Familia de Hernández por el cultivo medicinal de cannabis
Hernández.- Sandro (47) y Mónica (49) llevan juntos 22 años, se conocieron y formaron familia que reside en esta localidad. En diciembre de 1998 nació Jerónimo, o Jero como todos lo conocen.
Jero nació con una alteración genética en el cromosoma 12, una deformación congénita sin tratamiento médico. Su complejo diagnostico se traduce en una limitada capacidad para el desplazamiento y control de las extremidades, mentalidad infantil, también sufre frecuentes alteraciones en el carácter y comportamiento, que sumado a su incapacidad para comunicarse suelen derivar en situaciones conflictivas para él como para toda su familia.
Sus papás han realizado todos los procedimientos médicos formales a su alcance así como también el suministro de la medicación prescrita según los distintos tratamientos. A pesar de lo complejo del cuadro, en la actualidad solo se lo trata con calmantes que lo ayudan a conciliar el sueño.
Mamá Mónica comenta que al observar que el suministro de la medicación regular o la falta de ella no derivaba en una evolución favorable, tanto del diagnóstico como de los padecimientos, comenzaron a indagar caminos alternativos para el tratamiento, de esta forma tomaron contacto con el uso medicinal de la planta de cannabis.
Existe evidencia probada de que la planta de cannabis puede ser utilizada para aliviar el dolor ocasionado por enfermedades graves que no dan tregua a quienes las padecen. A partir de su utilización, los pacientes tienen una vida más digna y la posibilidad de seguir profundizando los vínculos afectivos que, muchas veces, también se deterioran frente a circunstancias de la enfermedad.
Expertos han dado testimonio sobre la mejoría que sus pacientes mostraron «a simple vista». Hay cuatro ejes para medir los cambios: el humor, el dolor, el sueño y el apetito. Es lo que indica que hay avance, porque son las situaciones básicas e importantes para que el paciente tenga una mejor calidad de vida.
En su búsqueda de opciones tomaron contacto con la organización “Mamá Cultiva”, que agrupa a una serie de familias que realizan el cultivo doméstico de cannabis con fines medicinales para el tratamiento de patologías similares.
La forma de asistencia de esta organización es gradual, explica Sandro, comienza con la entrega de semillas, a partir de ahí todo es un extenso proceso de experimentación, prueba y error, desde cómo lograr el desarrollo de las plantas, cantidad de riego, tipo de suelo, temperatura, horas de sol, hasta dar con la cepa correcta que contenga las propiedades ideales para los distintos tratamientos.
Luego de desarrolladas las plantas se extrae del cogollo el “aceite de cannabis”, que constituye un sedante natural, aunque aún no hemos alcanzado esta etapa, el asesoramiento también contempla la forma de obtener este aceite y su procesamiento.
Finalmente, la forma de administración es orientada por médicos, claro de una manera distinta a lo que es una consulta médica habitual. Más allá de la guía médica profesional todo es una tarea de permanente aprendizaje, desde la dosis diaria, la regularidad en la administración, inclusive estar atentos a la detección de posibles contraindicaciones.
El principal inconveniente que encuentran Sandro y Mónica, como todos los padres que se interesan en contemplar una alternativa al tratamiento médico habitual para mejorar la calidad de vida de sus hijos, es la falta de información. Si bien el cultivo como el uso medicinal de la planta de cannabis es legal en la Argentina, todavía constituye un tema tabú en nuestra sociedad, no se puede tratar abiertamente, compartir conocimientos y experiencias.
El cannabis sigue enseñando que una planta puede estar llena de sentidos y de respuestas. Aun con una historia llena de condenas y prejuicios, sigue ofreciendo herramientas para paliar nuestro dolor. Es necesario que la sociedad empiece a discutir los dolores desde otra realidad, más allá del dolor del cuerpo.
(Por Guillermo Espinosa/Paralelo 32)