“A los chicos los estamos enredando, no les hacemos un bien”
Crespo.- “Chamaco” Frickel es un personaje de nuestra ciudad, habitual contertulio de muchos crespenses, que parece estar a medio camino entre el anecdotario, cuantioso en su vida, y la filosofía de mirar las cosas un poco más abajo de la superficie. En la redacción de Paralelo 32, desgranó una extensa charla en su estilo coloquial mezclando anécdotas personales, datos históricos y opiniones con experiencia y con lecturas.
– ¿De dónde salió Chamaco?
— Unión puso luz en la cancha. Armamos un equipo del campo, uno era ladrillero, otro alambrador. Y estaba en Puiggari, la firma Jaime que nos consiguió la camiseta de River. Y de cinco en River, jugaba por aquel entonces, en los años sesenta, el ‘Chamaco’ Rodríguez. Yo me había dejado crecer unos mostachos, como ‘Chamaco’ Rodríguez, y ya era casado. Resulta que perdimos el primer partido como 10 a cero, el segundo 8 a cero, el tercero 6 a 0, otro 4 a cero. Calculá vos, el ambiente que había. Pero no va que le ganamos al equipo de San Lorenzo, donde atajaba el ‘gato’ Musich. Viste que el fútbol es así. Había un Escobar, que pateó dos veces al arco y agarró tal efecto la pelota que la metió contra el palo. San Lorenzo no nos pudo empatar, y pierden el campeonato. Había un Retamar en Puiggari, el Coco, ¡gran valor!, me gritó ¡‘Chamaco’! Desde entonces soy ‘Chamaco’. Ahora cuando me saluda una persona… el otro día me dijeron ‘como le va don Alberto’, o los nietos me dicen ‘abuelo Alberto’ y quedo medio…
– No sabe si le hablan a Ud. (sonrisas)
— Y no. Lo mismo cuando corría carreras de auto con una cupecita, o cuando jugaba a las bochas.
– Hubo un Frickel que venía de Rusia y daba clases en Aldea Protestante.
— Era mi bisabuelo que vino de Rusia, Enrique Guillermo. Era pastor en Rusia, pero al venir no podía convalidar acá su formación. Después vino la guerra y se perdió la posibilidad de volver y convalidar. Mi abuelo se llamaba Guillermo; mi papá, Guillermo Natalio, yo Alberto Guillermo, mi hijo mayor Humberto Guillermo.
– ¿Dónde pasó su niñez?
— Me crié en la mitad, entre Crespo y la Villa. Fui a la escuela en Puiggari y en la Escuela 105; tomé la comunión en la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, jugué al fútbol en Sarmiento y en Cultural. Hice todo deporte habido y por haber: fútbol, tiro, automovilismo, bochas. Uno a veces piensa lo que era venirse en bicicleta, diez kilómetros en camino de tierra, para practicar en Cultural; primero se hacía fútbol, porque no había luz, y después se hacía la gimnasia con don Pentke.
– ¿Hacía gimnasia?
— Sí. Y jugaba en segunda, me defendía bien. Pero no podía venir siempre del campo, dejar el tractor. También estuve en el primer campeonato Evita.
– ¿En el año cincuenta y algo?
— 52 o 53. Se hizo el primer campeonato Evita. Por aquel entonces, estaba el club Arsenal. El Arsenal en sí era una potencia. Ellos fueron los primeros, precariamente pusieron tres postes a cada lado. Yo estaba viviendo con mis abuelos en calle Rivadavia, enfrente era todo baldío, salvo algunas casas acá y allá. Pusieron las luces y nos permitían ir de noche a practicar por el sol muy fuerte de día. Hoy, ves pasar los chicos, y a veces me dan lástima, che. Una opinión muy mía, que a las dos o tres de la tarde estén jugando al fútbol. Entonces, no me cierra che, si el clima está cambiando. Aquel sol era mucho mejor.
– ¿Algo no le cierra en todo esto?
— Para mi ver, no sé cómo es el tema y lo he hablado con mucha gente. Como que a la gente joven, a los chicos, los estamos enredando, no les hacemos un bien. Yo me doy con todos, con gurises, con grandes. Y por ahí te hacen preguntas ‘ché chamaco ¿y cómo era antes?’ qué les decís ‘hacía frío’ o que si a las 10 de la mañana un animal no volvía a la sombra, había que buscarlo, se asoleaban. Yo tenía dos tíos y un vecino que sufrieron insolación. A uno lo llevaron a Buenos Aires, por el sol, trabajando en las parvas en los campos. Y otro, no pudieron llevarlo, terminó enfermo y murió. Lo mismo las fotos. El otro día le decía al doctor Oneto, con quien soy muy amigo, está muy fuerte el sol, y andaba con un sombrero chico. Me dijo el: ‘seguí con esa porquería nomás, o no viste fotos de antes’. Fijate, todos antes andaban con sombreros, hombres con el sombrero que llamaban el ‘casco’ que era de corcho; y la mujer igual, todo el mundo.
Tiro federal y colimba
– Comentó que hizo tiro.
— De joven me había dedicado al tiro. Estuve de encargado del Tiro Federal y representé a Crespo en muchos campeonatos, con los Glass.
– ¿Con qué arma tiraba?
— Fusil mauser. Tirando de 350 o 400 metros de parado con el fusil en el hombro, era un armatoste más pesado que esta silla. Si no lo calzabas bien entre el pecho y el hombro, te daba una patada que te molía los huesos. Yo me había preparado para entrar al Liceo Militar. Pero como era el único hijo, ya me quedé. En ese tiempo en el Distrito Militar, el encargado era Romero. Fueron mi abuelo y mi papá a hablar. Y consiguieron que me manden a la Fábrica Militar de Fray Luis Beltrán a hacer la colimba, como le decían al servicio militar obligatorio. Fui a hacer la instrucción un mes, para volver de encargado en el Tiro Federal. De allá volvimos yo y un Gareis, de Boca del Tigre. Los otros eran como 70 u 80 tucumanos…
Había 500 rosarinos y dos mil tucumanos. El rosarino era muy fino y el tucumano no sabía ni leer ni escribir. Siempre me acuerdo que les llegaban las cartas y me pedían ‘ponele que la quiero y no la olvido’. Pero el platazo y el mate cocido, para todos iguales. ‘Carrera march y cortar el pasto con las manos’, todos iguales. Yo fui más tarde, ellos ya había hecho instrucción de campo más de un mes. Yo llegué y estuve para la instrucción en manejo de armas. Ahí me di cuenta de algo, que en la vida nacemos y no sabemos qué nos toca, pero somos todos iguales. Eso falta hoy.
– ¿Fue a la fábrica militar para instrucción sólo para el Tiro Federal?
— Sí, en el año de la colimba. Era toda una ciudad ahí adentro. Está en la vieja ruta 11, no la autopista. Están Barrancas, Timbúes, Fray Luis Beltrán, Capitán Bermúdez y después Rosario. Cuando terminaron el puente Rosario Victoria, con mi yerno y mi nieto Tomasito nos fuimos a recorrer. Cruzamos el puente, fuimos al Monumento a la Bandera, Parque Independencia, cancha de Ñuls, cancha de Rosario Central, el centro. Muy tranqui. Les digo que vamos a ir por la ruta 11. Llegamos a San Lorenzo, al Convento, muy lindo che. Vale la pena por toda la historia, una verdadera parte de la historia nuestra. Si uno pudiera llevar los chicos. Cuando llegamos a la fábrica militar, que ya no es fábrica militar, le digo a mi yerno ‘pará acá que hice la colimba’. Adelante hay grandes murallones. Antes era todo bajito y con rejas. Después vino la guerrilla y atacó, hubo despelote. Por otro lado, ¿qué es lo que realmente pasó con toda esa historia? Había un suboficial haciendo guardia, lo saludé y le comenté que había hecho la colimba. Pero me dijo que estaba prohibido pasar. Mientras prendía un pucho y lo convidé le digo porque los militares ya no estaban en el poder.
– Se inauguró el puente en 2003.
— Me arriesgué o me hecha o vamos a negociar. Le digo que ‘viendo las cosas como están si hubiese seguido el Ejército en el poder, pa’mi gusto estaríamos mejor’. Quedó pensando, me abrió la puertita, llamó a un sargento, nos subió a un Jeep, y recorrimos toda la fábrica. Qué fábrica de armamentos, pero se robaron todo. Qué casas.
– ¿Qué queda de su época de instrucción?
— La franja media de la fábrica militar era la parte del Ejército para los soldados. A la izquierda, como quien va entrando, estaba la franja de hermosos chalecitos para el personal militar. Y a la derecha, era toda la fábrica militar, impresionante lo que era. El arsenal de Crespo dependía de allá.
– ¿Y después de la instrucción militar?
— Cuando pasó el mes de instrucción, volví y quedé como encargado y Gareis como ayudante en el Tiro Federal. En esa época iba mucha gente a practicar tiro. Entonces, yo tenía que llevar con la camioneta. No dependía del arsenal, dependía de mí. Ahora la zona está abandonada, pero eran fosas de varios metros. Te ponías abajo en la fosa para ver dónde daba el que estaba tirando. Con un palo le marcabas en el blanco al tirado. Si agitabas el palo era ‘papa’, señala que había fallado totalmente el tiro. Don Clemente Castro era un comodín o baqueano en el arsenal, con él iba a cortar el pasto, pintar los blancos. El martes era día de limpieza, me daban dos o tres soldados y había que echarle vaselina a todos los fusiles. Eran dos cajas grandes de fusiles para tirar. Los jueves había que baquetear. Yo tenía una llave de la sala de armas ¡Qué épocas! Yo paraba en el bodegón El Trébol, ahora es Independencia y Ramírez. Yo paraba ahí con todas las armas en el vehículo. Don Paifer iba al bodegón, también. Se ataba un ojo para dejarlo descansar y después iba a tirar. Los Miño, el padre tenía un bodegón allá por el agua corriente… Entre el paredón de 300 metros y el de 400 metros había poca luz y había que apuntarle. Al otro lado, estaba un campo y pasaban silbando las balas.
Los códigos de antes
– Quizás hoy estamos más ansiosos y temerosos, porque nos enteramos de demasiadas cosas por TV. Todo el día desastres.
— Acá hay un tema, la libertad de expresión es linda, pero debe tener sus códigos. Cuando en una sociedad no hay códigos, entonces vos al otro le podés mandar mensajes y mostrarle que su mujer está con otro. Ahora ves Crónica ‘¡Primicia! Matan a una persona’. Y no sé si es primicia. El resto está en una tendencia que todos sean ovejitas, en cambio el lobo está cada vez más astuto ¿te diste cuenta? Yo siempre les digo a mis hijos ‘en la vida hay que tener códigos, respeto, ubicación’. Porque si no, quedan indefensos, che. Qué pasa hoy con el tema del derecho de la mujer. No tiene que ser la mujer que era antes, escondida ahí si venía alguien. No, pero tampoco puede… porque vamos a decir lo que es la hembra y el macho en cualquier especie. Nosotros porque sabemos hablar. Está esa parte que se ha perdido, al tipo lo abandonan y se embaló. Antes pasaba lo mismo, y se iban, lo echaban. Hoy no, siguen. Yo lo vi en mi barrio, vos escuchás momentos muy tensos, tristes. Y las criaturas al lado. Esa parte la mujer no la maneja, no hay que reprocharles, pero hay que decirles que el machismo está dentro del ser. Un ejemplo, en un campo tenés un toro y está con sus 15 o 20 vacas. Si echás otro macho, se van a matar. El humano es igual, queda eso metido. En mi época de juventud había varios personajes pícaros y borrachines. Y después dicen que ahora está peor. Lo único que entonces había códigos. El hombre con la mujer, cuando compartían algo, no hablaban. Y existió toda la vida. Hoy lo divulgan, le hacen armar bronca al otro, le mandan mensajes por teléfono, entonces se enojan y les meten un chumbo. Es una ‘joda’ que uno no entiende hoy en día.
– Antes pasaban las mismas cosas. ¿Y qué ocurría cuando se descubría?
— Hubo varias familias de Crespo donde pasó, y quedó muy íntimamente en la familia. Hijos reconocidos, o no, que aparecían al tiempo. En una familia muy importante apareció un hijo del jefe de la familia. Son familias muy queridas para nosotros, pero eso pasaba. ¡Pilas de casos hubo! Muchas veces se armaba la gran podrida por las herencias. Un hombre que mató por esa situación, después que salió de la cárcel me dijo ‘Mirá Chamaco, yo le pido a Dios no volver a llegar a ese punto’. Agradeció que alguien le dio una mano por portarse bien y salió. Porque el tema en la cárcel es que te usen en las ‘salidas laborales’ para ir a hacer ‘trabajitos’ para los jefes, y si no volvés ‘te enfrían’.
Cambios que golpearon
– Hubo una época en los años 50 y 60 que muchos entrerrianos emigraron a Buenos Aires.
— Ahí hubo algo y te voy a contar la conclusión a la que yo llegué. Vos decís Perón, decís Evita, Urquiza, así tantos. Depende quién escribió la historia, es como la Biblia, depende qué parte lees. O no existe el ideal o tuvo la intensión. Hablo de Perón. Toda la gente de campo arrendaba, Perón en sus discursos decía que la tierra era para el que la trabaja. Pero no puso condiciones, hacer papeles, pedir créditos en el banco. Y cuando Perón cae, todos tuvieron que rajar a la calle y se van a Buenos Aires. La gente de mi zona, todos. Se confiaron. Hubo gente que hizo casa de materiales y se tuvieron que ir. Ahora, porqué se produjo tanto odio en esa época. En cada pueblo, cuando cayó Perón tiraron los bustos de él y de Evita. Tirar con seis caballos para bajar una estatua. Tanto odio para eso. Así tenemos tantas cosas en nuestra historia.
– Otro momento dramático fue la Guerra de Malvinas.
— Hoy se jactan y preguntan que por qué hicimos la guerra en las Malvinas. Que estaba todo preparado entre ingleses y norteamericanos; ¡por supuesto! Si entre ellos no se tiran. Conmigo se enojó una vieja porque yo dudaba. Con mamá en el garaje tejían medias para los soldados. Antes, ya en la guerra de Afganistán uno veía que tenía chalecos térmicos. Yo esperaba que les llegue a los chicos en Malvinas lo que acá se hacía. Yo lo juntaba con la camioneta. Resulta que todo fue para un triste final.
Con las escuelas
– ¿Estuvo relacionado con la educación en Puiggari?
— Por el año 90 y pico yo era presidente de la cooperadora de la escuela de Puiggari y don Anibal Degano, que era de Racedo, era el director de la escuela. La población no había crecido mucho y la villa absorbía alumnos, para llevarlos a su religión. Un día llegó Degano y me dijo ‘nos quieren bajar la escuela de categoría por los pocos alumnos que tenemos’. Estaba desarmando la cosechadora, justo, y le digo en el apuro ‘hagale una nota a los padres, y avísele a los del CGE que nos esperen seis años’. ¿Te das cuenta? (sonríe) no había otra manera. Fijate como es la historia. El año antepasado, fue el 25 aniversario. Don Felipe Ascúa era director de la Escuela Alberdi. Un día voy a la villa y lo vi sentado en el parque. Me senté a conversar y me preguntó cómo iba la escuela de Puiggari. Justo lo habían nombrado presidente del Consejo General de Educación. Le dije por decir ‘nos haría falta un secundario’. ‘Tomá’, me dijo y sacó una tarjeta. ‘Cuando vayas a Paraná, andá al Consejo’. Un día ,tenía un lugar y entré en el Consejo. Dije ‘quiero hablar con Felipe Ascúa’. ‘¿Tiene audiencia?’, me preguntan. ‘No’, dije y no me dejaron pasar. Entonces, me acordé, saqué la tarjeta y la mostré. Y ahí nomás, me dejaron pasar. Ascúa me dijo ‘juntá 20 alumnos y ya hacemos el decreto para nombrar 20 profesores’. Y arrancó. Entonces, hicimos un pacto con la gente del campo y de Puiggari. Tenían que ir dos meses al secundario y algunos no sabían leer ni escribir. Pero era para tener cantidad, así arrancó el secundario.
Automovilismo
– ¿Corrió carreras?
— Hice automovilismo, corría con una cupecita. Nací en el 44, y en el 52 me acuerdo que se corrían carreras por las calles. Corrían Pablo Bucher, don Herbel, Spreafico. Iban por la salida del arsenal, seguían, iban por Pasaje Echagüe. Después hicieron la pista alrededor de la cancha de Unión. Corría el ‘piraña’ Müller. Acá ganó Martene, que vive todavía en Chajarí y tiene cerca de 90 años. También estaba Jaurena, Isidro Gestner. Después empezó Ernesto Bessler.
– ¿Vio a los grandes de la época, Marimón, González, Fangio, Gálvez?
— Donde ahora están las cabañas de Juanca Miño, sobre ruta 131, había comprado un porteño al fondo, donde está todavía una arboleda, Puso pileta climatizada, era un lujo. Venían los corredores a parar ahí porque se hacían chequeos en el Sanatorio de Libertador San Martín. Yo estaba en frente. Me acuerdo un día que vino Pairetti. Gradassi estuvo también. Después estuvo Moriatis.
Quién es
Alberto Guillermo “Chamaco” Frickel tiene 72 años. Está casado con Erminda Margarita Schanzenbach. Tienen cuatro hijos; tres varones, dos casados, y una mujer, también casada, y siete nietos. Nació en Puiggari y vivió en el campo.
Del campo se vino a vivir a Crespo, a la casa familiar de Vieytes e Yrigoyen hace siete años.
Medios y alarmas
– ¿Cómo se lleva con los medios?
— Ahora las noticas alarman: que hay granizo y temporales. Yo digo debemos hacer lo que hicimos toda la vida, tener precaución, resguardarse, quedarse tranquilos y listo. En el año 1952 o 53 en la zona de Costa Grande y Palmar hubo una gran sequía. Tengo datos de los Airaldi, de esa zona. En casa había un pozo de 28 metros a pala. ¡Seco! El vecino tenía uno de 32 metros. ¡Seco! En la Ensenada había quedado el Salto Ander Egg y un ramblón o un pozo… Ahí iba la gente con carros a buscar agua. En Puiggari había un ramblón en el camino a Racedo. Yo a veces me pregunto, ¿se habla de napas y acuífero, adónde fue a parar la napa en aquel tiempo?
– ¿Fue un año muy seco?
— No llovió nada, muy seco. Yo en historia y geografía, sacaba ocho o nueve y diez. Pero en lengua y matemática, cero. Hoy nos quejamos y la gente te dice ‘esperemos un mejor 17 que un 16’ o ‘que un 2015’. ¿Entonces qué teníamos? Se escuchaba en la radio Los Pérez García, Musimesi el arquero cantor, el Club de los Ruxcolitos. Estaba Odol Pregunta. Uno piensa y se pregunta ‘¿qué te va quedando?’ Los años sesenta fue la gran década porque nunca hubo un cambio tan grande en la humanidad. El médico Barnard hizo el primer trasplante de corazón, el hombre llegó a la Luna, acá en Entre Ríos se hicieron las rutas. Pero creo que nunca hay que revolver el pasado porque descuidás el futuro. Es lo que pasa en el país.