Ese misterio llamado tiempo (y la invo-evo-lución moral)
** Todo pasa, de eso no hay dudas, lo preocupante es la velocidad del paso. Uno todavía está juntando los corchos del patio cuando ya le caen los vencimientos de las facturas de diciembre. ¿Y para qué sirve que el tiempo corra y se precipite como cuervos sobre sus presas? Su raudo paso sirve para mitigar dolores, eso es cierto, para olvidar agravios, para alcanzar un sueño, pero a contrapelo se carga mucha vida a su paso creando dolores nuevos.
** ¿No es un verso eso de que tenemos que empezar de nuevo porque ha cambiado el año? Creo humildemente que se vive empezando de nuevo cada día, o a cada momento. “Comenzamos otra vez cuando caídos nos levantamos y sin importarnos distancias volvimos buscando la dignidad del pan en la mesa del Padre. Comenzamos otra vez cuando enjugamos el llanto, superamos el luto, suspiramos hondo, apretamos los dientes, desafiamos el viento y volvimos a luchar”, dice mi admirado Arturo Hotton.
** Además esa historia de que el tiempo “pasa” es un mito; para mí que el muy ladino se queda sobre nuestras espaldas y cincela pliegues en nuestra piel para acurrucarse en sus entresijos como un parásito invisible. Su paso desdibuja a los hombres profundizando sus claroscuros, y retoca la belleza de las mujeres como un caleidoscopio cambia su arte de luz y color sin dejar de sorprender.
** He oído decir que si nos amigamos con él nos enseña acerca de nuestra precaria condición de remolinos de verano, que se corporizan removiendo polvo y hojas secas hasta desvanecer cediendo graciosamente el espacio y buscando su eternidad, que debe ser pactada de antemano con Dios según las Sagradas Escrituras.
Ojalá se nos concediera hacer un acuerdo de coexistencia pacífica con el tiempo, como asegura haberlo hecho un tal Mario Lago, donde él se comprometa a no perseguirnos y nosotros a no huir de él, hasta el día en que nos encontremos. ¿Será posible? No sé usted; yo apenas me atrevo a mirarlo a los ojos.
Dejemos que el tiempo…
** Dejemos en paz al Señor Tiempo, ya nos hemos ocupado de él en diciembre y por favor que no parezca una obsesión; nada de eso, solo que me cae cada vez más pesado. El factor tiempo –hay que reconocer lo obvio- le ha dado a la humanidad todas las oportunidades posibles de evolucionar, pero la humanidad se ha empecinado en contradecir la incompleta teoría del viejo Darwin. Desde un siglo a esta parte ni siquiera hemos involucionado para monos sino más bien para hienas o una especie de perro salvaje que nos está matando al perro bueno que fuimos cuando odiábamos menos.
** Bastará con pensar el tiempo que vivieron las y los que hoy peinan canas o ni siquiera tienen algo para peinar. La gente se respetaba, se trataba con cordialidad, los pocos que se drogaban permanecían quietos en el bulo, los chorros usaban armas para intimidar pero no para matar a mansalva. Las mujeres no se emborrachaban –o lo hacían con discreción- ni hablaban con lenguaje tumbero. Los borrachos no manejaban automóviles, a lo sumo llevaban una bici de tiro, a modo de bastón. A los árbitros del fútbol, como mayor insulto se les gritaba “chivero”, “tonguero”, “coimero”. Bueno, sí, también hdp con todas las letras, pero aclaremos que en ese tiempo las señoras dignas no iban a la cancha. Frente a ellas y los niños se cuidaba el lenguaje.
…nos cuente sus testimonios
** Cuando un alcohólico consuetudinario y pedestre (mirá como te lo digo) no encontraba el rumbo de su casa, o falto de dirección caía en una zanja en tiempos de cunetas cuando los cordones no existían, siempre había quienes se apiadaban de él para llevarlo donde estaba la que le ofrecería a beber un café fuerte o se lo daba a grito pelado. A los chicos se les enseñaba “si no es tuyo es de alguien” para que ante cualquier hallazgo buscaran a quien lo extravió para devolverlo.
** Las madres eran consejeras; les decían a sus nenas: ‘hay un solo hombre que te puede dar todos los gustos: el heladero’. Y cosas así, como ‘ese muchacho no es para vos’. La chica estaba enamorada del chico pero no la mamá (Elemental Whatson, enamora primero a tu suegra). Ah, y lo de ‘chico’ y ‘chica’ es muy actual, antes no existía. Ahora ellos tienen hijas e hijos de cuarenta o más años y comentan: para Navidad vinieron los chicos y lo pasamos… ¿¡qué chicos!?, si te están presentando a tu primer nieto.
** Hay en la actualidad unos semi viejos que se arrogan formar parte de la última generación (que ya se está yendo) que escuchaba a sus padres, tíos, abuelos, y ni hablar de profesores y maestras. Una generación que sabe honrar a sus mayores y a sus educadores, para quienes la honradez es un valor y el respeto la base del comportamiento. Nuestros padres apagaban un pucho con las brasas del anterior, pero a sus gurises les advertían que si los vieran con uno en la boca se lo haría tragar encendido, con el filtro y el encendedor Carucita incluido. Adolescentes que aún bajo tamaña amenaza, aceptábamos el desafío fumando el primer tabaco y masticando hinojo para que no nos delatara el aliento.
Dulce infancia
** Los chicos crecían corriendo libres viendo trabajar a sus abuelos y a sus padres, por lo que sabían muy bien qué harían cuando acabara su niñez. “Acá se estudia o se trabaja, no alimento haraganes”, sentenciaba el viejo y eso se cumplía, fueras mujer o varón. Si llegabas a decirle que estás buscando tu verdadera identidad y te da como que te gustaría ser perro, el viejo te ponía una correa al cuello y te ataba a un árbol, con agua y huesos del puchero de ayer (igual, tu vieja te dejaba un sangüichito y una Coca cuando él salía para el taller, porque en ese entonces las madres ya era así, viste)
** En la libreta de enrolamiento tenías solo dos opciones, eras masculino o femenino. ¡¿Pero qué digo?!… no eran opciones. El jefe (no había jefas) del registro civil te veía entrar y decidía él lo que eras. Pelo corto: masculino; pelo largo: femenina (en los años 60 los complicaron los hippies). Llegabas a decirle que te percibís como otra cosa y te decía con su mejor cara de amanuense con autoridad que a eso lo resuelvas después de que te firme la libreta. Ya no te estoy hablando de un mundo ideal; aclaro; sino del mundo real de aquel entonces, que unos disfrutaron y otros padecieron.
¿invo o evo?
** Al cabo de repasar todo esto vuelvo a dudar si desde entonces hemos involucionado o evolucionado. ¿invo o evo? Moralmente creo que sí. ¿Qué sí qué? Que hemos involucionado. Shhhh, no me hagas levantar la voz que vamos a tener quilombo.
** Hemos tenido, eso sí, esta maravillosa evolución de la ciencia y la técnica que no se condice con el comportamiento social, expresiones, actitudes, acciones violentas que desconstruyen nuestra cotidianeidad. Mire, vea, en realidad no sé cómo terminar esto. Apelaré al rey Salomón, creo que hay un poco de cada cosa, que a criterio de la gurisada de hoy la evolución social y cultural fue extraordinaria y en cambio la generación de los Baby Goomers opina que si esto es evolución, moralmente hablando, la bomba de Hiroshima definitivamente lo es.