“Está aumentando la resistencia social al modelo de agricultura transgénico”
Crespo.- Desde 2017, en Crespo funciona una agrupación ambientalista formada por profesionales, estudiantes y ciudadanos de diversas actividades, quienes están preocupados por las consecuencias sociales, ambientes y económicas del actual modelo agropecuario en desarrollo en el país: la producción transgénica con aplicación de agroquímicos y herbicidas como el glifosato. Primero se llamó Grupo Agroecológico Crespo; ahora, Colectivo Fabián Tomasi. En diálogo con Paralelo 32, dos integrantes de la agrupación, el arquitecto Edgardo Saluzzio y la fonoaudióloga Mariángel Albornoz Lafferrara, explicaron sus puntos de vista sobre el tema.
Saluzzio, como crítico del modelo agropecuario actual, señaló: “Comprendo a los productores que se sumaron al modelo ‘sojero’, de transgénesis y siembra directa; porque luego de mucho tiempo de vivir de crisis en crisis, en los últimos años lograron un desahogo económico que nunca habían tenido. Recuerdo lo mal que pasó muchas veces mi padre con su campo. El recuerdo de esas épocas me convenció, cuando era joven, de dedicarme a una profesión como la arquitectura y no querer seguir con el campo”.
– ¿Qué están planteando desde la agrupación?
— Edgardo Saluzzio (ES): Largamos algunas preguntas fundamentales por los 20 años de agricultura con agroquímicos, como si “¿alguien se atreve a decir que esto no tiene consecuencias? ¿Alguien se atreve a decir que podemos seguir así veinte años más y que no habrá mayores consecuencias? Más allás de la evidencia científica, ¿sería necesario tomar algunas medidas precautorias? ¿Sería necesario procurar evitar la contaminación del aire y el agua, al menos en las zonas más pobladas?”
La defensa del modelo transgénico
– Hay dos respuestas que dan los defensores de la agricultura actual.
Primero, las aplicaciones bien hechas no generan problemas, porque con agricultura de precisión se puede aplicar a menos de un metro de otro cultivo. Las buenas prácticas agrícolas son la respuesta, aseguran.
— ES: La contaminación no se puede evitar porque no se puede parar la deriva de las aplicaciones (deriva es el transporte a través del aire y el viento de las gotas más pequeñas de un producto pulverizado, que quedan suspendidas sobre la atmósfera y no llegan al suelo, N. de R.). Es un asunto que está recontraestudiado. Las condiciones de aplicación ideales tienen una ventana muy acotada. Tiene que haber un poco de viento, no se puede aplicar nada sin viento porque queda suspendido en la atmósfera; tampoco con mucho viento porque se dispersa; también existe una ‘ventana’ de temperatura. Esas condiciones no se cumplen normalmente. El productor está apremiado porque, si se trata de un insecticida, tiene que fumigar porque los bichos están ahí, quiere atacar su problema y no le van a importar mucho las condiciones climáticas, más allá de las consecuencias. Otro problema con la deriva es que, cuando se fumiga y después durante las noches de verano, se produce niebla, la humedad se eleva, el veneno sube y se estaciona en el aire, entonces la deriva ya no se puede parar, porque el veneno está en moléculas dispersas en el aire y recorre kilómetros y kilómetros y la deriva del herbicida nos llega a todos. Después tenemos el problema de las filtraciones en las napas de agua. No es un tema que se pueda hablar especulativamente, esto está medido, registrado, está en los lechos de los ríos, el desastre está en todas las cuencas de agua, ya llegó al río Paraná. Estamos viviendo una progresiva contaminación, ya no se puede decir que no contamina o que se ‘absorve’ o es ‘biodegradable’.
— Mariángel Albornoz Lafferrara (MAL): Además mata toda la flora y la fauna, se mueren los animales. Hay un montón de estudios respecto a eso, cómo se alteran ranas y sapos, por ejemplo.
— ES: Compartimos un 30% de genes con plantas y vegetales. Los agroquímicos son biocidas, elementos que matan la vida. Por ahí, por ese 30% de carga genética común, nos ingresa a los humanos. Vienen el cáncer, abortos, malformaciones, celiaquía.
— MAL: Hay un montón de enfermedades emergentes que muchos estudios científicos relacionan en forma directa con el uso de agroquímicos. Sobre todo el cáncer con el uso de glifosato, que es el herbicida estrella de la agricultura industrial moderna.
– Otra opinión que se da es que ‘la agroecología no es sustentable, y la agricultura transgénica permite alimentar al mundo’.
— MAL: Todo lo contrario. Es mentira que alimenta el mundo, chicos con hambre siguen habiendo. No es alimento y no es agricultura, tampoco. La agricultura es otra cosa: son los alimentos sanos que no hayan pasado por ningún proceso de ingeniería genética y que no le hayan puesto ningún agroquímico encima, porque estás comiendo algo tóxico. Aparte, la transgénesis hace todo lo contrario a generar un alimento con calidad nutricional. Todo lo contrario. Hay un montón de estudios que hablan sobre eso. Daniel Verzeñasi, un investigador muy conocido, demuestra que la transgénesis no es un alimento porque hay una alteración genética; priva de todos los nutrientes esenciales.
Agroecología sustentable
– ¿Cómo dan los números haciendo agroecología?
— ES: Se necesita apoyo político para hacer la transición, porque la agricultura transgénica es muy efectiva en cuanto a lo sencillo: hay siembra directa, sin laboreo de la tierra, se evita mucho trabajo, no se necesita más tiempo ni más previsión porque antes se hacía más trabajo. Hay una ventana de siembra más larga; hoy si hay lluvias, paró la lluvia, pasaron unos días, vas con la sembradora y listo. Previamente hiciste la fumigación. Por otra parte, está el campo verde y libre de malezas, con fertilizantes. El productor ve una soja muy alta y libre de malezas. ¿Cómo hacés para que ese productor cambie la cabeza, pensando que esa forma de producir, que le genera muchos beneficios económicos, produce un gran perjuicio acumulativo, socialmente? Si no hay una decisión política, es muy difícil que el tipo no se deje llevar por su ambición, por el dinero, y le importen cada vez menos las consecuencias, que son obvias. En este momento ya no se puede decir que esto no genera inconvenientes.
– Es muy difícil discutir con alguien cuyos ingresos dependen de no entender la crítica que se plantea.
— ES: Pero la resistencia social va aumentando y la demonización del productor también. La gente se está enojando con ellos. ¡Guarda con eso!
— MAL: Inclusive en Crespo los están mirando bastante mal y los empiezan a cuestionar. A eso apuntamos, que se empiece a concientizar y cuestionar.
— ES: Desde un punto de vista ético, cuán válida es esa ganancia, ese dinero, si se están produciendo muertes, deformaciones. Y lo hemos naturalizado, porque ahora nos estamos preguntando sobre la validez de algo que envenena a la gente. No seamos ingenuos tampoco, porque esto está muy relacionado con el colonialismo. Como dice Yayo Herrero (ecologista española, N. de R.), es ‘una guerra contra los cuerpos’. De todas maneras la parte económica de la agricultura ecológica, tiene resultados positivos con toda la experiencia que está haciendo Eduardo Cerdá (ingeniero agrónomo que promociona y experimenta con la agroecología, N. de R.). El asegura y muestra que los números ‘cierran’ mejor. Porque con la agricultura actual están degradando la tierra con fertilizaciones selectivas de fósforo o potasio, mientras que la planta quita los 18 nutrientes que necesita. Así se produce una degradación química del suelo.
— MAL: Echan más fertilizantes para otras siembras, pero son químicos que se acumulan y se acumulan.
— ES: Se desequilibra la tierra y esos elementos agregados van al agua, contaminan el agua. Las malezas se van haciendo más resistente, obligan a reformular químicos, poner más cantidad. Los números ya no les están cerrando, y están en crisis, realmente. En cambio, la experiencia de Cerdá es muy clara a favor de la agroecología. Cerdá muestra números hasta un 30% mejor en la rentabilidad y a largo plazo mejora el rendimiento claramente.
Transición y convivencia
– ¿Se puede plantear una transición con convivencia de los dos modelos agrícolas?
— MAL: Sí, a eso apuntamos.
— ES: Es lo que dice Cerdá, que habría que hacer un ‘cinturón verde’ en torno a las ciudades, para que tengan alimentos sanos. Eso sería interesante. Con la ley de los mil metros de distancia para prohibir fumigaciones cerca de las ciudades, vimos en los planos cuáles campos quedarían afectados en nuestra zona. La norma debería tomar en cuenta los límites de los lotes. Porque ¿quién controla cuántos son mil metros? Si a uno le afecta una puntita del campo, ese campo quedaría fuera de la prohibición; pero si lo afectan tres cuartos de la superficie, todo el campo debe quedar adentro. Ese plano lo hemos hecho.
– ¿Con mil metros, cuántos campos quedarían afectados?
— ES: El perímetro alrededor de Crespo deben ser 22 kilómetros lineales. Son muchos campos, podríamos hablar de unas cuarenta propiedades, pero no tengo precisión sobre el número. Sería necesario hacia el futuro avanzar en un cinturón verde de producción agroecológica; que esa producción tenga un porcentaje de comercialización dentro de la ciudad, para que podamos tener alimentos sanos y baratos.
– ¿Lo que Uds. plantean no es volver a la producción agropecuaria anterior a la era de los transgénicos?
— ES: Hay un reglamento de SENASA de 2016 que especifica cómo es la producción orgánica para cerdos, para gallinas, vacunos, producción de cereales, todas las normativas que se deben cumplir para ser orgánico y las entidades certificadoras lo que deben cumplir. Sería lindísimo un cinturón de producción orgánica en Crespo. Hoy, solamente hay en Rosario.
Huertas en Rosario
– ¿Cómo va la experiencia en Rosario?
— MAL: En Rosario hay huertas agroecológicas que empezaron en 2001, las vimos el año pasado. Nosotros llevamos un proyecto de ordenanza para que se fomente la agroecología. No nos dieron mucha bolilla, pero nos dieron el espacio para cultivar, que usamos para concientizar y que la gente se pueda dar cuenta qué es un alimento sano.
— ES: Debemos tener políticas para que esto sea una acción positiva y responsable. Ahora vemos que la gente se está enfermando. Debería salir del Estado, dar apoyo y tomar conciencia que no podemos culturalizar el producir alimentos con veneno. Es el colmo del absurdo. Además, el modelo ha despoblado el campo. Ya no es más la ‘cultura de la agricultura’. Esto significa un cambio de conciencia y volver a trabajar la tierra de una forma distinta, una relación con el tiempo, con la tierra. Se pueden tomar muchos conocimientos de la ecología, porque se trata de restablecer el equilibrio que está destruyendo esta forma de producción, la devastación ecológica. Hay cosas que no sabemos de la microbiología, porque la ciencia tampoco llega a conocimientos muy profundos.
— MAL: Ya no están las especies. Lo próximo que tenemos previsto es difundir los problemas con enfermedades, la problemática sanitaria. A través de folletos. Tenemos pensado un ciclo de cine debate, para ver ciertos documentales. Queremos traer la película de Pino Solanas, “Viaje a los pueblos fumigados” y queremos seguir convocando gente para la huerta, que vaya, que pueda comprar ahí.
– ¿Le afectan los vecinos que no hacen agroecología?
— ES: Recién empiezo con esto. Yo no siembro las terrazas, las dejé como corredores ecológicos, con la idea de reforestar, volver a traer el monte natural. La idea es que si durante millones de años favoreció cierta vegetación, por regla inversa, traer esa vegetación se supone que va a favorecer la regeneración y el equilibrio de la tierra, porque vuelven los pájaros y los insectos. En esos corredores ecológicos están también los predadores de los insectos que atacan los cultivos, como arañas, que por la noche salen y se comen a los bichos. En franjas, me propongo cortar cultivos con estos corredores, para que si entra una plaga no se pueda expandir. Además, hay que interrumpir el campo con diferentes cultivos. En mi caso, estoy experimentando con trigo y arveja. Al diversificar, está la posibilidad de que puede ir regular en las cuentas con un cultivo pero mejor con otro. Se requiere estar, y más mano de obra. Esa es la diferencia práctica que tiene el productor ahora. Pero se siguen usando maquinarias y se necesita más mano de obra.
Quiénes son
Edgardo Saluzzio tiene 55 años, es arquitecto y agricultor. Estudió arquitectura en la Universidad Nacional de Córdoba y heredó de su padre, Luis Saluzzio, un campo junto a un hermano y un sobrino.
Mariángel Albornoz Laferrara, de 32 años, es fonoaudióloga recibida en la Universidad Nacional de Rosario. Trabaja en su profesión desde 2013 en Crespo y actualmente está realizando la carrera de Filosofía en la Universidad Autónoma de Entre Ríos.
Colectivo “Fabián Tomasi”
La denominación es un homenaje al vecino de Basavilbaso que sufre una polineuropatía tóxica severa por envenenamiento con agroquímicos y trascendió a nivel nacional como militante contra el uso de fertilizantes y herbicidas en la agricultura. “Tomasi es un referente de la resistencia. La enfermedad que padece es degenerativa, no se puede quedar parado, hace videoconferencias a partir de las 6 de la tarde, que es la hora que sale de los sedantes, se comunica con computadora vía redes sociales, se manifiesta, interviene y se expresa, de ahí vuelve a la cama. Es un símbolo de esta lucha”, comentó Saluzzio durante la entrevista.
El Colectivo tiene una huerta urbana comunitaria que funciona en el Vivero Municipal, en Estrada y Chaco, con el apoyo de la Municipalidad de Crespo. A través de esa experiencia, el Colectivo trata de difundir las ventajas de la producción orgánica y poner en contacto a la comunidad con la producción de huerta, sin uso de productos industrializados como herbicidas y fertilizantes químicos.
Los integrantes convocan a la comunidad a sumarse a su lucha por una agricultura ecológica. Realizan reuniones públicas todos los martes a las 20.15 en Plaza Sarmiento. Una vía de comunicación es el correo electrónico [email protected].
Habitar sin pensar es deshabitar
Con ese título, el Colectivo Fabián Tomasi expuone ante la comunidad de Crespo su opinión crítica sobre el desarrollo de la agricultura transgénica y el uso de agroquímicos y herbicidas en la escala que actualmente están incorporados en las prácticas agrícolas.
El comunicado expresa lo siguiente:
Esta es una lucha entre la razón y la estupidez, estupidez que cierra los ojos y oídos a una evidencia que nos envuelve, nos enferma y nos mata progresivamente.
Esta es una lucha entre el dinero más fácil y un futuro cada vez más angustiante, o quizás sería mejor decir es entre la comodidad banal que emboba y el derecho de los que nos sucederán, nuestros hijos y nietos, de vivir en un mundo restaurado, libre de contaminantes.
Hace ya unas cuantas décadas que la sociedad se viene concientizando sobre la cada vez más imperiosa necesidad de cambiar las prácticas agresivas que deterioran la naturaleza, por lo que hoy se enseña en nuestras escuelas, a nuestros herederos, que debemos cuidar, construir y pensar, en la práctica cotidiana de habitar nuestro único y ya bastante deteriorado planeta.
Es en este contexto actual que se inserta la dicotomía: educar o destruir.
Millones y millones y millones de litros de veneno se han echado en nuestros campos, en la gigantesca sábana del área agrícola de nuestro país, año tras año y varias veces por año, con cada vez más cantidad y formulaciones más nocivas desde hace dos décadas.
¿Alguien se atreve a decir que esto no tiene consecuencias?
¿Alguien se atreve a decir que podemos seguir así veinte años más y que no habrá mayores consecuencias?
Más allá de toda evidencia científica, que es vastísima y contundente sobre los múltiples problemas de salud en las personas, el deterioro de la biología, la contaminación del aire y del agua, y lo que aún no sabemos sobre qué nos sucederá por culturalizar el vivir con venenos, (cultivar alimentos rociándolos permanentemente con venenos) decimos, más allá de toda ceguera:
¿Sería necesario tomar algunas medidas precautorias?
¿Sería necesario procurar evitar la contaminación del aire y el agua, al menos en las zonas más pobladas?
¿Sería necesario procurar que lleguen a nuestra mesa alimentos sin venenos?
¿No serían estos objetivos obvios para todas las personas que deseen el bienestar de propios y semejantes?
Nuestro grupo recientemente nominado “COLECTIVO FABIÁN TOMASI” (en honor del vecino de Basabilbaso que desde hace años viene luchando con la evidencia en su propio cuerpo por concientizar a la gente sobre la utilización de venenos) está trabajando en Crespo desde marzo del año pasado, en la difusión de la problemática; organizando eventos, conferencias de especialistas, en la creación de una huerta urbana comunitaria, y elaborando y promoviendo leyes, como la de “Fomento de la Agroecología” presentada al Honorable Consejo Deliberante en mayo del año pasado y la de “Prohibición de Plaguicidas y Fertilizantes de Síntesis Química a una distancia no menor de mil metros por fuera de la Planta Urbana” presentada en abril al Consejo y mal difundida por los medios de comunicación como perteneciente a un partido.
Convocamos a la población a sumarse a nuestro colectivo participando en las reuniones en la Plaza Sarmiento todos los martes a las 20.15, o enviándonos sus inquietudes al mail [email protected].