El libro electrónico no reemplazó a los libros y las bibliotecas
En los tiempos que corren, internet, los smartphones y las redes sociales, parecen ser un duro escollo para la difusión del libro y la lectura a través del sistema de bibliotecas populares de la Argentina. La nuestra es una red única en el mundo por sus características, centradas en la iniciativa de las comunidades locales, que se organizan a través de una asociación civil. A nivel nacional, la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip, creada en 1870 por el presidente Domingo F. Sarmiento) desarrolla una política de aportes y coordinación de las más de mil bibliotecas populares distribuidas por toda la geografía nacional.
El presidente de la BPO, Adrián Pittavino, y la secretaria Liliana Müller, destacaron en diálogo con Paralelo 32 el trabajo y los desafíos del presente para la institución a la que pertenecen desde hace más de cuatro décadas.
“Ahora tenemos un sistema informático que nos permite medir algunas cosas que antes no se podían medir. Vemos que el número de lectores no disminuyó, pero bajó la cantidad de libros que lleva cada lector”. “Además, notamos que hay más lectores, pero se retira la misma cantidad de libros”, agregó Pittavino.
El sistema informático les permite ver cuánta gente retiró libros. “Antes, el socio devolvía un libro y enseguida llevaba otro; ahora dice ‘la semana que viene vuelvo’ y no lleva un libro nuevo al devolver el que leyó. Lo que no tenemos es gente en sala, y no tiene que ver con la pandemia, tiene que ver con internet”, señaló Müller y agregó: “Antes los alumnos chicos iban a la biblioteca a buscar los gobernadores de cada provincia argentina, datos de matemática, biografías de personajes históricos; teníamos todas las tardes la sala llena con chicos solos o con sus madres, buscando datos en libros. Eso se fue perdiendo porque ahora ellos le preguntan al teléfono. Antes no nos alcanzaban las mesas y las sillas para que se sienten los chicos. Cayó ese tipo de consultas del momento. Pero, seguimos teniendo estudiantes que llevan libros de texto”.
Müller recordó otra situación que ya no se da, con los libros únicos en todo Crespo que sólo tenía la Biblioteca y estaba prohibido prestarlos a un socio, porque muchas personas necesitaban consultarlos. “Por ejemplo, algún libro de salud cuando había surgido una materia sobre educación para la salud y teníamos el único libro en la ciudad. Eso ahora desapareció en el mundo, no solo en nuestra biblioteca”.
Pittavino agregó que ahora “se buscan mucho los libros de esparcimiento”. Müller completó: “Y los educativos específicos, por ejemplo, se mueve mucho historia o algún tema muy particular”.
Además los visitantes ocupan mucho el wi-fi de la biblioteca para usarlo con sus propios equipos, netbooks, PC o celular, “más que la computadora de la biblioteca, sobre todo los alumnos secundarios de últimos años y alumnos terciarios”, según Müller.
– ¿Tienen temor que se acaben las bibliotecas?
— Müller: En algún momento lo pensamos con el audiolibro y otras innovaciones. Pero no pasó, tampoco en el mundo.
— Pittavino: Vemos que el papel no es reemplazado por los libros electrónicos. — Müller: Me llama la atención que los adolescentes piden el papel. A menudo, tienen un libro de lectura en el aula y la profesora les pasa el archivo PDF del libro. Pero llegan a la Biblioteca a buscar el libro porque no les gusta leerlo en el teléfono. Temíamos que el libro desapareciera; pero eso no pasó. Un dato: en Crespo, últimamente, inauguraron dos librerías.