El reloj mecánico de Aránzazu: Un objeto fascinante que se resiste al paso del tiempo
Un total de 110 escalones, divididos en dos tramos, son necesarios para arribar a la cúspide de la torre donde se aloja el reloj centenario. El jueves último se escucharon repetidas veces sus campanas ya que el relojero Avelino Andrés Varela estaba dando los ajustes para recuperar su inconfundible y característico sonido. Pero más allá de lo técnico, tener la posibilidad de acceder a este lugar y ver de cerca esa compleja conjunción de engranajes, es tan movilizador que lleva a valorar el trabajo silencioso que han hecho quienes guardaban su integridad, ya que hoy se trata de una reliquia histórica que solamente atesoran dos edificios religiosos en Entre Ríos, el nuestro en Aránzazu y la catedral de Gualeguaychú.
El Vicario de la Parroquia Aránzazu Emmanuel Tournoud nos facilitó y acompañó en el ascenso hasta ese lugar casi mágico, donde descubrió la caja en la que se aloja la máquina que donara Magdalena Otaño, en memoria de su difunto esposo Don Lorenzo Ezpeleta, y sobre lo cual existe un contrato que data del 12 de agosto de 1879, cuatro años después de la inauguración del templo, al que accedió Paralelo 32 gracias al aporte de Jorge Rubattino Faccendini (Old Victoria). Cabe señalar que la Municipalidad también tiene su parte en el mantenimiento de este artefacto.
Desde el fallecimiento de Rubén Tomás Navoni, ocurrido hace pocos meses, el reloj no tuvo mantenimiento y al agotarse la cuerda se debió acudir a quien fuera su predecesor para sincronizar el sistema de contrapesos que hace funcionar las campanas en el cuarto, media, tres cuartos y hora. Fue entonces que Tournoud acudió a Avelino para pedirle algunos detalles de su puesta a punto, ya que el sacerdote comparte esa afición por los relojes a cuerda y desde ahora será quien se ocupe de su cuidado. “Avelino quiso subir, y si bien es una persona mayor demostró con esta acción lo mucho que quiere a este objeto y a la virgen, y tras algunos ajustes pudo lograrlo sin mayores inconvenientes”.
Ya en el descenso el cura nos comentó que Avelino le relató como anécdota la vez que el tramo más derruido de la escalera de madera (luego reemplazado por hierro) se soltó de la pared con él arriba; y fue allí cuando el relojero lanzó su plegaria a Dios y curiosamente la escalera volvió a su lugar. Sin dudas debe haber sido un momento de mucha espiritualidad.
Un objeto fascinante
Tras descubrir la caja que protege a los engranajes, péndulo y el áncora – que según nuestro interlocutor es como el corazón del reloj – se pueden advertir algunas piezas que han sido construidas por Varela y Navoni para reemplazar a las que sufrieron el normal desgaste del tiempo, y que afortunadamente tienen la inscripción artesanal de sus hacedores, otro testimonio más del cuidado y cariño que estos hombres han demostrado por la máquina.
Mirador
El espacio no está abierto al público, ya que si bien se proyecta dotar de un mirador a la ciudad es la otra torre la que se utilizará para este cometido sobre el que avanza la Municipalidad, a partir de un convenio con las autoridades parroquiales. Incluso en la base se está montando y acondicionando el espacio para una oficina de turismo donde se podrá acceder a detalles de éste y otros contenidos de nuestro patrimonio cultural-histórico-arquitectónico.
El relojero que figura como el que dio cuerda a esta maquinaria casi perfecta fue Víctor Chiabrando; y ya en el nuevo milenio, desde el 2004 a 2009 estuvo Varela, luego lo reemplazaría Navoni hasta su reciente fallecimiento. “Ocuparse del mantenimiento es una tarea que además de luchar contra las palomas, involucra desde lubricar (aceitar y engrasar) las partes mecánicas del reloj, y darle cuerda, que se hace entre campanada y campanada al menos dos veces por semana. Además, bajo ninguna circunstancia se debe dejar llegar los contrapesos al piso (tres pesas de 50kg cada una que se elevan con un sistema de poleas conectado al reloj), que es equivalente a quedarse sin cuerda, porque se sale de escuadra”, añadió Tournoud, quien en las últimas horas subió seis veces a controlarlo.
En el interior de la maquinaria también hay un reloj que sirve de testigo, para mostrar lo que indica el reloj de la torre, sin dudas estos objetos a la luz de nuestros días pueden parecer ‘pasados de moda’, pero al llegar hasta sus dominios, el espectador no puede menos que rendirse ante tan asombroso y preciso mecanismo: “me gusta controlarlo con el reloj de pulsera, y es asombrosa la precisión que demuestra al segundo”, nos relata el sacerdote que es todo un aficionado a estos artefactos, al punto que tiene varios de ellos en su oficina. “El párroco me suele tirar la oreja cuando suenan las alarmas”, dice entre risas.
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