Entrevista a Darío y Agostina Neiff: Nuestro rubro debe generar mucha confianza y transparencia en la gente”
Crespo.- Darío y Agostina Neiff, son padre e hija, que están al frente de una de las más tradicionales relojerías y joyerías de la ciudad y la zona. Don Reimundo, el padre de Darío, comenzó con la actividad a fines de la década de 1950 y desde entonces el negocio familiar está trabajando ya con la tercera generación. En entrevista con Paralelo 32, los herederos de la actividad familiar comentaron características de un rubro que muchas personas frecuentamos porque todos alguna vez hemos comprado un reloj o una joya. Pero pocos saben de qué se trata y cuál es la diferencia entre un joyero y un relojero. En esta nota, Darío y su hija, Agostina, explican algunos gajes de dos oficios muy antiguos. La joyería comenzó cuando el hombre empezó a ornamentarse con huesos y metales; la relojería, cuando la Humanidad pudo aprender a contar el tiempo y llevar registro de la horas del día.
Diferencias
– ¿Cuál es la diferencia entre el joyero y el relojero?
— Darío Neiff (DN): Son dos oficios totalmente distintos. Para darte un ejemplo, la relojería es un oficio todo limpio, impecable; pero la joyería es sucia, está dentro de la parte metalúrgica. Hay que fundir, soldar, pulir, limar. Pero son dos oficios que, en un mismo rubro o comercio, deben estar de la mano, ligados totalmente.
– Se piensa en el joyero como vendedor, solamente. Pero, se puede tener un taller detrás del salón comercial, haciendo joyas.
— DN: Una cosa es ser vendedor de joyas, el que compra y vende joyas, nada más. Y otra, joyero. En nuestro caso, hacemos reparación y fabricación de joyas.
– Yo le llevo alguna joya con problemas para arreglar, ¿cuáles pueden ser?
— DN: Un anillo que se parta, una pulsera que se rompa y se repara.
– ¿La joyería implica también el uso de piedras preciosas?
— DN: Sí. Lo que es piedra para pulir, hay expertos que se dedican a la parte de lapidación. En joyería hay muchas especialidades. Es como la medicina, cuando te recibís, tenés muchas especialidades. Hay compostura, grabado, engarce, son especialidades distintas. Acá, en el interior tenemos que hacer de todo.
Innovación tecnológica
– Ramos generales.
— DN: Sí. En Buenos Aires, vos tenés el que lapida y pule, el que engarza, el que suelda, están todos juntos y se van pasando el trabajo unos a otros. En el interior no se puede enviar una pieza 400 kilómetros para arreglar; hay que saber de todo un poco. La joyería tiene como 15 especialidades. Por ejemplo, la fabricación a ‘cera perdida’; hoy se hace todo en cera. El prototipo se fabrica en cera, se pasa a unos moldes y va a la parte metálica. Para hacer el prototipo existen máquinas con impresoras en 3D, se diseña todo en computadora, que se usan en grandes fábricas, no para el tallercito más artesanal. Lo nuestro no es con computadora, es más artesanal.
– En tu caso, ¿hiciste alguna especialización o joyería en general?
— Agostina Neiff (AN): Yo hice el estudio en general, trabajando en reparación y fabricación por pedidos.
– Con todos los cambios tecnológicos en desarrollo, la pregunta es si este es un oficio que va a sobrevivir.
— DN: Creo que sí, la joyería existe desde que el hombre se empezó a ornamentar. Se ornamentó con huesos, con metales, con lo que sea. Creo que va evolucionando todo. Sobre la relojería, con un colega comentábamos hace unos años atrás que, con el tema de los celulares, pensábamos que iban a desaparecer los relojes. Pero no pasa. Hoy el reloj pulsera es un artículo de moda, también.
– Un adulto suele tener el mismo reloj por años; ¿los jóvenes también se compran un reloj?
— DN: Sí, porque por ahí viene un chico un sábado a la tarde y me dice ‘esta noche tengo una fiesta y quiero un reloj blanco porque tengo un traje blanco’. Aparte de ser un aparato de medición, lo que realmente es un reloj, hoy pasó a ser un accesorio o un artículo de moda, como lo es un cinto o una pluma. Creería que va a perdurar en el tiempo, pero va evolucionando. Me acuerdo, cuando era chico, todavía estaban los relojes a cuerda. Después se pasó al reloj digital, y después al cuarzo mecánico. Va evolucionando.
La revolución en relojería
– ¿Cuál fue la revolución que tuvo la relojería? Uno piensa en un relojero del siglo XVI y otro de principios del siglo XX, probablemente trabajaban las mismas piezas con leves cambios. Después llegó el reloj fabricado por los japoneses y cambió toda la historia.
— DN: La gran revolución no fue cambiar el reloj con aguja por el digital. El digital tiene su parte mecánica. La gran revolución fue el sistema de división del tiempo. Porque en los mecanismos con volante, oscilaban a siete u ocho oscilaciones por segundo. Hoy el cuarzo, que viene en un circuito electrónico, oscila 32.280 revoluciones por segundo. ¿Qué ventajas tiene esto ahora? Si inciden factores del exterior y te restan cien oscilaciones en 32 mil, no hacen diferencia para mantener la exactitud horaria.
– ¿Factores externos pueden ser el tiempo?
— DN: El tiempo, la temperatura, el magnetismo, un montón de cosas. En cambio en ocho oscilaciones, que toque una, ya cambia la exactitud, y eso hace la diferencia. Después, por otro lado, variaron los diseños. Ese cambio fue en la parte tecnológica.
– ¿Cuándo se pasó al cuarzo?
— DN: De lo que yo tengo conocimiento, acá en Crespo entró la tecnología de digitales de cuarzo en el año 1977, aproximadamente. Los de cuarzo con aguja en 1985, más o menos. El gran cambio fue que lo que distribuye el tiempo, el oscilador, tiene una parte electrónica. Antes era totalmente mecánica. Hoy, el circuito o el chip, como se quiera llamar, divide el tiempo y lo lleva a la parte mecánica para señalizar la hora.
– ¿Y en el caso de relojes con pantalla de números digitales?
— Es lo mismo; la diferencia es que en un caso va a una parte mecánica que mueve las agujas y en el otro caso, se transforma en una pantalla. Pero el sistema de división del tiempo es el mismo.
Herencia familiar
– ¿Cómo se te ocurrió meterte en el mismo trabajo de tu padre y tu abuelo?
— AN: De chiquita estaba metida en el taller y cuando terminé la secundaria, decidí seguir ahí y me fui a Buenos Aires a estudiar la especialidad en joyería, que me llevó dos años de estudio. En la secundaria, no estaba todo el tiempo metida, pero estaba ahí.
– Tus otros hermanos no siguieron el oficio, ¿por qué te gustó?
— AN: Siempre estuve ahí, ya desde chiquita que estaba a upa de mi abuelo y lo veía trabajar. Lo que más me gusta es la parte de fabricación de joyas. Que hacemos por pedido, por ejemplo, anillos, pulseras, dijecitos, cadenas.
– Cuando uno entra en una joyería, suele pensar que detrás hay un mayorista que les trae los artículos. Pero hay joyas que hacen ustedes.
— DN: Si te piden algún dije con forma o diseño especial, Agostina lo hace.
– Hoy en día, la gente se tatúa muchas veces nombres y figuras en el cuerpo. Esa cultura del tatuaje, no ha mermado la ornamentación con joyas.
— DN: Creo que no, no se me ocurrió pensarlo. Pero, son cosas distintas. Hoy está de moda el ‘árbol de la vida’. Dentro de seis meses puede ser otro diseño. Va cambiando. Hoy tenés que estar muy actualizado. En mi juventud como joyero, recuerdo que lo que se vendía en Buenos Aires, acá llegaba a los dos años, recién. Ahora lo tenés ‘al toque’. Los gurises, con Instagram y todas las redes sociales, lo ven enseguida y te piden, te traen el diseño: ‘quiero este anillo, quiero esta alianza’.
– En tu caso, ¿usás joyas?
— AN: No mucho, el reloj lo uso todo el día, pero los anillos me desacostumbré porque en el taller se pueden rayar, deformar.
Historia familiar
– ¿Cómo empezó la empresa?
— DN: Empezó con mi papá, que se recibió a los 18 años en la Escuela Universal de Relojería en junio de 1956. Esa escuela no existe más, estaba en Buenos Aires.
– ¿De dónde es su padre?
— DN: Es de Aldea San Miguel, se fue a estudiar a Buenos Aires y después se radicó en Crespo. Nos cuenta que no le gustaba Buenos Aires y se vino después de recibirse. Al otro día de llegar consiguió un local en el apeadero, donde estaba la ‘peluquería de Haberkorn’. Ahí se radicó. Después estuvo muchos años en los locales de Pach, entre 25 de Mayo y Moreno. Desde 1968 o 1969 se fue a la casa que ahora seguimos teniendo con el local al frente, en calle Moreno. Siguió trabajando hasta hace unos ocho años, que dejó definitivamente, aunque a veces hace algunas reparaciones, ‘trabajitos para jubilado’, le digo.
– ¿Tienen que renovarse permanentemente en la formación profesional, hay mucha renovación tecnológica?
— DN: Sí, permanentemente. La semana que viene yo me voy a adquirir una máquina nueva y tengo que hacer un curso para el uso. Continuamente, debemos estar capacitados.
– ¿Cuál oficio evoluciona más, la joyería o la relojería?
— DN: La joyería evoluciona más. Porque con la relojería estás limitado a reparar, nada más. En la relojería no se puede fabricar nada, hacer un chip o un engranaje. Y fabricación nacional no hay nada, todo viene de Japón, de Oriente. En cambio, en la joyería adquirimos una máquina nueva para hacer otro tipo de grabados, eso evoluciona continuamente.
– En tu caso, la formación ya incluyó las nuevas tecnologías.
— AN: Yo no me especialicé, hice el curso básico y estas máquinas nuevas son todas de grabado.
Joyería en la Argentina
– ¿La joyería es un rubro muy repartido en el país?
— DN: Somos pocos. Falta toda una generación en nuestro rubro. En la época del presidente Menem, con el uno a uno, los talleres todos murieron, porque era más fácil importar artículos de oro o plata, que fabricarlos. Hubo 15 o 20 años que desapareció todo. Recién ahora, en la generación de Agostina están reapareciendo los técnicos en formación como elaboradores. Aquella vez, el que tenía un taller lo cerraba e importaba.
– ¿Y Uds. cómo la pasaron en ese momento?
— DN: Se vendía mucho más y había menos taller. Hoy, las ventas se mantienen pero hay más taller. El uno a uno embromó la producción, porque entonces vender oro era como vender caramelos. Los talleres artesanales habían desaparecido. La generación de mi papá, está retirada; está mi generación, que le siguió. Después desapareció una generación y ahora, aparece la nueva generación de Agostina. En esta nueva generación, por ejemplo, en la escuela donde ella estudió, son casi todas mujeres.
– ¿Argentina tiene buena escuela de joyeros?
— DN: En los últimos años, ha levantado mucho. Italia, España, México, que tiene muy buenas hechuras. Cuando uno va adquiriendo tecnología puede hacer buenas piezas.
– ¿Qué se importa del exterior?
— DN: Hay de todo, mucho hablan de los chinos. Tengo máquinas chinas sin ningún problema. El acero es lo que más está viniendo de China. Platería de Italia y España viene mucha; logran cosas muy livianitas. Creo que Italia es el país qué más fuerte está con su calidad de trabajos joyeros. Por lo menos, en lo que se ve. Por lo que veo, con Brasil estamos mejor. Ellos tienen otras técnicas y trabajan mucho el enchapado y el dorado.
El toque femenino
– ¿Es un trabajo más femenino la joyería?
— DN: Hoy sí. Antes estaba más dedicado el varón.
— AN: Yo estudié con una mayoría de chicas, había solo tres o cuatro varones en mi curso.
— DN: El cambio, creo, tiene que ver con que antes la mujer estaba más en la casa. Pero la joyería está ligada a la mujer, el 90% de los productos son para mujer. Cuando ella quiso trabajar conmigo, la alenté a estudiar joyería, porque la relojería es reparar y nada más, eso lo puede aprender conmigo. Pero la joyería es muy amplia.
– ¿Se nota más el toque femenino en la joyería?
— DN: Claro. A ella y a mi señora las dejo que hagan las compras, y le pegan siempre. Están más a la moda. El varón está más limitado, algún anillo o una cadena, y de eso no salís. Pero la mujer no, es quien consume en la joyería. Yo estoy en el taller, en lo más técnico, como la elaboración de metales. Estoy más en eso. Me siento y me pongo a leer y estudiar sobre metales y procesos; eso me encanta. ‘El banco’ o ‘la mesa’, como se dice.
— AN: En mi caso, estoy en todo pero me gusta más también el trabajo técnico.
– ¿Hay libros y revistas de estudio?
— DN: Hay mucho por internet, compré enciclopedias de España o de Colombia así. Se hacen foros vía internet; a veces, uno tiene un problema y pide consejo para solucionarlo. Por prueba y error, con la experiencia uno va aprendiendo.
Materiales
– ¿Qué materiales se usan en joyería?
— DN: Acero, plata, oro, de alta gama tenés platino, oro blanco. Lo más común el acero y la plata.
– ¿El titanio?
— DN: En relojería se usa; en joyería muy poco. Porque es un metal muy difícil de soldar. Se suelda bajo cámaras sin oxígeno. En relojería anda mucho el titanio, pero no es un metal maleable, que se pueda doblar. En cambio, oro y plata son más dúctiles y maleables.
– ¿Hay producción propia?
— DN: En relojería nada, se importa todo desde siempre. Hubo un intento de hacer en el sur despertadores de pared Voxtronic. Nunca hubo producción nacional. En joyería, la mayoría de los artículos se producen acá, pero las maquinarias son todas importadas. En materia de joyas, el 80% debe ser manufactura nacional. Incluso, con el cambio del dólar lo importado se fue muy alto y no conviene traerlo.
– A nivel internacional, ¿en relojería quienes son los países fuertes?
— DN: Hoy está Japón, que terminó con Suiza, que era el gran productor mundial. Cuando fue el tsunami, Miyota Corp., la empresa que maneja toda la producción de máquinas de relojería; tienen el 90% del mercado mundial, desapareció porque quedó muy afectada por el tsunami. Pero en un año estuvieron trabajando de vuelta; tuvieron que armar todo de nuevo y lo lograron.
– ¿Qué les quedó a los suizos?
— DN: Hay algunas marcas líderes que se mantienen. Por ejemplo, Rolex mantiene su liderazgo, pero más por la marca y lo que representa.
De la nieta al abuelo
– No es habitual que un joven estudie joyería. ¿Qué dirías, Agostina, a quienes están pensando en estudiar?
— AN: Yo lo hice porque tenemos el negocio y tenía conocimiento; no es fácil elegirlo. Incluso cuando decía a la gente qué estudiaba, no sabían de qué se trata ser joyero.
– Y tus compañeros de estudio, ¿venían de familias de joyeros?
— AN: Algunos sí, otros no. En Buenos Aires, creo que se puede conocer más el tema.
— DN: El oficio es muy tradicional heredarlo dentro de la familia. A mí no se me hubiera ocurrido hacer otra cosa.
– ¿Cómo se le ocurrió ser joyero y relojero a su padre?
— DN: A él nunca le gustó el campo. Y de chico le llamaba la atención que su abuela, mi bisabuela, tenía un reloj de pared y cada tanto lo aceitaba. Por una revista conoció la propaganda de la escuela que tenía para estudiar varias especialidades: relojería, radio y otras. Se le dio por mandar un pedido por relojería y se enganchó ahí. Primero, estudió por correo; y los dos últimos años los estudió en Buenos Aires, porque debía hacer las prácticas. Cuando estaba la Relojería Maral, de Furlán y Dettler, cuando cerraron me regalaron todos los libros que tenían, estudiaban por correspondencia. El trabajo tiene secretos que uno lo va aprendiendo con la práctica.
Quiénes son
Darío José Neiff tiene 48 años, es joyero y relojero, está casado con Yolanda Jumilla y tiene tres hijos, Gonzalo, de 24 que se recibió de médico en UAP; Agostina; y Florencia de 20. Estudió joyería en Escuela Suiza de Relojería, en Buenos Aires, y aprendió joyería en forma particular en la Escuela El Crisol de Rosario. Su padre es Reimundo José Neiff, iniciador de la empresa familiar, y su madre es María Celia Rau. Tiene un hermano, Ariel Neiff, que vive en Paraná.
Su segunda hija, Agostina Ailén, es joyera recibida en el Complejo Educativo de la Joya, en Buenos Aires y continúa en la firma comercial.
Confianza y transparencia
– ¿Cómo se llevan con los colegas?
— DN: En Crespo, tenemos dos colegas que trabajan en joyería y relojería y no tenemos problemas entre nosotros. Tan es así que a veces tenemos distribuidores en común, juntamos en un paquete los pedidos y la encomienda una vez la paga uno, otra vez paga el otro. ¿Para qué te vas a pelear?
– ¿En qué hace la diferencia para fidelizar clientes?
— DN: Hay clientes para todos. Siempre digo que ‘el sol sale para todos’; tengo muchos clientes de otras localidades. Hay clientes que les gusta como los atiende uno. Nuestro rubro, en la población es muy desconocido. Si vamos a ver una prenda, cada uno sabe si es de calidad o no. Pero si te vendo un anillo, ¿cómo sabés si es de calidad? Para saberlo, tenés que ir a Buenos Aires con un químico que lo analice. El rubro nuestro debe generar mucha confianza y mucha transparencia, eso siempre lo decía mi viejo. Con los años, esa confianza y transparencia repercute positivamente. Por ahí, podés fallar en un diseño o una terminación, en la mano de obra; pero nunca se le debe ‘meter el perro’ a la gente en cuanto a la calidad. Que sea el metal y la calidad que el cliente quiere y vos le asegurás. Eso es primordial en nuestro rubro y repercute en el negocio a través de los años. Después, a cada cliente le gusta lo que hace uno u otro joyero; o la manera de atender.