminar con mi negocio propio en mi domicilio”.
Hasta aquí la historia del ex alumno, aquel niño que llegó desde la zona rural a la ciudad y se aquerenció en la Escuela Nº 53 Yapeyú, a tal punto que continuó trabajando por su escuela por más de medio siglo.
“Cuando terminé la escuela y yo ya tenía mi trabajo me llamaron para integrar la cooperadora y estuve participando en ese lugar hasta hace unos 10 años, siempre estuve trabajando para la escuela, para realizar el edificio nuevo, para hacer reparaciones o ayudar en lo que se pueda. Recuerdo que trabajamos para hacer el tinglado, realizamos la conexión de cloacas, generando ingresos con bailables y cenas” cuenta orgulloso y enseguida comienza a recordar mas historias y personalidades de la escuela, “entre los directores que pasaron recuerdo con mucho afecto a Fernando Iglesias, una persona que siempre aconsejó a sus alumnos con el dialogo, los hablaba, les decía que tenían que ser hombres de bien, a tal punto que uno de esos chicos, siendo un hombre mayor regresó a la casa de Fernando a agradecerle por esas charlas que le daba cuando cursaba la escuela primaria, porque esas enseñanzas las había asimilado en su vida”.
Hoy Umberto ya no tiene relación institucional con su querida Escuela Yapeyú, pero mantiene intacta una relación que no sabe de plazos, vigencias o mandatos, que es la que se lleva en el corazón. Supo querer a la escuela que lo recibió de niño y devolvió con trabajo lo que la institución le dio, a tal punto que permitió que las generaciones que lo sucedieron disfrutaran mejores condiciones de las que tuvo él.