“Estudiando las aves uno aprende y se pregunta qué estamos haciendo con el medio ambiente”
Crespo.- Miguel Pusineri, ornitólogo por vocación y conservacionista por convicción, dialogó con Paralelo 32 en forma extensa y amena, sobre las aves, su gran pasión, la naturaleza, sus viajes por reservas ecológicas del país y del exterior, y el medio ambiente. “Desde toda la vida estuve relacionado con la naturaleza, me acuerdo tirarme sobre el pasto de cuatro o cinco años para ver lo que pasaba en el césped, miraba los bichitos que andaban. Mi negocio está ligado al tema de la naturaleza, las pasturas especialmente. En esos tiempos no se hablaba de ecología y medio ambiente”, comenzó el relato.
– Pero respiró esos aires de defensa de la naturaleza.
— Claro. Uno empieza teniendo pájaros encerrados, animales silvestres. Después me di cuenta que algo no estaba bien y empecé a investigar sobre la naturaleza. Y uno se va enganchando cada vez más. A mis manos llegó la primera edición de la guía Aves de Argentina y Uruguay de Tito Narosky y Darío Yzurieta. Es un tesoro para los ornitólogos argentinos y del mundo que vienen acá. Lo interesante de todo esto es que uno se va enganchando en el tema. Las aves son una excusa que te van llevando a comprender el funcionamiento de la naturaleza. Y la salida al campo te lleva a incursionar en otras ramas, como la biología, la geografía, la botánica, aprender sobre sistemática. Por ejemplo, las regiones fitogeográficas argentinas están íntimamente ligadas a la distribución de las especies de aves. Ese contacto con la naturaleza es importante para el espíritu. También se aprenden técnicas de acercamiento.
– ¿Qué son las técnicas de acercamiento?
— Uno está a la espera de un avistaje de aves. ¿Cómo se va ampliando el conocimiento? Uno analiza el ambiente donde está y se da cuenta dónde es probable que haya mayor cantidad de aves en esa zona. Una técnica es quedarse quieto, más o menos camuflado, generalmente agachado o acostado porque la postura erguida del hombre es peligro para todos los animales. Es una regla básica. Otra técnica es caminar muy despacito. Hay que llevar ropas adecuadas que no sean colores vivos, que en la naturaleza significan peligro. Se ve en los colores de las serpientes, amarillo, rojo, blanco. No llevar bolsas de nylon que hacen mucho ruido. Trasladarse por la sombra, porque las aves tienen desarrollados los mismos sentidos que nosotros, por ejemplo la vista. Con las sombras se camufla mejor nuestra imagen.
Aprendizaje
– ¿Cómo aprendió todo eso? ¿Leyendo, preguntando, googleando?
— De todo un poco. Por ejemplo, tengo amigos biólogos, hice excursiones con ellos. Investigué también por mi cuenta. Ahora, internet ayuda muchísimo. Al principio, compraba muchos libros que daban diferentes técnicas, el uso de prismáticos para el avistaje, para ver detalles de las partes morfológicas del ave, para poder clasificarla.
– Si hace avistaje de aves en peligro de extinción o ve un ave fuera de su área natural, ¿está obligado a informar el hallazgo?
— No estás obligado a informar, pero se hace como un deber. Si ve un ave que no está citada para la zona, puede informarla a una institución como “Aves Argentinas”.
– Le ha tocado informar
— Sí. Muchas veces estoy en contacto con guardaparques; uno suele ir a lugares protegidos como los parques nacionales donde me hice de muchos amigos. Les informo a ellos.
En los parques argentinos
– ¿En qué parques nacionales estuvo?
— Los del norte y del litoral, los conozco prácticamente a todos. En el sur, me falta conocer algunos. Conozco la pingüinera de Punta Tombo, en Chubut, el Lanín o el Nahuel Huapi. Hay nuevos parques, hace un par de años se fundó el Parque Nacional El Impenetrable, en Chaco, que era una estancia.
– ¿Conoce el Parque Nacional El Rey, en Salta?
— Sí, es un ambiente único, porque está rodeado de cerros pero tiene una parte baja de bosque chaqueño húmedo. Uno empieza a subir los cerros y va cambiando el paisaje, a selva de yungas, va a una selva de transición, hasta arriba que es otro bosque. Uno tiene diversidad por los distintos ambientes y por la altitud. Era una estancia de más de 40 mil hectáreas. Cuando lo recorrí me fui en moto y luego pasé al PN Chaco, cerca de Resistencia, que es un ambiente de bosque chaqueño húmedo. Es una zona de quebrachos, que existen antes que fuera Parque Nacional. Hay algunos quebrachos anteriores, con troncos del ancho de una mesa. Me emocionaba el verlos. Ya no existen esos troncos.
– Pensar que esos árboles dominaban el paisaje hace 150 años. Ahora, sólo quedan plantaciones de cereales o algodonales.
— Claro. Por el tema de las aves, uno ve cómo funciona la naturaleza y se pregunta qué estamos haciendo. Yo sé que he perdido clientes en mi semillería, que se enojaron por mis pensamientos, pero es así. No podemos seguir en el sistema productivo que estamos inmersos, habiendo alternativas. Ahora se habla de ‘buenas prácticas agropecuarias’, pero las buenas prácticas agropecuarias suponen cambiar el sistema productivo, hacer un sistema más amigable con el medio ambiente. Tengo un amigo, Claudio Sarmiento, ingeniero agrónomo que atiende campos en Río Cuarto, sin uso de químicos. ¡Saca 6 mil o 7 mil kilos por soja! ¡¿Cómo lo puede hacer?! Primero, hay una responsabilidad del Estado por difundir esas experiencias e incentivarlas. En la agricultura dominante hay mucha cantidad pero sin calidad de productos y se termina en una mala alimentación.
– Y se promueven prácticas monoproductivas.
— Después de haber leído todas las notas, escuchar ingenieros y biólogos, la conclusión que se llega es que el mundo depende de la biodiversidad. Cualquier cosa que atente contra la biodiversidad va a repercutir, inclusive, económicamente. La riqueza de los países americanos, que tenemos tanta biodiversidad, llámese ambiente, paisajes.
La primera vez
– ¿Cuándo fue la primera vez que se internó en la naturaleza con la perspectiva de hacer avistaje de pájaros y estudiar los ambientes naturales?
— Esto es algo nuevo, cuando empecé no había nadie, no se conocía a nivel de divulgación general la palabra ecología o el concepto de medio ambiente. Que yo recuerde, si bien ya venía con el tema, empecé a investigar de manera metódica las aves en 1987, a los 25 años. Fue cuando llegó a mis manos la primera edición de Aves Argentinas. Y de ahí no paré más.
– ¿En estos 31 años vio muchos cambios?
— Sí, para empeorar sin duda. Por lo de la biodiversidad, debe haber una relación entre las superficies cultivables y las silvestres. Nunca hubo un manejo adecuado, pero aún estamos a tiempo de hacerlo. Hoy –y no echo la culpa a los productores, que también son víctimas y están presos de las políticas que se disponen – el productor ara hasta la cañada. Y hay un concepto social: que un pastizal es ‘mugre’. Respetar esos espacios naturales, favorece la biodiversidad. Con el sistema productivo es imposible trabajar esos conceptos, como es imposible cambiar de un día a otro. Con semejante inversión que le impusieron en máquinas el productor está prisionero del sistema.
– Ya está la segunda generación trabajando en estos términos productivos.
— Sí. Yo me acuerdo en el negocio, mi padre trajo el primer híbrido de la zona, Morgan 400. Que tenía que regalárselos casi a los productores porque decían cómo iban a pagar semejante cantidad de plata por una bolsa de semilla. Ahí tendría que haberse parado, hasta el Morgan 400. Después se fue transformando y transformando, hasta que las multinacionales se apropiaron todos los genotipos, manejan todo el paquete tecnológico. Todo eso trajo aparejado la pérdida de biodiversidad, porque me acuerdo de semillas que se han perdido.
– ¿Por ejemplo?
— El maíz brasilero amargo que era un maíz muy rústico, con tallos muy gruesos y plantas como de cuatro metros de alto. Si estuviera hoy sería extraordinario para el picado que hacen los productores para forraje de vacas. Ese maíz se lo cosechaba para granos y se usaba la planta. Hoy no existe más. Por eso, al insistir con el sistema productivo actual, se va perdiendo diversidad. Para crecer la planta saca nutrientes de la tierra que se podrían producir en forma natural con otras especies vegetales y haciendo ciertas prácticas. O se reemplaza con el producto químico que se aprovecha el 40%, produce contaminación que termina yendo al agua. Con el sistema natural, vas regulando todo, sostenés la estructura de la tierra. Producís con más calidad, porque tiene más nutrientes. Muchos alimentos que estamos consumiendo hoy les faltan elementos proteicos que antes tenían con mejores nutrientes naturales.
– Y de ahí todos los desbalances con diabetes, colesterol, problemas vasculares y demás.
— Claro. Ese conocimiento lo dan los pájaros, porque entrás a investigar todas estas cosas y las ves tan claro cuando vez el comportamiento animal o de las plantas.
– ¿Qué comportamientos en las plantas ve?
— La naturaleza es muy compleja y dinámica, lo que hay que saber es que siempre va buscando un equilibrio. En esa búsqueda, soy de la idea de que nosotros no somos nada en este mundo, no vamos a poder terminar con la naturaleza. Las plantas van sufriendo con, por ejemplo, las fumigaciones. Están ligadas a los insectos. Cuando uno va a fumigar quiere matar una sola especie de insectos, pero afecta otras 99 que son beneficiosas. Al hacer observaciones en lugares donde la naturaleza todavía es virgen, te sirve para poder interpretar. En cierta manera, tenés un mínimo conocimiento del funcionamiento de la naturaleza, pero es muy difícil de comprender. Incluso los científicos se dedican a pocas especies y sus comportamientos. Uno desde los avistajes puede ver muchas cosas que el común de la gente no ve. Hay muchas creencias, cuestiones culturales, que juegan en contra.
Fobias culturales
– ¿Qué cuestiones culturales?
— Veo fobia en mucha gente cuando encuentra una serpiente. Es un animal igual que cualquiera y cumple una función importantísima en la naturaleza. Lo mismo con las comadrejas. Donde tenés comadrejas no aparecen ratas. Las serpientes también combaten roedores. Y no son peligrosas. Desde que tengo noción, no recuerdo un accidente con una serpiente en Crespo; puede ocurrir, pero ni siquiera sé de un accidente, ni hablemos de una muerte. Pero la fobia ya viene culturalmente, desde que vos abrís la Biblia, ya se asocia a la serpiente con el Mal. ¿Y cómo cambiás esas cosas?
– Convengamos que la mayoría no podemos ni pensar en tocar una serpiente, por ejemplo. Se le tiene miedo.
— Mi señora era así, yo le expliqué. Ahora, se queda tranquila cuando ve una serpiente, me llama. Había una culebra enroscada en un caño del tendedero, la tomó, la metió en un balde, lo tapó y me lo dio para que vea qué especie es. La miré y la solté.
– ¿Qué otros cambios se han visto en estas últimas décadas?
— Uno de los cambios que noté es una migración de las especies silvestres que buscan refugio en la ciudad y no encuentran depredadores naturales. Y algunas especies se transforman en plagas, que son los problemas que actualmente tenemos con las palomas torcazas y también los tordos.
– Por ahí aparecieron caranchos.
— Ojalá se quedasen, porque combaten la plaga de palomas. Donde los caranchos están, las palomas se van. Así, tendríamos que dejar algunas culebras y comadrejas, como controladores naturales de plagas como los roedores. Ahora, un poco cambió la actitud, ya hay gente dice que no se maten serpientes, cuando aparecen.
Cuidados urbanos
– Con especies migrantes a la ciudad, ¿qué cuidados hay que tener?
— Cuando se produce un desequilibrio es muy difícil recomponerlo. En Crespo tenemos las palomas y los morajúes como plagas. Un principio de solución, que no se resuelve de un día al otro, pienso que se puede hacer una implantación de corredores verdes en toda la ciudad e incluso conectar con localidades vecinas como Racedo o Camps junto a las rutas y caminos de tierra, con especies arbóreas bajas, cuidar los depredadores naturales. Con árboles bajos donde los depredadores nuestros llegan, cuando las plagas van a buscar refugio, son cazadas y va a darse un control natural de a poco. Las palomas se van a comer al campo los cultivos y vuelven a la ciudad. Los animales silvestres hay que dejarlos tranquilos, puede haber choques o fobias. Pero hay que entender que es mucho mayor el beneficio que el daño. También es bueno implantar en los patios árboles autóctonos como espinillos, no tener ese prejuicio cultural de que es solo una maleza. Hay que implantar especies autóctonas, y tratar de convivir con la naturaleza, aunque estemos en nuestro medio ambiente que es la ciudad. En la plaza de Goya, Corrientes con diferencia de un día o dos al año, hay una migración de golondrinas que vienen desde Estados Unidos y Canadá. Hay gente que se enoja porque están una semana instaladas y les ensucian la plaza. Pero viene gente de todo el mundo a ver ese espectáculo, hay que verlo por ese lado.
– ¿Qué tiene positivo Crespo en materia ambiental?
— Tenemos calles anchas que pueden implantar árboles, tenemos bulevares amplios. Tenemos una ordenanza sobre corredores verdes. Es algo que se debe ir mejorando. La idea es unir los grandes puntos verdes, como las plazas, el Parque del Lago, con estos corredores verdes de árboles. El concepto moderno de espacio verde se amplió. Antes, una plaza era un espacio verde, pero produce un efecto de isla. La biodiversidad de una plaza empieza y termina ahí, y es más susceptible a los problemas. En cambio, el corredor verde permite interconectar esas islas y circular especies. Eso, llevado a un nivel provincial: con tres grandes ríos, Paraná, Uruguay, Gualeguay, más los arroyos. Ahora, se está trabajando en corredores verdes de los arroyos.
Viaje al Amazonas peruano
– Hizo un viaje a la región amazónica del Perú.
— Fue en el 2000, con el programa Sorpresa y Media de Julián Weich. Mi sueño era conocer ese lugar porque es la zona de mayor biodiversidad del planeta. Es como el Parque Nacional El Rey, pero sumale que está enclavado en una región tropical. Desde la cordillera, se pasa a los bosques de altura, selva de transición, bosque nuboso y termina en la selva amazónica. Yo visité el Parque Nacional del Manu. Es una zona protegida a nivel mundial. Tengo un amigo italiano, Oliver Valenti, que tiene mi edad. En 1987 hizo una excursión por el Amazonas y cuando encontró ese lugar se quedó toda la vida. Estudió para guía y tiene una agencia de turismo, muy rústica. Trabaja solo con indígenas como guías. Me invitó, hace un par de años volví a esa zona y estuve en su casa. Está viviendo en un pueblo muy chiquito que se llama Villa Salvación, el último pueblo, luego no hay más caminos. La casa está prácticamente en la selva. Hizo unas cabañas, tiene una pileta natural a la que cae agua de vertiente y sigue viaje. Organiza todas las excursiones de canales como National Geographic. Rescata loros guacamayos, los cría sueltos en la casa. La casa es todo espacio abierto, salvo una parte que es oficina con computadora. Se sube a una plataforma donde se puede dormir, sólo hay. Tiene carpas como mosquiteros. Cuando voy, duermo ahí; a los visitantes también los hace dormir ahí, tiene siete u ocho carpas armadas para las visitas. Tiene un campamento silvestre pasando el río Madre de Dios, dentro del monte. Con una canoa se cruza el río y entrás en un campamento que parece un campamento militar de las guerrillas FARC. Tiene piso elevado del suelo unos cuatro metros, con plataformas de madera y un techo. Hay carpas en la plataforma. Abajo, un techo de chapa donde está la cocina.
– Van turistas muy especiales.
— Son muchos y de todo el mundo. Tiene un voluntariado, uno le paga un poco, mi amigo les da de comer y hacen trabajos durante su estadía. Porque él quiere que sea un lugar autosustentable. Tiene un muchacho guía de la etnia matziguenka, un grupo muy especial. Son gente muy buena, tienen amplio conocimiento de su ambiente. Cuando fui había una chica rusa haciendo voluntariado y estaba sola. Cuando fui en el 2000, directamente entré en el dominio amazónico más al interior del Parque del Manu.
– Se supone que no es tan fácil llegar y estar en esos lugares.
— Para llegar, tuve que insumir 9 horas y media para hacer 200 kilómetros, en un vehículo alto. Yendo por un camino junto a un precipicio. Se van viendo pueblitos cada vez más chicos. Y se termina andando por un camino muy angosto, para un solo vehículo, como se suelen ver en los documentales.
– Uno no se puede meter por donde se le ocurra.
— No, hay que ir con un guía. Yo que tengo conocimientos, justo por eso, no saldría solo. No solo por los animales que puede haber, sino porque uno se puede perder fácilmente; no hay caminos, solo senderitos que ven los indígenas.
– Aparte hay enemigos naturales…
— No los ves. Uno cree que por estar en la parte amazónica va a ver animales por todos lados. No. Ves menos que acá, porque se camuflan, tenés juegos de luces y sombras entre los estratos altos y medios de la forestación, que hacen que no veas mucho. Se mimetizan muchos los animales. Uno puede cruzar a tres o cuatro metros de un yaguareté y no darse cuenta. La mayoría de los animales se comunican mucho por sonidos, especialmente las aves. Vas a escuchar diez mil sonidos pero vas a ver un solo ave.
– Otros lugares visitados fuera de Argentina.
— Únicamente, el Amazonas peruano. Por ahí, aproveché algunas excursiones en la costa del mar en Uruguay. Conocí Colombia, hice una excursión al Parque Tayrona, n Santa Marta, sobre el Mar Caribe. Lo recorrí a pie ocho horas. Es una selva tropical de costa de mar. En Brasil, fui a los arrecifes de Porto de Galinhas.
El miedo de los animales
– Uno entra con temor a un monte o selva, pero en realidad los animales sienten más temor del ser humano.
— ¡Ni hablar! Todo lo otro son cuestiones culturales.
– ¿Es distinto el comportamiento de un animal en contacto con seres humanos a otros que no nos han visto nunca?
— Sí. Se vuelven más peligrosos. Porque un animal que se acostumbra a la gente le pierde el miedo. En lugares turísticos, se alimentan animales silvestres para que el visitante los vea. Un yacaré negro de cuatro o cinco metros, que se alimente así, en poco tiempo le perdió el miedo al humano. Yo tengo más prevención por ir al Parque Nacional del Iguazú que a ir al Amazonas.
– ¿Por qué?
— En Iguazú se alimenta a los coatíes, que andan entre la gente. No hacen nada, porque es un animalito totalmente inofensivo. Pero el puma se alimenta del coatí y sabe que entre la gente lo va a encontrar.
– ¿Y entre dos primates no distingue, el humano y el coatí?
— Es muy raro que un puma ataque a un ser humano adulto y grande. Pero no va a distinguir entre un coatí y un niño de dos años, por ejemplo. Es peligroso un animal que está acostumbrado. El que no está acostumbrado a los humanos dispara, porque la postura erguida del hombre es terrorífica.
– No es habitual, tampoco. Todos los demás primates caminan en cuatro patas
— Nombrame un animal que camine en dos patas y que tenga la altura del hombre. El hombre es el depredador más grande y por instinto los animales lo saben.
– La postura erguida nos delata como animales peligrosos.
— Sí. Los ataques que se conocen a excursiones en Kenia o en Sudáfrica, generalmente se producen con animales que se han acostumbrado a la gente. El resto dispara, por más que sea un león, nos evita.
Quién es
Miguel Ángel Pusineri tiene 56 años, nació el 14 de enero de 1962. Está casado con Elba Erhardt y tiene dos hijos, Julián y Vanesa, y un nieto de Julián, llamado Teseo. Estudió el nivel primario en el Colegio Sagrado Corazón, hizo hasta 4º año de Electromecánica en la Escuela Técnica de Diamante y luego terminó perito mercantil en el Instituto Comercial Crespo. Heredó de su padre, Luis Pusineri, un acopio de cereales que transformó en semillería y comercialización de pasturas. Actualmente es secretario político del Concejo Deliberante de Crespo.
Aves argentinas
Aves Argentinas es la asociación más conocida sobre ornitología. Antes se llamaba Asociación Ornitológica del Plata. Hay muchas otras asociaciones, grupos y ong que se dedican a la observación de aves. “Se ha difundido muchísimo la fotografía de aves gracias a la digitalización de las fotografías. Antes, sacar una foto de un ave era muy difícil, técnicamente. Salía caro hacer fotos. Hoy, al hacer ‘caza fotográfica’ puedo sacar diez o quince fotos de un ave, y quizás de suerte sirva una o dos”, comentó Pusineri.
Los sapos como indicadores ambientales
– Estamos viendo pocos sapos.
— Pasa que todos los anfibios son muy susceptibles a los químicos y a la contaminación. Para ejemplificarlo, es como si el ser humano tuviera una piel muy finita; cualquier cambio nos afectaría. Eso es un anfibio, incluso tiene mucosidad con muchas bacterias en su piel para mejorar la defensa y protegerles el cuerpo. Cualquier contaminante les mata esas bacterias y ya no lo protege. En mi casa tengo romelias en la galería, son plantas que crecen en los troncos de los árboles. Tengo sapos y ranas en charcas que les he hecho. Son indicadores de un ambiente sano, como todos los anfibios. Así como hay aves que son indicadores ecológicos.
– ¿Por ejemplo?
— Aves acuáticas que cuando aparecen sobre un espejo de agua o un ambiente acuático, indican que es un ambiente sano. En nuestra zona, el macá o zambullidor. En una laguna indica que el agua está limpia de contaminantes químicos.