¿En cuál de las dos filas estás?
** “Las quejas de la gente ahora son porque hay que esperar dos horas para ir a comer”, dijo Alberto Fernández como diciendo que los argentinos estamos más que bien. Y no lo vamos a contradecir pobre gaucho, que para eso ya hay muchos de la opo y de la propia tropa sacando número; pero no es lo mismo esperar dos horas en la fila de Tío Cuzio, Montecatini o el Torreón del Monge, en Mar del Plata, que en un comedor comunitario donde en la espera podés sufrir un accidente al pisar un perro que está en el mismo plan que vos.
** Vea presidente; esto siempre fue así; donde hay morfi se hacen colas de espera y en los cajeros donde les tirás un mango a los ‘únicos privilegiados’, también. Pero si mal no entendí usted no se refirió a las dos colas para comer, porque estaba hablando de una sola, la del turismo; es decir de las mismas personas que todos los años salen a vacacionar, incluidos los que este año hicieron mayores diferencias gracias a la inflación y no les importó que en Uruguay cueste 640 pesos argentinos el litro de nafta, o irse a Brasil a pagar diez o doce mil mangos por una grande de muzza. Muy interesante la estrategia suya de hablarles a los pobres con tono de hermano solidario y gobernar para los ricos, para cobrar en dos mostradores.
** Sabemos que usted no se habla con Massa y cuando llama al Indec para pedir estadísticas también le dicen ‘recién salió’ cada vez que pregunta por alguien, pero qué le costaría crear un perfil falso y conseguir toda la información interna que desee. Le tiro una idea, simule la voz haciéndose pasar por el Gato Silvestre (el de C5N, no me vaya a estar poniendo la voz pastosa del que se la pasa corriendo al canario Twitty) y pregúnteles cuántos son ‘los otros’ que también esperan comer. O mejor, ingrese directamente a su página oficial del Indec, que quizás achica el número pero está. Allí dice que el 36,5% de la población apenas zafa con el bife de entraña, y que el 8,8% solo lo ve en los cumpleaños. Es más o menos así, figurativamente.
Insisto, ¿en cuál de las dos?
** No voy a contradecir al presidente de la Nación, pero convengamos que donde hay comida siempre se hacen colas. Según él, multitudes se bancan dos horas de aguante en los restaurantes, pero le está faltando el dato del tiempo de amansadora en los comedores comunitarios, donde no es tan entretenido esperar y al que llega último le toca el quemadito que se pegó en la olla.
** Aunque usted no lo crea, presidente, el tiempo no es igual para toda circunstancia. Perdone la comparación pero eso depende de qué lado de la puerta del baño uno está. Acuérdese del famoso diálogo más corto: ¡Uéppp!… ¡Ah!. Un minuto no vale lo mismo para el que atropella con apuro desde afuera, que para el que está del lado interior, ¿no es cierto? Bueno, lo que trato de decir es que en los comedores es igual o parecido. Para quien cenó y desayunó solo unos mates de yerba lavada, esperar dos horas el almuerzo no es lo mismo.
** Sorprende que el mismo demagogo que habla todo el tiempo con tono caritativo sobre gobernar para los más necesitados, respalde su supuesto éxito gubernamental en la fuerte demanda que se ve en los restaurantes de las ciudades balnearias, donde los más necesitados, con suerte son los que pasan a la hora de cierre a buscar sobras. Un estadista hablaría sobre planes para bajar la inflación que crea pobres y favorecer las inversiones que crean trabajo para los más necesitados.
Al rescate de Alberto
** ¿Hay alguna perla blanca para Alberto? Durante su rotetion por Entre Ríos, el presidente de la Nación parece haber sido alumbrado por la feliz coincidencia de un número redondo. Dijo estar entregando la vivienda número 85.000 de su gestión. Permiso, le vamos a corregir el dato. Según el Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat, hasta ese día se habían entregado 87.151 viviendas, de las cuales llegaron a Entre Ríos 3.479. ¡Aplauso para el asador!, esa es muy buena aunque el ‘estadista’ redondeara un número por desconocer el real. Lo importante es que se haga y que sean muchas.
** ¡Felicitaciones! Siempre, siempre, hicieron falta viviendas de planes estatales, pero nunca tanto como ahora, cuando tenemos una clase media descendente. Espero no pecar de nostálgico al recordar que hubo tiempos de clase media ascendente, cuando todo aquel que trabajaba podía soñar con la compra de un terreno y poco a poco la construcción de su casa propia. A la siguiente generación les hizo falta trabajar ambos (él y ella) para concretar ese objetivo básico de un techo por “mérito” propio (el ahora tan vapuleado mérito)
** Para las generaciones subsiguientes fue más difícil todavía. Les demandó más tiempo y esfuerzo, hasta que los jóvenes de hoy en edad de hacerlo perdieron hasta el derecho a soñar con un techo propio y seguro. Seguro significa no atado a contratos de alquiler sujetos a leyes dictadas por legisladores oportunistas y demagogos que votan corporativamente, empeñados en ‘nivelar para abajo’. Y significa no ser un paria al que no se le quiere alquilar cuando ha procreado porque “no se admiten niños ni animales”.
** En este presente tan poco propicio al sueño de los que llevan una vida ordenada y se esfuerzan, debemos aplaudir cada vivienda que es entregada por los propios gobiernos que fueron creando la dependencia del Estado, cuyo concepto de ‘igualdad’ es planificar un país uniforme donde todo el mundo viva de la misma forma, en casas pequeñas de cuya deficiencia de construcción nadie se hace cargo. Pero, como sea, aplaudiremos sinceramente cada una que se inaugure donde quiera que sea, porque la vivienda es un derecho y actualmente no hay esfuerzo que alcance.
Ni de ahí con las dos lucas
** Como “dentrando a salir”, digamos que esperábamos los billetes de 5 y 10 lucas y nos mandan al hermano menor; el billete de 2.000 pesos que alcanzará (si se apura en salir) para un kilo de helado o una tirita de falda. Si vas por dos bols con papas fritas sin cheddar te van a sobrar unas monedas. Es tan baja esta nominación que para pagarle la jubilación al ex gobernador Urribarri harán falta el mes próximo 1.000 de estos billetes, generándole una enorme incomodidad para el retiro. ** Y usted dirá por qué abordamos estos temas intrascendentes en un país donde hoy por hoy el único, grave y máximo problema, es derribar y luego agrandar a la misma Corte Suprema que este mismo gobierno achicó y nombró en 2006. Bueno, es porque esta columna está dedicada más bien al sainete nacional que a los asuntos importantes.