Apuntes preliminares del 2022
** Un meme en Instagram, esta mañana, decía: “Si en este momento usted no tiene amigos con covid es porque usted no tiene amigos”. El humor es hijo de la exageración y la distorsión, pero en este caso acierta en la realidad. El Omicron se multiplica geométricamente, tal como se anticipó, y salvo pocas excepciones nadie es hospitalizado por su causa, contrariamente a lo que se anticipó a la hora de inaugurar la tercera o cuarta ola de miedo para que siguiéramos marcando el paso y vacunándonos. Que no decaiga el entusiasmo.
** Metidos ya en el nuevo año, a conciencia de que nada cambió mágicamente entre el 31 de diciembre y el 1º de enero, vale preguntarnos qué parte de la película iniciada en 2020 nos tocará vivir en 2022 (el año que tiene todos los patitos en fila. Veremos).
En cada brindis findeañero, unos hacen tintinear el vidrio agradeciendo poder brindar, otros pidiendo seguir haciéndolo, otros aspirando a mucho más que eso. Es lo que hicimos también el 31 de diciembre de 2019 y sin embargo 2020 resultó ser el año de lo inesperado, que nos forzó a adaptarnos a una nueva, incómoda y jodida realidad. Fue el año que le puso fin a las mateadas grupales, ¡imagínese lo que es eso para un provinciano!
** Y el 2021 fue una mediocre segunda parte de la misma película, en la que no tan solo fracasamos en la esperanza de superar la pandemia (plandemia si lo prefiere) dejándola atrás, sino que en nuestro país creció la virulencia política sobre las brasas de una doble campaña electoral y sus resultados. Desde hace algunos años, la palabra odio estuvo diariamente en boca de gobernantes y dirigentes hasta que el verbo se convirtió en acción, esparciéndose en la sociedad con la virulencia de un enjambre de abejas africanas, hasta convertirse en cultura popular.
** Al odio cultural se lo puede ver en las redes sociales sin salir de casa, en la calle o en las guardias hospitalarias, donde profesionales de la medicina y la enfermería se hacen hilacha para atender más de lo que deberían y cualquier borracho, drogadicto, o estimulado en el odio de clases, los maltrata, quizás temeroso de haberse contagiado de covid después de haber pasado la noche apilado en una fiesta sin barbijo ni distanciamiento. O se bancan que personas que viven de planes y jamás pagan un impuesto, les gritan ¡me atendés ahora porque a vos te pagamos el sueldo nosotros!
No olvides el ‘santo y seña’
** Habrá quienes digan, influidos por la proliferación de capacitadores y gurúes de la autoayuda que andan por ahí, que los covideanos han sido años de aprendizaje. En lo personal me suena a consuelo y auto conmiseración, habiendo otras formas menos molestas para aprender ¿no es cierto? Una cosa que seguro hemos aprendido unánimemente los casi 8 mil millones de pobladores del globo, es a obedecer los mandatos de la OMS y a vivir según sus protocolos. Hay algunos más díscolos que otros, pero ya serán puestos en vereda. Los patitos tienen que ser puestos en fila. Fijate en Macron, el presidente de Francia, que se propone “joder a nos no vacunados” (textual). ¿Acaso la vacunación no es opcional? Se dice que lo es para no asumir responsabilidades, pero se obliga por otro lado. La típica ¿no?
** De mucho no nos sirvió aprender si ahora mismo nos estamos comiendo el amague del ómicron, que resultó ser un león hervíboro pero nos mandó a todos a aplicarnos la tercera y conseguir el papelito (tranquilos, ya viene el nanochip) del ‘pase sanitario’, porque vacunarse no es obligatorio ni hay responsables por sus resultados, pero sin ese ‘santo y seña’ hay muchas puertas que no se abren.
** Siempre está el humor, Dios Gracias, como el que dice: “Tantas dudas con las vacunas, pero cuando el mismo Pfizer sacó el Viagra, ni el folleto leyeron”. Muy gracioso, pero el Viagra es oral y el intestino desecha todo lo que no absorbe o procesa, mientras lo que lo inyectado no da oportunidad de descartar los metales de su contenido.
¿Y de aquí en más, qué?
** Objetivamente, lo que se puede ver desde el umbral de este 2022 es una humanidad que camina derechito al transhumanismo, es decir el humano ‘perfeccionado’ mediante inteligencia artificial (IA), que además lo hará cuasi inmortal, con capacidad de regenerar sus propias células, entre otros “imposibles”. Por supuesto que sus mentores no están interesados en implantarnos a vos y a mí, chips que multipliquen por millones nuestra capacidad de memorizar y razonar, mucho menos invertirían en concedernos la eternidad a los pobres gauchos que seguimos negando todo eso llamándolo ciencia ficción. Es todo para la élite mundial, no baja a las chaturas donde se lamenta no poder tomar mate en grupo.
** Tan solo 29 meses atrás, en El Mangrullo del 24/5/19, hablábamos de la robotización como algo que se desarrollaría “fuera de nuestro cuero”. Como que estoy acá y el robot allá y le doy órdenes. Hoy la perspectiva es que los robots serán nuestros jóvenes, hijos y nietos, mediante nanoimplantes que nos permitirán convertirnos en semidioses. La tecnología ya está. De todos modos, tras dar algunos ejemplos, nos referíamos a la tendencia que vemos en la actualidad…
**… Es solo el comienzo, la robotización jamás parará de evolucionar. Nosotros seremos cada vez más robots y ellos cada vez más humanos. Nada nuevo dijo aquel columnista del New York Times al escribir; “pero cuando toda la ropa que vistamos esté conectada a internet y no haya paso, latido, sudoración, pestañeo ni segundo de sueño que no sea procesado y traducido, a ver quién se atreve a llevar una camiseta que diga ‘No soy un robot’”.
Aún así, estábamos hablando de tecnología fuera de nuestro cuero, en la ropa. Eso ya es antiguo y lo nuevo es el implante de nanochips.
Que no panda el cúnico
** Aparte de esto, ¿alguien cree que hemos aprendido algo durante la pandemia? Quizás tan solo a unirnos en el espanto convirtiéndonos en manada temerosa. No hemos aprendido tolerancia, porque si así fuera sabríamos comprender y escuchar a los que denuncian un plan global que no lo niegan ni sus propios mentores y hasta se dan el lujo de explicarlo a su modo en Charlas Ted.
Ya lo dijo el finau Russell (Bertrand, 1872-1970): “El miedo colectivo estimula el instinto de manada y tiende a producir ferocidad hacia aquellos que no son considerados miembros de la manada”. No tengas miedo, ten cuidado.