“Me fui de Argentina cansado de la película que siempre se repite”
Crespo.- Desde 2004, Juan Mildenberger, artista, docente y literato, vive en Canadá. Junto con su esposa, Amanda Calderón, viajaron en busca de nuevas oportunidades. Con más de una década en el país más septentrional de América, el de mejor calidad de vida y uno de los destinos más amables con los inmigrantes, a través de las redes sociales e internet, Mildenberger mantiene permanentes contactos con familiares y amigos que quedaron en Argentina. En una entrevista con Paralelo 32 habló de muchas cosas. Entre otras, por qué se fue, por qué no piensa volver, cómo es vivir en Canadá
– ¿Se fue en 2004 a Canadá por la crisis de aquellos años?
— Nada que ver. Yo tenía pensado irme de Argentina porque estaba medio cansado de la misma película de siempre que se repite. Había pensado en España o Italia. En Italia mi esposa tiene familia. Hicimos en 2001 un viaje de reconocimiento y cuando volvimos nos agarró el ‘corralito’. Después, con una amiga con la que trabajaba, en una charla medio en secreto, me dijo que estaba haciendo los trámites para irse a Canadá. Me interesó. Me contó medio en confianza y no lo podía decir en el trabajo ‘nos vamos a ir’. Nosotros hicimos todos los trámites para venirnos a Canadá, lleva su tiempo. Comenzamos los papeles en 2002 y en 2004 ya tuvimos la visa. Después organizamos el viaje y nos vinimos.
– ¿No es tan difícil irse a Canadá como las trabas que está poniendo Estados Unidos?
— No. Es más, lo que puede ser difícil ahora es por las profesiones que ellos buscan. A diferencia de otros países, Canadá necesita gente y siempre están buscando inmigrantes. De hecho, acá está todo el mundo. Viene gente de todo el planeta. Mi hermano, Javier, vino un par de veces con la esposa, vieron cómo es la historia acá. Vas en un subte y tenés gente con turbante, gente con hiyab de los musulmanes…
– ¿Y gente con mate como Ud.?
— El mate lo tomamos con los amigos cuando vamos al parque. Acá, vivimos en un condominio, tenemos vecinos franceses y chilenos; es multicultural el mismo edificio.
– Y la cultura canadiense muy receptiva con el extranjero, más o menos como en su momento Argentina con las grandes inmigraciones.
— Son muy abiertos y están acostumbrados a la inmigración. Son muy amables y te van a ayudar en todo. De por sí, el canadiense es atento y eso se nota mucho. Acá se desviven por ayudarte. Yo no soy muy objetivo porque adoro Canadá y adoro Quebeq, la provincia donde estamos viviendo.
– Pero esa falta de objetividad tiene que ver con lo bien que le está yendo.
— Sí, la gente es increíble.
Estudios, arte y literatura
– ¿Se pasó de artes plásticas a la literatura?
— Hago las dos cosas. Incluso en Rosario publicamos cosas con amigos, tenía un grupo de literatura. Acá seguimos haciendo lo mismo. Antes de venirme a Montreal viví dos años cerca de Ottawa, en una ciudad que se llama Gatineau. Acá estamos a dos horas de Ottawa. Allí los primeros contactos de literatura que hice fue con chilenos que se habían ido en la época de Pinochet. Y fue muy lindo porque se organizaban cosas, gente de Montreal iba a Gatineau. Hay un montón de gente que trabaja en temas literarios y nos conocemos hace un montón de años. Siempre estamos en contacto, organizando cosas. Acá tenemos una revista de literatura hispánica, pero que también publica textos en inglés y en francés. Empezó hecha a pulmón, después tomó vuelo y hoy la revista la conoce todo el mundo. Estamos muy contentos con eso; se llama The Apostles Review.
– ¿De que viven en Canadá?
— Mi esposa estudió inglés toda la vida, yo estudié francés para prepararme un poco. Pero el francés de acá es diferente. Es como en Argentina, si estudiás español de España y llegás a Buenos Aires, escuchás y no entendés nada. Al principio vendía artesanías que hacía yo mismo. Fue complicado, pero sabiendo que a la larga la cosa iba a mejorar. Ahora, con el tiempo, nos venimos en el 2006 a Montreal, empecé la maestría mientras seguía trabajando. Cuando entré a la universidad me dieron trabajo como profesor. En el 2013 estoy continuamente enseñando como profesor en la universidad, mientras hago el doctorado. Eso no se lo dan a todo el mundo, porque hay gente con becas, la universidad trata que cada estudiante tenga las mayores posibilidades para estudiar. Yo tuve suerte porque, como la maestría es en Estudios Hispánicos, y como era uno de los alumnos que más tiempo llevaba acá, me dieron cursos para enseñar Literatura Hispanoamericana en francés. Ahora estoy dando un curso de Literatura y Cine Hispanoamericano. Yo tengo que pagar mi cuota para estudiar pero pagan muy bien la docencia acá. Hasta que termine el doctorado tengo trabajo. Después tengo que ver cómo sigo, pero acá se consigue trabajo.
– ¿Cuánto cuesta la cuota en la universidad?
— Como residente canadiense, la cuota es muy barata. Cuando estaba cursando pagaba 1.500 dólares la sesión, que son unos tres meses y medio. Comparado con Estados Unidos no es nada. Para el extranjero es más caro. Pero en mi caso, tener la visa de residencia es como ser canadiense, tenés los mismos derechos. A los tres años de estar viviendo ininterrumpidamente, te dan la ciudadanía, que te lleva más o menos un año y medio con los trámites.
– Está cubierto con el sistema de salud canadiense, que es muy bueno.
— Es público y gratuito. No se paga nada. Acá se han hecho hospitales nuevos, que son cosas monstruosas. En Quebeq, hace un tiempo, había problemas por tener que esperar mucho porque la gente por ahí iba a atenderse por problemas que no lo justificaban. Están trabajando para mejorar eso porque genera un montón de problemas sin ninguna necesidad.
Inflación
– ¿Hay grandes diferencias con Argentina?
— No hay punto de comparación, pero digo que no soy muy objetivo. Cuando me fui de Argentina, no fue por una cuestión de crisis, nada que ver. Yo estaba muy bien allá, pero estaba cansado de ver los mismos problemas que se repetían siempre. Si ya estaba decidido, con la crisis del 2001 cuando me agarraron los ahorros, ahí ya no tenía ninguna duda. Imaginate a un canadiense al que tenés que explicarle que el banco se te quedó con los ahorros. Te miran y parece que dicen ‘¿me estás cargando?’.
– Un tema que los extranjeros no entienden es la inflación de Argentina. ¿Cuánto es la inflación en Canadá?
— Te cuento una anécdota importante en relación a eso. Cuando vinimos en el 2004 Argentina recién salía del uno a uno, con la devaluación de Duhalde. Llegamos a Canadá, mi esposa, yo y un perro. Cuando íbamos al supermercado todos los precios de Argentina teníamos que multiplicar por tres, cuando veíamos los precios nos queríamos morir. Trajimos ahorro pero nos preguntábamos ‘hasta cuándo nos van a durar’. Nos parecía todo excesivamente caro. Después te vas acomodando y te dás cuenta que los precios son todos accesibles, en todo sentido. La electrónica, la comida, los estudios, todo. Fuimos viendo que, con los años que han pasado, las cosas se volvieron más caras en Argentina, increíblemente. Ahora está todo muchísimo más caro en Argentina que en Canadá. Cuando nos encontramos con argentinos acá nos planteamos cómo hace la gente para vivir con los precios en Argentina.
– La inflación en Canadá
— No existe, es prácticamente nada. En general los precios que pagaba cuando llegué siguen siendo casi los mismos ahora. Estoy hace 13 años, y hay cosas que sí han aumentado pero por una cuestión normal: 3%, 4% o 5 % anual, como exageración, en diez años ya hace una cifra. Me acuerdo la hiperinflación del 89, que eso sí fue grave. De inflación sabemos bastante los argentinos.
Calidad de vida
– Es difícil acostumbrarse a la normalidad, Canadá es normal (sonrisas)
— Sí. Hay mucha calidad de vida, es lo que más buscaba antes que el nivel de vida. Hay muchas oportunidades de trabajo. No tenemos rejas, los chicos dejan juguetes tirados en la calle y nadie se los roba. Anoche pasé, uan pelota de basket quedo tirada y nadie se la robó.
– Donde están los núcleos de pobreza, una villa miseria, una favela, un ghetto.
— No existen. La pobreza como la conocemos nosotros acá no. Es ‘pobre’ el inmigrante recién llegado, que no tiene ingresos y debe pedir la ayuda social, plata que le da el gobierno para que pueda vivir. Pero eso implica una vivienda digna, comida, ropa. Hay muchos organismos que se encargan de ayudar también.
– El pobre es el inmigrante que se está acomodando.
— Si, o es gente de acá sin muchas ambiciones. Pero no es la normalidad, son casos excepcionales.
– ¿En general, tecnológicamente es más avanzado que Argentina?
— Sí. Acá comprás tu casa con las famosas hipotecas que veíamos de chicos en las películas, y yo no entendía nada. Con el precio de un alquiler estás comprando tu departamento o tu casa. En mi barrio han aumentado los precios de las propiedades porque está en una zona muy solicitada y estratégica. Pero, desde ya te digo que, una vez que tenés ingresos y podés demostrarle al banco que podés pagar la cuota, te dan inmediatamente el crédito hipotecario. No tenés muchos problemas, te comprás la casa, y la pagás como un alquiler por 25 años. Todo lo demás, el equipamiento, los muebles, son muy accesibles.
– ¿En Canadá buscan ciertas profesiones en el inmigrante?
— Yo me enteré ahora que estaban buscando choferes de camión porque les hacían falta. Buscan profesiones que no hay. Tampoco es para todo el mundo y no es fácil venir a instalarse. No es para todo el mundo, hay gente que no está dispuesta a separarse de la familia o hacer el gran cambio que hay que hacer al inmigrar a Canadá. Estuve muchos años viviendo en Rosario y tenía que tomar el colectivo para llegar a Paraná y Crespo, tardaba una eternidad. Ahora, me siento mucho más cerca de Crespo, por ejemplo, gracias a toda la tecnología de internet. A mi hermano lo veo todas las semanas, por ejemplo. Antes yo caía un viernes a la noche a la casa de mis viejos y me volvía el domingo al mediodía a Rosario. Ahí perdí contacto con mucha gente de Crespo, ahora gracias a las redes sociales retomé muchos contactos y me siento más cerca de Crespo, que en esa época. Nosotros notamos más con el tiempo, que en Argentina la vida es muy acelerada, un ritmo muy alocado, sobre todo las grandes ciudades. Me acuerdo que para encontrarse con un amigo había que coordinar, nos podía llevar tres semanas encontrarnos a tomar un café.
Tiempo con pausas
– ¿No pasa con la gente en Canadá? ¿Tienen una vida más pausada y más tiempo libre para usar?
— Es lo que notamos con mi esposa al principio. Porque, por más que vos te quieras apurar, con ese ritmo y ese estrés de Argentina, de hacer todo rápido. Yo me pasó ocho años trabajando y estudiando a tiempo completo en Rosario. Empezaba a la mañana temprano a trabajar y a las 7 de la tarde me iba a la facultad hasta casi la media noche. Fue así durante cinco años de la licenciatura y los tres del profesorado. Mucho tiempo no me quedaba. Y como yo, estaba todo el mundo. Acá no, los ritmos son completamente diferentes. Cuando llegamos queríamos hacer un trámite ‘al toque’ y lo primero que nos dijeron es ‘lo hacemos en dos semanas’. Al principio lo querés resolver rápido, pero con el tiempo te vas relajando y vas tomando el ritmo de acá, más pausado.
– ¿Incluso en una ciudad grande como Montreal?
— Incluso en Montreal, que tampoco es ‘tan’ grande. Acá con el sistema de subtes, metro se le llama en Canadá, todo queda muy cerca. Y en auto ni hablar. Estás en cualquier parte en un rato. A veces los fines de semana salimos a pasear por los pueblos cercanos, que son muy lindísimos y están muy cerca. Anoche estuvimos de asado a dos cuadras de casa. Es más fácil planificar y reunirse.
Información sobre Argentina
– ¿Qué llega de información de Argentina a través de los medios? Messi, la selección.
— Llega muy poco. Sí anduvo por todos lados cuando mataron a Nisman, se enteró muchísima gente. Llamó mucho la atención por el contexto en que se dio.Después, se muestra mucho a Messi. Acá el fútbol empezó a tomar vuelo con un equipo local que juega en la Major League norteamericana. Pero el deporte nacional es el hockey sobre hielo, cuando juegan los equipos canadienses se paraliza todo. De Argentina no llega demasiado.
Nieve y temperaturas bajo cero
– En el invierno hay mucha nieve.
— En Montreal, un montón. Al invierno mucha gente le puede tener miedo si está pensando en venirse. Porque hemos llegado a tener -40 grados centígrados, bajo cero. Pero esas temperaturas son muy excepcionales, se dan un par de veces en invierno. La temperatura normal son – 10 o – 15 grados, bajo cero. Pero no se siente, como allá. Aunque no soy un experto en el tema, creo que con la humedad que hay en Rosario, por ejemplo, un cinco sobre cero de allá puede equivaler a un menos diez en Montreal.
– Además, el cuerpo humano va adaptando sus ‘sensores’ en una nueva geografía y en otro clima.
— Acá el invierno y el verano son como dos ciudades completamente diferentes, en Montreal. En verano hace mucho calor, 35 o 40 grados, te vas a la pileta, hacés vida de verano como en Argentina. En invierno hace mucho frío pero tenés un montón de actividades afuera, para esquiar, hacer snowboard. Cuando nieva, a mí me encanta. Días excepcionales son cuando cae la ‘lluvia verglaçante’, cuando caen gotas de hielo que producen como una pista de hielo en el piso y es muy difícil caminar, te matás a golpes. Son días muy excepcionales, dos o tres veces en el invierno, se cierran las escuelas. Ahí aparecen los videos cómicos con gente patinando que se cae. Pero lo normal es la nieve y la temperatura de menos 10 o menos 15 grados. Pero no pasa nada. En la ciudad mucho menos porque está todo muy calefaccionado. A veces con una campera llegás al subte, te da calor y te la tenés que sacar. En cambio, si vas al campo, tenés que ponerte algo más abrigado.
Drogas y narcotráfico
– ¿Cómo es el problema con el droga?
— La droga es un problema cuando vez homeless, gente sin hogar, que suelen estar en esa condición por problemas de adicciones, más que de pobreza. Los chicos, como tienen plata, tienen acceso a drogas. La policía no te va a parar si estás fumando un porro. Es más, ahora el primer ministro Justin Trudeau quiere legalizar la marihuana. Hay lugares donde se está vendiendo para fines medicinales. Pero no hay paco, que por allá hizo desastres. Cada tanto hay operativos, de un día para otro, donde agarran a los narcos.
– ¿Pero no es un problema que se les desmadró? ¿Está controlado?
— Sí, está controlado. Es más, me sorprendió lo que pasa en Rosario con las bandas, porque cuando vivía allá no pasaba. Cuando me empecé a enterar no lo podía creer, nunca lo viví en Rosario. Acá no vas a encontrar a nadie tratando de robarte con una pistola en la calle. Yo he visto un robo una vez, me quedé con la boca abierta. Se robó un celular en el subte, y salió corriendo. No sé después si lo agarró la policía. Pero, acá, la policía te agarra, son muy efectivos. Los policías están muy preparados, con tecnología de punta, físicamente en buen estado; además son muy amables. Incluso, si les vas a preguntar, te van a tratar con amabilidad. Eso sí, no se te ocurra darle una coima o confrontarlos, porque te van a llevar preso.
Quién es
Juan Carlos Mildenberger tiene 50 años; nació el 2 de diciembre de 1966. Es hijo de Telmo Mildenberger (fallecido) y Guillermina Kemmerer, y hermano de Javier Mildenberger. Está casado con Amanda Calderón, médica y psicóloga. No tienen hijos.
Estudió el nivel primario en el Colegio “Sagrado Corazón” y el secundario en la Escuela Técnica Nº35. Estudió la licenciatura y el profesorado en Artes en la Universidad Nacional de Rosario. Con su esposa emigró a Canadá en 2004, donde completó una maestría en Artes en la Universidad de Quebeq en Montreal. Ahora está terminando doctorado en Literatura en la Universidad de Montreal. Viven en Montreal, la segunda ciudad más importante de Canadá y la primera en la provincia francófona de Quebeq.
Mildenberger dicta clases en la misma universidad, escribe literatura, publica en la revista cultural “The Apostles Review”, también pinta cuadros y realiza arte digital de base abstracta y geométrica.
Su esposa trabaja en el sistema de asistencia social canadiense. Estuvo en un centro de crisis, adonde van personas en crisis y profesionales de salud les dan contención. Ahora, Calderón trabaja en un ‘equipo de ruta’, que atiende gente en problemas, con encuentros en distintos puntos de la ciudad.
Estados Unidos y Canadá
– ¿Ha viajado a Estados Unidos?
— Sí, viajamos mucho. A Estados Unidos viajamos algunas veces. Porque estamos relativamente cerca, a 150 kilómetros tenemos la frontera.
– ¿Se nota una diferencia cultural; que el yanqui sea más distante con el extranjero?
— Tengo varios amigos que conocí en la Universidad de Montreal, sobre todo uno de Costa Rica y otro de Perú, que están trabajando en Estados Unidos. El peruano me contaba que allá no es lo mismo, que hay gente ideológicamente muy cerrada, por ejemplo que está a favor de las armas, algo que crea muchos problemas en Estados Unidos. Acá, nada que ver, es totalmente abierto, respeto por todas las diferencias. Acá tenemos un barrio gay y si andan de la mano por la calle nadie se va a asombrar, se lo toma como lo más natural del mundo.
– ¿Culturalmente, son dos sociedades muy diferentes?
— Pero también hay que tener en cuenta que Estados Unidos es un país muy grande. Canadá también, pero con mucho menos población, es como Argentina, con una población de 40 millones de habitantes en un lugar infernalmente grande. Y Estados Unidos es muchos países en uno. Estuvimos en Florida, por ejemplo, en Miami y en un pueblito cercano, donde la gente es muy amable, te saludaban por la calle. Es duro condenar a Estados Unidos como una totalidad porque depende de las zonas y las regiones. Cuando estuvimos no tuvimos ningún problema. Ayuda mucho que tenemos el pasaporte canadiense. Pero la gente también es amable.
Corrupción y grieta
– ¿Por lo que le estoy escuchando, ya ni tiene perspectivas de volver a Argentina?
— No. Pero uno nunca sabe con las vueltas de la vida. Pero, en principio ni loco. Es más, si me tengo que ir a algún lado, busco otro país. Ne cayó muy mal, una cosa que no estaba acostumbrado, esto de la ‘grieta’, la división que se armó en los últimos años. Yo aceptaba en Facebook a todo el mundo, gente que no conocía, y por ahí me molestó ver que si yo planteaba algo que se estaban robando, me puteaban mal. No estaba insultando a nadie, sólo planteaba mi punto de vista, con respeto. Yo estoy haciendo el doctorado Literatura, pero tiene mucho que ver con la política. Estoy trabajando con cine de hijos de los desaparecidos. Contra todo lo que muchos pueden pensar, hay muchos críticos de lo que ha pasado en los setenta, incluso contra sus propios padres. Siempre me interesé por la historia, siempre apoyé los organismos de derechos humanos, al punto de tener discusiones con el famoso ‘algo habrán hecho’. Nunca lo acepté: si habían hecho algo, justicia, juicio y a prisión. Pero no asesinar gente, y ese tipo de cosas. Ver después que cierta gente usa eso como un pretexto para poder robar, me pareció bastante triste. Me decepcioné mucho, y me agarró un enojo con la Argentina. El acostumbramiento con la corrupción que se ve casi normal. El tipo que llega al gobierno y puede robar, porque ya está casi aceptado. Lo tenemos en el gobierno, en el futbol… Acá hay también casos de corrupción, es un problema en todo el mundo. Acá, un alcalde de Montreal por una coima de 50 mil dólares fue a cárcel un año efectivo.
– ¿Por 50 mil dólares?
— Sí, hay otras cosas que para un argentino parecen ridículas. Como un caso de 3 mil dólares. O una funcionaria que llegó a un hotel y, como no le gustaba, se fue a otro más caro. La diferencia no la pagó ella de su bolsillo, la pagamos los contribuyentes. Entonces, tuvo que pedir disculpas y poner la plata. Otro caso, un tipo viejo que tuvo un problema de corrupción grave, con millones de dólares. No sólo tuvo que devolver la plata sino que además fue a prisión como por seis años.
– Nada de prisión domiciliaria por ser viejito.
— Noo. No se jode con eso. Aparte, pibes con problemas. Un flaquito se ‘chivó’ y mató musulmanes que estaban rezando, tenía unos 17 años. Ese pibe no sale nunca más de la cárcel. Acá el que las hace las paga. Yo siempre voté en Argentina, pero es la primera vez que me planteo no votar porque cómo podemos tener una democracia que tiene delincuentes como candidatos. Y estamos hablando de cosas de sentido común, de no tener nada a hacer con ‘medio país’. Y aclaro que no soy macrista, lo mío es investigación porque lo que estoy estudiando tiene que ver con política. Para dar los cursos en la universidad tuve que estudiar sobre América Latina también. Cuba, por ejemplo. Cuando vi gente que se rasgaba las vestiduras porque murió Fidel Castro lo tomó como la muerte de un héroe, me resultó muy chocante. Por la realidad que se vive en Cuba. Pero no me sorprende porque son los mismos chips que a mí me metían en la cabeza en la Universidad de Rosario. No digo que fuera mala intención, sino un convencimiento de cosas que, por ahí están equivocadas.