“Es un momento para cambiar, pero Dios necesita de nuestra cooperación”
Crespo- El pasado sábado 10 de diciembre se cumplieron 35 años de la ordenación sacerdotal del Padre Rubén Schmidt, quien está a cargo actualmente de la Parroquia Ntra. Sra. del Rosario. Schmidt comentó a Paralelo 32 que “Es una linda circunstancia, un testimonio para muchos jóvenes de que la vocación sacerdotal es hermosa. Las parejas celebran su aniversario de casamiento, yo comparto con los demás este amor por Dios, en tiempos donde hay una gran crisis de vocaciones sacerdotales. Es un buen mensaje y es la posibilidad de agradecer a Dios por haber permanecido firme a pesar de muchas dificultades, como nos pasa a todos. También es compartir con la familia y los amigos, incluso algunos que vendrán desde otros lugares”.
Schmidt recordó que “La fecha no es casual, sino que obedece a que el 10 de diciembre de 1987 fui ordenado sacerdote por el Arzobispo de Paraná Estanislao Esteban Karlic, en Aldea Santa María, donde crecí. Nací en Crespo y a los 4 años mi familia se fue a la aldea. Soy el mayor de 7 hijos y los tres más grandes nacimos en Crespo. Ahora llevo diez años en esta ciudad, en marzo se cumplió esa década de trabajo”.
Agregó que “Mis primeros 2 años fueron en Paraná, los 5 siguientes en Bovril, estuve 2 años en San Isidro (Buenos Aires), sumé 6 años en Paraná, también 6 años aproximadamente en Roma y otros lugares para terminar mi especialización en Derecho Canónico en Italia. Al volver estuve 1 año y medio en Villa Urquiza, otro año y medio en Cerrito y ahora llevo diez en Crespo”.
La vocación
Sobre su vocación familiar, Schmidt entiende que “ya nació en el vientre de mi madre. Mis padres eran muy creyentes, sobre todo mi mamá. Con el tiempo, ya ordenado sacerdote, me contaron familiares que cuando ella supo que me estaba esperando, sin saber si sería varón o mujer, visitó la Parroquia San José de Crespo y encontró en el banco de la iglesia una estampita que seguramente dejó algún cura, que decía “Oración de una madre pidiendo la gracia de un hijo sacerdote”. Ella, de mucha fe, pidió que si el primer hijo era varón, fuera para Dios. A eso hay que sumarle que mi mamá la pasó muy mal en los últimos días previos al parto. Mi papá al enterarse que peligraba la vida de ambos, le pidió a Dios que nos salve diciendo que si era varón y tenía vocación, él iba a acompañar a ese hijo en ese camino. Pero nunca nadie me obligó, solo recibí orientación, pero siempre con una libertad de elección absoluta. Nunca sentí presión”, remarcó.
Siguiendo su relato, reconoció que “siendo adolescente me surgieron algunas dudas, de si sería o no para esto. Alguna vez estuve cerca de dejar el seminario pero por otra razón, que fue la muerte de mi padre y la necesidad de ayudar económicamente a mi familia, siendo hermano mayor. Pero teníamos algo de campo y animales, yo en vacaciones trabajaba y entre una cosa y otra fuimos paleando la situación, sabiendo que al menos lo esencial para la alimentación no faltaba. Considero que todo fue providencia de Dios. Me acompañó y hoy creo que no podría haber sido otra cosa que cura. Mi deseo es, el día que muera, ser sepultado con mis padres para esperar con ellos el Día de la Resurrección. Les debo la vida, la fe y la vocación”.
El trabajo de todos los días
El sacerdote comentó a este medio que “Me toca acompañar todos los momentos de la vida, desde el bautismo de un bebé hasta la sepultura de quien se va de este mundo. Pasamos por todas las emociones, llorando con el que llora y riendo con el que ríe. En un mismo día pueden pasar ambas cosas, o una comunión, un casamiento, todos momentos importantes de la vida. No vivo mi vocación como funcionario, yo comparto el momento, el estado de ánimo, la emoción a pesar de que debo mantenerme sereno. Son cosas profundas, tanto la alegría como el dolor”.
“La demanda del sacerdote es 24×7, todos los días, sin horarios. Y uno es un ser humano, también se cansa, tenemos debilidades, momentos de agotamiento, días en las que nos sentimos mejor que otros, pero trato de estar siempre disponible para las personas que me necesitan. Me encantaría ver el corazón de cada uno, para saber dónde tengo que estar o con quién. Hay gente que por vergüenza no se atreve a pedir ayuda. Siempre pienso que pasará por el alma de cada persona, me encantaría saberlo para ser útil desde mi lugar”, agregó.
La sociedad
Schmidt analizó la coyuntura social que transitamos e indicó que “Estamos peor cada año. Ningún ser humano puede estar contento por cómo vivimos, con ansiedad, violentos, enojados, apurados. El buen desarrollo de la persona se apoya en tres pilares que son una buena alimentación, no exagerada sino sana; buena educación para la racionalidad y la religión, entendiendo que la vida espiritual completa a la persona”. “En la Argentina hay un gran deterioro en la parte educativa lamentablemente, lo percibimos a diario. Y se va perdiendo el sentido de la autoridad, porque la sociedad te va llevando a eso lamentablemente. Prácticamente se ha destruido a la familia y la persona. Pero Dios no abandona a sus hijos, esa es la esperanza. Es un momento para cambiar, pero Él necesita de nuestra cooperación, no obra mágicamente. Tenemos que ayudarlo. Creemos erróneamente que todo mejora si el otro cambia, y soy yo el primero que debe cambiar. Vivimos una crisis moral y social grande. Hay que acercarse a Jesús, es el único que puede darle sentido a nuestra vida”, opinó.