Soy uno de los que piensan que la suerte no existe
Victoria.- Tan pasional como polémico, Luis Elías ‘Tito’ Cocco (64) ha tomado la decisión de alejarse del relato radial, decisión que ha llamado la atención a muchos simpatizantes del fútbol acostumbrados a informarse con esa voz sobre el acontecer deportivo local. Sobre este punto y otros hablamos en un diálogo abierto.
Cocco ha sabido imponer un estilo en sus comentarios radiales y escritos que difícilmente pueda pasar inadvertido. Hombre de iniciativa, comenzó a editar hace dos décadas un suplemento deportivo de su propia elaboración que se inserta cada semana en las páginas de Paralelo 32.
Este enganche, número diez de los que ya casi no quedan, siempre tuvo una lectura del juego que marcó desequilibrio. Su historia deportiva y pasión por este deporte comenzó en el barrio de Newell’s donde jugó la primera mitad de su carrera, la otra le pertenece a 25 de Mayo, ambos clubes marcaron a fuego esa gambeta zurda que ayudó a levantar infinidad de trofeos.
Signado por una época de grandes exponentes, Tito supo abrirse paso entre ellos, así gambeteó el retiro de las canchas y accedió a la invitación de Roberto Caminos para formar parte de Prensa Libre, desde otro lugar. Allí comenzó otro capítulo de su ajetreada y fluctuante vida, sobre todo en lo laboral, donde pasó de un cómodo escritorio en Rentas de la Municipalidad a una apuesta privada en una pujante consignataria de hacienda, que tras algunos años de vigencia, terminaría en la quiebra: “siempre elegí, y no me arrepiento de nada de lo que he hecho”, reconoce nuestro entrevistado que lleva la marca de los grandes, la humildad.
Por momentos fue un trunco recorrido, sin embargo en ese camino iría afianzándose en el ámbito radial, donde también cubrió otra de sus pasiones: el automovilismo. Fue detrás del micrófono donde edificó ese personaje imprescindible para cualquier relator: el comentarista de juego, ese tipo que entiende el partido como nadie, y que analiza en fracción de segundos una jugada.
Antes de entrar de lleno a este recorte de su historia de vida, Tito apaga el celular, se acomoda en la silla y se dispone a responder a todo. Subámonos al taxi –el que hoy por hoy es su medio de vida principal– para recorrer este sendero cargado de anécdotas y enseñanzas.
— ¿Qué significa el deporte en tu vida?
— En el ‘89 decidí dejar de jugar al fútbol con 36 años. Fueron prácticamente 24 años, porque empecé a los 12; jugué 12 años en Newell’s y 12 más en 25 de Mayo. Me costó una barbaridad dejarlo y por dos años no fui a la cancha. El fútbol y el deporte eran todo para mí, desde muy chico practiqué fútbol, pelota paleta, vóley, natación. A tal punto que para 1º año de la secundaria en Normal, teníamos clase de Educación Física con el querido Carlos Firpo (padre) a las 10:00, pero nos íbamos antes para poder patear un rato en el campo de deportes. Cuando llegaba Carlitos, ya habíamos roto las ‘Pampero’ y las medias estaban oscuras de tanta tierra. Ese amor por el deporte lo mamé de mis viejos, y mis hijos mamaron de mí.
Cinco hijos tiene Tito, todos los varones son jugadores de fútbol, con proyección y protagonismo, como el caso del que en el último torneo Copa fue arquero del protagonista equipo de Sportivo. “Tanto a la más grande como la más pequeña, no he podido convencerlas”, reconoce un poco en broma y un poco en serio.
La pasión y el micrófono
El llamado de Caminos fue coincidente con el surgimiento del diario Prensa Libre, de la Mano de Juan Carlos Stratta, “con el olfato que siempre ha tenido Roberto, me tentó a más y formamos un equipo deportivo para la radio FM Puente donde estaban unos pibes llamados Sebastián Hernández, Joaquín Padularrosa y Víctor Carrazán”.
Luego vino la etapa en LT39, con una etapa que valora tanto como el fútbol, caracterizada por las transmisiones de automovilismo junto al ‘Negro’ J.J. Lencina “recorrimos la provincia con la fórmula entrerriana y TC 850. Inclusive pusimos al aire una de las primeras carreras del TC 2000 en el autódromo de Paraná”. En recuerdo también mencionó la experiencia de El Cerro de la Matanza con el Standard 1.100, y la división que se generó con El Nuevo Horizonte: “Una de las cosas más lindas que tuvo el automovilismo de Victoria, con 60 0 70 máquinas, y que sin embargo se perdió por egoísmo”.
Ya en 2003 y 2004, nuestro entrevistado trajo a colación las coberturas y relatos del fútbol de AFA, “viajábamos a Buenos Aires todos los domingos, cubríamos Boca y River. Allí tuve la oportunidad de compartir inolvidables momentos y muchas enseñanzas con el querido Héctor Vidaña. Al principio íbamos en auto hasta Rosario, lo buscábamos y nos tomábamos el colectivo y siempre me sentaba a su lado para que me recordara sus anécdotas en transmisiones de boxeo, con grandes peleas del mundo como las del Madison (Square Garden), y secundando a José María Muñoz en las transmisiones de Rivadavia, entre otras tantas charlas, pudimos disfrutar esos últimos años de un hombre con una trayectoria extraordinaria”.
Entre la oral y la gráfica
La gráfica iba de la mano con aquellas experiencias radiales, José Antonio ‘Yule’ Pirro le daría una oportunidad en Paralelo 32, luego que Rubén Darío Oberti dejara su lugar como cronista deportivo en el naciente Semanario dirigido por el periodista Luis Jacobi: “Rubén estaba falto de tiempo y les habló de mí. Fue así que me vinculé con este Semanario hace ya veintitantos años”.
En este raconto, Tito manifestó que mucha gente tilda su trabajo de ‘periodismo de choque’ o de polémica. “Pero jamás me van a encontrar en falta o afirmando algo que no tenga documentado. Ese mote lo tengo desde aquellos tiempos de Prensa Libre, cuando en una oportunidad en Cancha de El Porvenir nos dieron una mesa para transmitir que estaba con grasa de pescado. Al término de la cobertura el canchero nos reclamó el elemento, y si bien estaba en su derecho de exigir la devolución, no pudimos siquiera utilizarla ni apoyar papeles sobre esa mesa. Fue entonces que se me ocurrió hacer una nota del partido y mencionar este episodio como corolario de la misma, donde afirmé que: ‘Toda prenda se parece a su dueño’. Recuerdo que tuvo una repercusión importante, y si bien salimos a flote, habla de la poca cintura que tenía para enfrentar ese tipo de incidentes. Hoy reconozco que estuve mal”.
Aquel asunto se puso tan tenso que hubo una reunión de periodistas, a modo de ‘respaldar’ el accionar de quienes hacían el trabajo en las canchas, y en esta evocación Tito acotó: “pero si me hubiera tirado para atrás me mato de un golpe”.
— ¿Eso te desalentó o te animó a más?
— “La verdad que aquel fue el punto de partida, seguí dando mi parecer de lo que veo pero de forma más medida. Por ahí siento que transgredí diciendo aquello que cientos de personas piensan pero no tienen el medio para decirlo. Esto me ha valido ser resistido por algunos que no les gusta que les toquen el ‘lado flaco’, y no lo digo porque yo crea que es así, trato de tener los argumentos y las pruebas para ponerlo en evidencia. Hasta el día de hoy no me crucé en la calle con alguien que me diga, ‘¡qué bolazo lo que escribiste o dijiste!’. Las medias tintas no sirven, más vale no hablés”.
La camiseta
El teléfono suena y un tango aflora, Tito pide disculpas por la interrupción y lo apaga, es ahí donde la charla parece volver al potrero de los comienzos, de ese pibe que tenía 14 años y debutaba en la Liga de Mayores contra Central Córdoba en Cancha de El Porvenir, y el director técnico de ese equipo era el papá de Mario Juárez, el popular ‘Checho’. “Para cuidarte y evitar lesiones, los técnicos te iban poniendo en posiciones de marcador de punta, siempre por la izquierda, pero con el paso de los partidos llegué al lugar del número diez”.
De aquel Newel’s al que llegó por influencias de su padre, y donde ganó todo, Cocco se fue alejando paulatinamente. Vivía del otro lado de la ciudad sobre Corrientes y Laprida, y esa distancia de casi 40 cuadras y no muchos otros motivos, hizo que aquella invitación del ‘flaco Ceola’ y ‘Nolo’ Zorzábal para lucir la casaca mayense, fuera casi inevitable.
Ganó torneos como El Copa, en varias oportunidades, fue técnico y dirigente, y quizás por ello no pocos lo sindican como ‘hincha de 25’. “Sin embargo cuando empecé a ejercer el periodismo dejé de lado esas simpatías, y para mí son todos iguales. Por eso me cuesta tanto seguir dando mi parecer frente a los cuestionamientos que hacen sobre mi intencionalidad al comentar partidos donde juegan mis hijos, pero quiero que sean ellos los protagonistas. Es una etapa que debemos aceptar, y darles su lugar, eso también me enseñó mi padre”, reconoce Tito con los ojos brillosos y ese ademán de mover su cuerpo cuando está diciendo algo que expresa desde muy dentro.
— ¿Qué decisión te costó más?
— En la vida siempre tomé decisiones, equivocadas o no, no volví para atrás y nunca me arrepentí de haberlo hecho. Recuerdo que iba a un baile con los amigos, y en la mitad, así estuviera lindo, les decía chau, hasta aquí llegué. No porque me hubiese pasado algo, por responsabilidad, lo hice con el fútbol y ahora con esta parte del periodismo oral.
Soy uno de los que piensan que la suerte no existe, ni en el deporte ni en la vida personal, porque son situaciones que se presentan. No hay tal cosa de: ‘Tiró el penal y pegó en el palo’, ¡qué mala suerte! El palo es parte del juego, fue una ejecución errónea. Nada más.
— ¿Algún dirigente o referente del fútbol te llamó al enterarse que dejabas la radio?
— No, creo que el único que se acercó fue nuestro colega Julio Salinas.
Sobre el final Tito dice que este fútbol de Victoria es como el carnaval, con el caballito de lona, el rey momo, etc. Pero un día llegó Gualeguay, y Gualeguaychú, por citar dos ciudades que se ordenaron y organizaron. “Hasta que no haya un orden, que vos puedas ir y sentarte a mirar un espectáculo, sentarte con tu pibe en la tribuna tranquilo, el fútbol seguirá siendo lo que es”.
Nicolás Rochi – Redacción Paralelo 32