Del libro “anécdotas de por acá”: Pepe Máchovec y Danilo Ruíz Díaz
Por Orlando Britos
Estas anécdotas, juntas, pretenden ser un homenaje a dos queridos amigos, muy inteligentes y únicos en sus profesiones: Pepe Máchovec, lamentablemente fallecido después que lo entrevisté, y Danilo Ruíz Díaz, ambos, seguramente de coeficientes mentales más altos que el común de nosotros.
¿Porqué elegí a ambos? Porque hay en sus actividades desarrolladas mucho en común. Si alguien andaba con un problema que no tenía solución en la parte mecánica, porque ningún otro lo podía hacer funcionar bien, había que ir obligadamente a lo de Pepe, que él, después de estudiar el problema, proponía la reforma mecánica de alguna pieza, y seguramente se solucionaba. Si alguna pieza no se conseguía, surgía inmediatamente el nombre de Pepe, para que en su torno rudimentario, heredado de su padre, la hiciera con tanta precisión que no se notara que no era de fábrica.
Lo mismo con Danilo, a quien muchos acuden cuando tienen problemas que algunos ingenieros no pueden resolver, en aparatos electrónicos, de televisión, o máquinas electrónicas o electromagnéticas, o similares de industrias, de automóviles importados, o de lanchas de comandos computarizados. Danilo seguramente, después de estudiar el problema, da en la tecla. Así también era con Pepe. ¡Para mí, eso tenían en común!
A ambos acudían quienes ya no tenían solución para su problema mecánico o técnico. Por lo menos yo siempre los asocié así.
Entonces un día se me da por ir a lo de Pepe y preguntarle:
-Pepe, ¿Cuál fue el trabajo más raro que te tocó hacer?
-Y muchos, pero del que me acuerdo es el de un barco de ultramar de un país europeo que estaba en el puerto de Diamante.
-Y como fue eso?
-Un día llegaron a casa, gente de la Prefectura Naval Argentina, con tripulantes de un barco de un país de Europa. Entonces me dijeron que se les había roto una pieza grande del barco, y que pedir la pieza en los astilleros de fábrica, en Inglaterra, iba a llevar un tiempo largo, que le impedía al barco seguir con su viaje de un itinerario de carga de mercaderías que debía cumplir. Entonces preguntaron si no había en la zona, fábricas de piezas de maquinarias viales con modernos tornos, para ver la posibilidad de hablar con un ingeniero para hacer esa pieza. Y se ve que alguien que tenía alguna referencia mía tiró mi nombre como una posibilidad, y se largaron para acá.
-¿Y?
-Y entonces me mostraron en el croquis del barco cual era la pieza y que trabajo realizaba. Así que acepté el desafío.
Fuimos al barco, donde los marineros buzos desarmaron la pieza y la trajimos a mi taller. Allí estudié la misma, sus formas, el tipo de material, la resistencia que debía tener en cada punto de apoyo, en fin, todo, y puse manos a la obra. Decidí hacerla nueva y no tratar de arreglarla como ellos creían que era más fácil. Pero yo sabía que el resultado no iba a ser el mismo. Identifiqué el material necesario y empecé a tornear cada uno de los detalles de la misma. Trabajé exclusivamente en esto, varios días y varias noches, hasta que lo terminé. La llevamos, se colocó, hicieron marchar los motores, y el barco comenzó a moverse, porque uno de los problemas más graves era si la pieza había sido hecha con material que resistiera la fuerza que debía hacer. Lo probaron, y luego de ver que hasta ahí no había pasado nada, decidieron zarpar. Me enteré después que el barco hizo todo el recorrido que le faltaba sin problemas. Creo que ese fue el trabajo más raro que hice.
Ahora me quedaba ir a lo de Danilo.
-Danilo, cual fue el trabajo más raro que hiciste?
-Varios, pero te voy a contar uno. Era cuando comenzaban a llegar los adelantos técnicos electrónicos a los instrumentos quirúrgicos. (Esto hace casi treinta años.)
Estaba yo en mi taller, cuando apareció un médico amigo, todo de blanco, y con la máscara de género baja (barbijo), bastante nervioso.
-¡Danilo, Danilo! ¿Estamos operando un paciente y se nos rompió un instrumento quirúrgico de sutura electrónica, y debemos cerrar urgente! ¡Recogé tus herramientas y vamos!
-Salimos disparados! ¡Me metieron en el quirófano y allí me mostraron el instrumento que no andaba! Yo siempre ando leyendo todo lo que sale, y se trataba de un bisturí suturador de última generación.
Al paciente le habían abierto el ano. Estaba boca abajo, y para colmo de males, según me fue contando el médico en el camino, mientras me llevaba velozmente, era un paciente que sufría del corazón y tenía un marcapaso.
¡Por la anestesia tenés dos minutos para arreglarlo!
-Entonces pensé, medio minuto necesito para abrir el electro-bisturí, otro medio para cerrarlo, no me alcanza! -Necesito un minuto, o un minuto y medio más, les dije mientras s a desarmar. Los médicos atendían el paciente que estaba boca abajo, y que había sido abierto en el ano, y allí esperaba, sin saber, que en esos momentos, estaba puesto su destino en mis manos y mis conocimientos, pero fundamentalmente que diera rápido con el problema!
El aparato a arreglar era un equipo electrónico, generador de corrientes de alta frecuencia, que para suturar actúa por medio de arcos voltaicos, y pueden ser monopolar o bipolar. ¡Trabajé rápidamente! Comencé a estudiarlo más rápido aún, primero hay que buscar algo desconectado, es el abc de nuestra profesión, ¡lo encontré en una parte que a simple vista no se veía!, pero yo tengo experiencia en mi profesión y se que una soldadura puede parecer que está bien por la posición, pero que al invertirlo se separa, y por lo tanto deja de funcionar, soldé rápidamente, ya que previendo había enchufado enseguida que llegué el soldador, y lo probé desarmado. Al primer ruido de que andaba, lo desconecté, y comencé más rápido a armar el aparato, ¡Ya está! Dije, ¡me lo sacaron prácticamente de las manos, rodearon al paciente, que ya estaba al límite de la anestesia, y comenzaron a concluir el trabajo! ¡Fue todo un éxito!
Yo me fui a mi casa a pie, con mi cajita de herramientas, pitando un cigarrillo, porque ellos seguían en el quirófano (que nombre tan apropiado Quiróf…ano)
Nunca supe quien era el paciente, culminó Danilo , ¡Que lástima!, me hubiera gustado saberlo. – ¡Por ahí andará el dueño del culo rectificado a nuevo, haciendo alardes de su buena compresión, y seguramente, estará agradecido al cirujano que lo operó, pero nunca sabrá, que “la potencia recuperada de su tronera”, que ahora hace temblar el inodoro y vibrar los azulejos, se lo debe a Danilo “Camoya” Ruíz Díaz, un ingeniero reconocido en una amplia zona, … pero sin título.