¿Cuál fue tu decepción de esta semana?
** En nuestro país no se gana para decepciones. Cada día un nuevo desencanto que olvidamos rápidamente porque necesitamos estar listos para el próximo desengaño.
No puedo imaginarme qué se le viene a la mente a usted al leer este planteo, pero sí puedo decirle cuál fue mi caso más reciente.
** Me habían dicho que con solo espolvorear sobre los ravioles una mínima cantidad de un polvito mágico, podíamos servirnos cuatro platadas bien salseadas y con buena carga de sardo o parmesano, y el organismo solo sufría el impacto de una. De las restantes tres se ocuparía el Satial o Vientre Plano (así se llaman los dos productos mágicos), que convierte los carbohidratos en nada, ni siquiera en flatulencias; nada; desaparecen. Si a esto lo verificara la OMS, aprobándolo, el Satial tendría la misma repercusión mundial que tuvo en su momento de hallazgo el Viagra. Pero los diarios del orbe no hablan de Satial ni Vientre Plano, ni de ti, ni de mí.
** Resultó que esta semana la Secretaría de Comercio Interior, multó a los dos laboratorios que venden estos productos ‘mágicos’, por “publicidad engañosa”. Parece ser que el Secretario se confió y espolvoreó todos los asados, verificando, al cabo de tres años, que en adelante deberá comer rúcula sin sal y hacer doble running durante un quinquenio, para recuperar el peso preSatialico.
** Mientras tanto ¿alguien escuchó a la Anmat decir que eso es puro humo, o que es tan bueno como lo pinta el fabricante? Imagínese, si la Anmat se está tomando dos años y vaya a saber cuántos más para resolver sobre la eficacia o no del ibuprofeno inhalante, o el uso de la Ivermectina, el dióxido de cloro (experimentado ya en varios países); para resolver sobre Satial y Vientre Plano van a esperar las estadísticas sobre obesidad del Censo 2030.
Marche con fritas y mayonesa
** Manga de desalmados, incapaces de pensar en cuánta ilusión pueden generar en tipos como yo y mujeres como ellas, ofreciéndonos volver al Vientre Plano de los 20 años de edad, con solo reemplazar la ensaladita de zanahoria y remolacha por triple porción de unos suculentos fetuchinis con salsa de osobuco.
** En este país todo es desproporcionado; el poder político quiere exculpar a Fabiola por compartir una porción de torta con crema entre sus amigos contratados de privilegio, mientras arma un revuelo por el plato de tallarines que aparece en el empaque de estos dos productos. Por si no han escuchado nombrarla; Fabiola es la primera dama argentina y desde hace unos días es la nueva Eva. No Eva Perón sino la de la manzana en el huerto de Edén, a la que su Adán mandó al frente cuando Dios le preguntó ¿qué has hecho bolú?
** Pero… a no desesperar aquellos que todavía no tuvieron la oportunidad de espolvorear sus platos con este talquito prometedor. Nadie lo ha prohibido, Comercio Interior solo les dio un plazo para cambiar las imágenes del packaging y las publicidades engañosas, habiéndose percatado muy tardíamente de que “ambos laboratoriosinfringen la Ley de Defensa del Consumidorpor vulnerar el deber de suministrar información cierta y veraz, emitir mensajes publicitarios que representarían peligro para la salud”… etcétera. .
** Tanto escándalo por la ley de rotulado, que obliga a firmas tradicionales que etiquetan con todas las especificaciones, a estamparles además, a sus productos, grandes y coloridos stickers de advertencia, que los harán parecer veneno puro. Está bien obligarlos a ser claros sin pasarse de mambo; eso no se discute; la decepción es porque los dos productos señalados no cumplieron esas normas y nadie los está obligando a cumplirlas. Solo reciben una leve sanción tipo ‘reemplazame las figuritas’. Si en tu comercio te descubrieron un producto vencido hace 12 horas, te meten un camión marcha atrás y te vacían la góndola sin contemplaciones, a menos que Moria Casán y Nacha Guevara digan que el producto está bueno.
Etiquetemos a los candidatos
** Si los señores legisladores que aprobaron la ley de Defensa del Consumidor, cuando nos piden el voto no nos muestran una etiqueta que indique de qué están hechos, están contraviniendo la propia ley que aprobaron, pero a eso ya lo hemos naturalizado. En cambio si el jefe supremo dicta un decreto con el que nos encierra a todos por pandemia y ni a nuestros muertos podemos despedir, y él mismo no lo cumple, ¿qué haremos con las personas que fueron multadas y hasta detenidas por no cumplir lo establecido en aquel DNU? That is the question (hoy estoy shakespereano)
** No estamos proponiendo la ficción del Gordo Orwell en su clásico Rebelión en la Granja, todo lo contrario, pero sí advirtiendo que nuestra juventud no es tan fácil de ser contenida con su espíritu transgresor, y puede cabrearse del todo ante tanto descaro de nuestros representantes.
Recordemos a Shakespeare, así de paso hacemos parecer que hemos leído algo de él: «la juventud se revela contra sí misma, aun cuando nadie se acerque a hostigarla». ¡Imagínate cuando les meten la mano en la ingle!, después de haberse sentido tan observados durante la pandemia, por sus ansias de libertad y diversión.
La rebelión de George
** El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. No recuerdo quien lo dijo pero en Sojamarca los gobiernos entienden que una mayoría de votos los convierte en dueños del país y no en servidores de los votantes. Es desubicado el “yo les doy”, “yo los cuido”… En campaña se ofrecen para sustituir a los que en ese momento gobiernan, y al asumir se convierten en ellos, o peores. Desde hace décadas vemos que muy seguido se corporiza la metáfora de la Rebelión en la Granja, de George Orwell –a quien ya hemos citado.
** Luego de la rebelión instalada y exitosa, la granja prospera. Con el paso del tiempo, los animales comienzan a abusar del poder y manipular las consignas escritas en su favor, incluso a burlarlas. Poco a poco terminan adoptando los defectos del hombre que habían criticado. La única ley inmutable que permanece a partir de ese momento es: Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros. ** Lindo final para un mangrullo: Todos los argentinos somos iguales ante la ley, pero algunos son más iguales que otros.