A 31 años de la caída del Muro de Berlín
(Santiago Minaglia – Paralelo 32) El escritor victoriense Claudio González tiene un relato genial donde señala con ironía que puede recitar de memoria y en italiano (sin saber hablar ese idioma) el principio del canto tres de la Divina Comedia de Dante Alighieri. Sin embargo, se queja de que no puede recordar dónde dejó las llaves.
Sin dudas, esto es algo que no sólo le ha pasado a González. Pero, ¿por qué?
Yo, y disculpe la autorreferencia repentina dentro del artículo, sé jugar perfectamente el gambito de dama y todas sus variantes teóricas, incluso si el rival con negras decide declinarlo. Pero si me preguntan de qué color era la camisa que usó ayer Nicolás Rocchi, compañero de redacción de Paralelo 32, no sabría qué contestar.
¿Por qué puedo decir de memoria: “De cuatro, de cinco, ce cuatro, de por ce cuatro, caballo efe tres, caballo efe seis, e tres, e seis, alfil por ce cuatro, ce cinco, enroque (…)”, pero no puedo arriesgar: “Blanca, la camisa era blanca”, o: “Azul”?
La respuesta, no voy a dar más vueltas, radica en la atención más que en la repetición. Recordamos aquello a lo que prestamos atención. Nos acordamos de eso que despertó nuestro interés.
El muro
Esto nos enseña, un poco, la importancia de la historia. Por mi parte no me acuerdo cómo era el mundo cuando cayó el muro de Berlín, sobre todo porque tengo veintiocho años y el muro cayó hace treinta y un años. No obstante, gracias a que los humanos registramos nuestra historia, puedo hacerme una idea.
“El muro de la vergüenza” separaba la Alemania Oriental (socialista) de la Alemania Occidental (capitalista). Básicamente, los socialistas querían que su población no huya despavorida, como lo venía haciendo.
Sabemos que para que haya un régimen comunista exitoso no tiene que haber libertad. Y no estoy hablando de aquellas concesiones que hacemos para que exista la libertad dentro de la esfera social, sino que, de verdad, no tiene que haber ni un pequeño ápice de libertad, porque si no la gente se escapa del hambre igualitaria que ofrece el comunismo.
Libre
“Tiene casi veinte años y ya está / Cansado de soñar, / Pero tras la frontera está su hogar, / Su mundo, su ciudad. / Piensa que la alambrada sólo es / Un trozo de metal, / Algo que nunca puede detener / Sus ansias de volar”. La célebre canción de Nino Bravo Libre es una obra artística referida a un terrible suceso en el muro de Berlín.
En 1.962 Peter Fechter era un obrero de la construcción. Tenía 18 años. No cumplió más porque lo asesinaron cuando buscaba la libertad.
Junto a su amigo Helmut Kulbeik habían elaborado un plan: se esconderían en un taller de carpintería cerca del muro, observarían los movimientos de los guardias, saltarían una ventana cuando la zona estuviera despejada, atravesarían el llamado corredor de la muerte (una porción de tierra entre el muro principal y uno paralelo que se estaba construyendo), escalarían el muro y respirarían la libertad. No obstante, sólo Helmut logró hacerlo. A Peter le tocó respirar la pólvora y el olor herrumbrado de su propia sangre. Una bala lo alcanzó en la pelvis. Los comunistas dejaron que se desangre lentamente. Luego de una hora, Peter murió.
Con su amor por banderas se marchó / Cantando una canción, / Marchaba tan feliz que no escuchó / La voz que le llamó, / Y tendido en el suelo se quedó / Sonriendo y sin hablar, / Sobre su pecho flores carmesí, / Brotaban sin cesar”. Es importante, entonces, prestar atención a la historia para no cometer los mismos errores. El comunismo fracasó con todo éxito, para fortuna de aquellos que aprecian eso que según nuestro himno es el grito sagrado: la libertad. No dejemos esta historia en el mismo lugar donde guardamos las llaves. Por nuestro bien.