Covid-19: ¿El tío Bill querrá vacunarse?
Luis Jacobi (*)
Según recientes encuestas en las que esperamos poder confiar, solo el 38% de los argentinos estaría dispuesto a aplicarse una vacuna contra Covid19 y los restantes dudan o se niegan. El dato curioso es que en Rusia –que nos venderá millones de dosis- es abrumadora la mayoría de los que se resisten a vacunarse en la primera ronda.
Las denuncias en el mundo entero contra un supuesto “Estado profundo” (deep state) que está tomando el control del globo, así como en torno al gran tema universal que es el Covid19, y en particular de una vacuna que tendría el propósito oculto de controlar a la humanidad en coordinación con las antenas de tecnología 5G, son barros de un mismo lodazal. Esta discusión mixta durará muchos años y es tan abrumadora la cantidad de información tanto certera como falsa, opiniones, videos y campañas sobre la cuestión, que quizás podamos aportar alguna claridad mínima los que –sin ser médicos infectólogos ni especialistas en geopolítica– dedicamos mucho tiempo a leer todo, clasificarlo, chequear e investigar las fuentes, tarea que insume muchas horas diarias y no será totalmente objetiva por más que lo intente. Será solo una opinión más.
En una entrevista reciente que brindó Bill Gates (uno de los jinetes del Apocalipsis acusado de financiar un gobierno mundial y el freno al crecimiento demográfico) en el canal CNBC de los Estados Unidos, reconoció públicamente un dato terrorífico y aconseja a los gobiernos a que se protejan legalmente de las muertes que necesariamente van a ocurrir culpa de la vacuna contra el COVID-19.
“Vacunar a la población siempre conlleva muchas muertes, por lo que hay que apuntar a la menor cantidad de muertes posibles por la vacuna. ¿El ideal? Lograr que solo 1 de cada 10 millones de personas vacunadas muera, eso sería un buen resultado según Gates”, dice CNBC. “Pero como la vacuna va a ser obligatoria (¡ops, él ya lo sabe!!), los gobiernos se van a tener que proteger de alguna manera y ofrecer algún tipo de indemnización debido a la cantidad de personas que van a morir por la vacuna contra el COVID-19, que en el mejor de los casos sobrepasará las 770.000 muertes”.
¿Se arriesgarán Bill y Melinda Gates a convertirse en uno entre diez mil, o preferirá evadir la vacuna y cubrirse con unos tragos de dióxido de cloro?
Según el relevamiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS) del 19 de octubre último, había en el mundo 44 vacunas candidatas en fase clínica y 154 vacunas en fase preclínica. Poco o nada se sabe de su composición y lo más curioso es que a todos los profesionales capacitados para expresar dudas, se los descalifica acusándolos de “antivacunas”, aunque nunca se hayan opuesto a todo el plan de vacunaciones ya existente. Tienen razones científicas para dudar de algo que no tiene la misma estructura que las vacunas tradicionales y tampoco el tiempo necesario de experimentación como para conocer sus posibles consecuencias posteriores.
Gates se queda corto. Según el doctor Luis Marcelo Martínez; médico genetista y actual presidente de la Sociedad Argentina de genética médica; todas las vacunas admitidas en el mundo han requerido una experimentación de entre dos y veinte años. Parece que a la más compleja y estructuralmente distinta a las anteriores, la del Covid19, le bastará con unos meses y la masiva prueba en distintos países donde se obligará su aplicación.
Precisamente porque no se han experimentado lo suficiente esas vacunas, la ley que aprobó el Senado argentino el jueves 29 de octubre; obediente con la voluntad de Bill Gates y George Soros; es excesivamente generosa con los laboratorios que producirán vacunas Covid19, en tanto les concede un blindaje que los libera de toda responsabilidad en cuanto a las consecuencias que pueda tener la vacuna.
El principal beneficio que tendrán los laboratorios será la prórroga de jurisdicción, que sólo permite hacer juicios en el país de sede de los laboratorios, una facultad que suele ser incluida en los contratos de deuda externa. Si nos daña la salud, solo podremos litigar ante los tribunales de los países de origen. La misma ley establece que también habrá confidencialidad en las fórmulas de las vacunas, so pretexto de “evitar copias”. Se termina así con las opiniones de especialistas capaces de estudiar y advertirnos sobre efectos secundarios.
Está vigente además en Argentina la ley 27491 de obligatoriedad de vacunación (Art. 7), que nadie objetaría, por todos los beneficios que ha traído sobre todo en la población de niños y adolescentes con derecho a ser vacunados y no siempre con acceso a vacunación. Pero esta vacuna que se anuncia para el Covid19, provenga de donde proviniere (no es una cuestión ideológica sino sanitaria), merece ser opcional hasta tanto sepamos qué resultados tiene a mediano y largo plazo lo que nos inyectan, que sin dudas no es inocuo. Se evitarían así muchos amparos judiciales.
Felizmente el miércoles de esta semana el Ministro Ginés Gonzalez García, después de muchas contradicciones internas en el gobierno, dijo que la del Covid19 “no será obligatoria”. «No va a haber una cosa de llevar por la fuerza a que se vacunen, pero vamos a instar, a convencer», avisó el funcionario. Probablemente –sospechamos, y perdón- la presión vendrá porque nos pedirán el certificado para todo tipo de trámites o viajes.
Advertencias
Dijo el médico genetista Luis Martínez ante senadores de la Nación –no sin antes haber dado una cátedra sobre la supuesta construcción de estas vacunas–: “¿Cómo puedo vacunar con una sustancia sintética sobre la cual no sé nada? A los funcionarios, por favor, una toma de conciencia. Los riesgos resultan inconmensurablemente mayores por sobre cualquier beneficio que se pueda esperar sobre estos compuestos”.
“Si se pretende confidencialidad de contenido de estos compuestos es porque no se puede proporcionar pruebas de seguridad y efectividad. Se trataría de una prueba de compuestos experimentales directamente sobre la población, dándole a la población rango de ratones de laboratorio. Si así fuera, podríamos estar hablando de genocidio premeditado. Esto de lo que estamos hablando tiene una envergadura inigualable en la historia de la medicina”, dijo a los legisladores presentes en Zoom.
¿Entonces qué?
Es muy curioso que para autorizar el ibuprofeno inhalante se exija más tiempo de experimentación, siendo que el ibuprofeno fue inventado en los años 60, y en cambio no se tenga la misma exigencia con una vacuna cuya composición no tiene antecedentes.
Entonces ¿cómo decidiremos si aceptar ser vacunados, o no?
Innumerables hombres y mujeres de ciencia hacen contundentes advertencias mientras que otros los desmienten… ¿Qué haremos los que seguimos esta discusión sin entender a las partes?
Nos queda una luz de esperanza en el ANMAT (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica), que mantiene una alta reputación en nuestro país. Pero la ANMAT depende del Ministerio de Salud, que debería aguardar prudentemente su veredicto antes de anunciar la compra de vacunas en el exterior, que ya fue anunciada y Rusia jamás toleraría –después de un acuerdo- el mal antecedente de un país que rechaza su vacuna por peligrosa o dudosa.
Todo lo que podemos hacer en medio de los debates y contradicciones, es esperar a que se expida el ANMAT y luego tomar decisiones. Hasta el jueves de esta semana había triunfado el reclamo de “no obligatoriedad”, pero nunca se sabe si mañana alguien del gobierno contradice a Ginés. Lo cierto es que en un mundo de 8.740 millones de habitantes donde se habla de achicar mil o dos mil millones de almas, nunca sabemos cuál será el método y por dónde vendrá el genocidio o geronticidio. Eso, más el comportamiento poco claro de nuestros líderes, nos hace justificadamente desconfiados.
(*) Periodista. Director de Paralelo 32