Excedentes de adrenalina, se ofrecen
** Por estos días no hay quien sepa decirnos con claridad si en el 89 de Menem o en el 2001 de De la Rúa estábamos mejor o peor que ahora. Han pasado más de veinte años, con ellos muchos testigos también pasaron a mejor vida y los economistas nunca vivieron una crisis (ganan fortunas en las buenas y en las malas). Ha pasado mucho tiempo. Te hablo de cuando los gorriones todavía eran plaga, de cuando comprar un kilo de pan costaba una hora de trabajo (hoy cuesta dos). En esos tiempos hubo emprendedores que abrieron clubes del trueque porque plata no había pero en esas mesas podías cambiar un pantalón que te iba quedando grande de cintura, por una calabaza. Veamos cómo reflejaba El Mangrullo aquella triste realidad del momento:
** “José Metaiponga, personaje mangrullero que encarna el costillar más castigado de nuestra sociedad, se apareció días pasados en un Club del Trueque. El hombre arregló el tema de los «créditos» o «vales» y luego se instaló en el tablón, donde solo depositó un cartelito que anunciaba «Cambeo stress por cualquier produto comestible» (como fuera, se hacía entender). Era obvio que su negocio provocaría algún revuelo y eso se confirmó en un diálogo de alto voltaje nervioso que se produjo entre él y el coordinador de trueques, que se presentó ante José para pedirle explicaciones:
** — ¿Qué es ésto. Me lo quiere contar?
— Vendo estrés ¿y qué?!
— Ahhh, ya entiendo, es un chiste.
— Vea coordinador, si yo supiera hacer chistes vendría aquí para dedicarme a eso y le aseguro que haría muchos canjes, porque la gente paga cualquier verdura por una sonrisa. Pero no, yo vendo estrés, y como aquí no corre la guita, lo vengo a canjear por lo que sea.
— (Con gesto de estar perdiendo la paciencia, arquea una ceja y le pregunta) ¿Podría explicarse mejor?
— Como no. Yo siempre he producido estrés para consumo propio, como todo el mundo. No escapará a su conocimiento científico que el estrés no es otra cosa que producto de la adrenalina, sustancia que nos envenena la sangre cuando está en exceso, pero que en sí misma es indispensable porque nos acelera el motor de las neuronas, que cuando son pocas mas vale que no sean perezosas. Bueno, sucede que este año estoy produciendo excedentes como para exportar ¿vió?, y vengo a ofrecerlos aquí”.
(La historia era más extensa y fue publicada a fines del 99)
La época del consumismo
** Fue en ese tiempo cuando se inventó la humorada de que “vivimos la época del consumismo”. Con su mismo traje, con su mismo auto, su mismo par de zapatillas. El humor siempre nos ayudó a los argentinos a zafar de la locura, pero en el presente es más bien inmoral reírse de todo cuando hay millones de chicos que se alimentan muy mal, almorzando arroz hervido y cenando mate cocido con una cucharadita de leche en polvo que no llega ni cerca a satisfacer su demanda alimentaria. Ya ni sopa de caracú, porque tampoco es barato, y si llegan a unos fideos con salsa de carne es porque en su casa consiguieron de esa picada a 800 el kilo que, hay que ser honestos, algo de carne tiene; el resto es grasa y tendones.
** Con más ironía que humor, el Mangrullo seguía así, por aquellos días…
“De las famosas fuentes confiables, que jamás pudieron ser identificadas y a lo largo de la historia han cargado irremediablemente con todos los rumores, trascendió esta versión: Un millonario japonés de nombre Telopago Taca Taca, que por razones de curiosidad se mantiene muy bien informado sobre lo que sucede en la Argentina (Bajamarca o Anarcomarca; da igual), decidió visitar nuestro país para ver in situ cómo se vive en una de las naciones más empobrecidas del mundo. Por supuesto, aterrizó en Ezeiza a bordo de su jet particular”.
Saldos y retazos
** Taca Taca descendió de su aeronave y encendió un cigarro como los que pita Mariano Grondona (los ricos fuman habanos porque los hace felices pensar que le queman la cosecha a Cuba).
Un chofer lo paseó por Buenos Aires, luego visitó dos o tres capitales de provincia…, No hizo una investigación sobre situación social o económica, ni ingresó a hospitales o escuelas. Ni siquiera hizo preguntas. Simplemente paseó y miró. Al ricachón japonés no le interesan las apariencias sino los resultados. El sabe que las acciones del Scotiabank de Quilmes aumentaron en el resto del mundo el día que anunció el cierre de su sucursal en la Argentina. Cansados de comprar dólares a un mango y enviarlos a la central canadiense, se dieron por satisfechos”.
** “Nuestro visitante, el de los ojos como puñalada en la chapa, todavía se encuentra de recorrida. En las calles ve mayoría de automóviles modernos e importados; colectivos urbanos de modelos actualizados; los comercios muy bien surtidos, con vidrieras bien presentadas y abundantes recursos de marketing; frentes aseados, construcciones nuevas; mujeres elegantes; trajes de confección y corbatas italianas; personas humildes que sin embargo circulan en motos y ciclomotores. También marchó por zonas rurales y solo pudo ver maquinarias modernas; poco viejo y nada primitivo”. ¡Parecíamos tan ricos!
La rueda del hámster
** “Taca Taca sabe de estas cosas y comprende que para leer la realidad a primera vista tendrá que regresar dentro de cuatro o cinco años, cuando esos automóviles tengan los neumáticos gastados y sus plásticos rotos, las vidrieras hayan apagado sus dicroicas y las casas de moda sustituidas por pilchas bolivianas. Los frentes más deslucidos, las corbatas repetidas y los trajes sobados a fuerza de solventes de tintorería, y las ‘Zanelita 50’ compradas en cuotas durante el uno a uno estén abandonadas”.
** “El ponja comprende que hace apenas dos meses el ingreso promedio de los argentinos cayó de 450 a 150 dólares (o 113 en ciudades como Concordia, situada por debajo de algunos países africanos), y que su efecto devastador tardará un poco en verse. A partir del 2000 hemos comenzado a comernos el capital”. (Marzo 2020).
** Aquel pasado parece un relato del presente. Todo se repite en nuestra Sojamarca tropezadora e incorregible, donde siempre hubo y sigue habiendo estrés para exportar y quemar en las piras de engañosas promesas. Pero hay algo que rescatar y es que, si los ciclos se siguen cumpliendo, el próximo será de recuperación. ¡Amén! Qué mal si estos párrafos siguieran teniendo actualidad por veinte años más.