En diez años el Banco Popular de la Buena Fe otorgó 400 créditos a más de 150 emprendedoras
Crespo- El economista Muhammad Yunus, conocido internacionalmente como el banquero de los pobres, es el creador de una notable experiencia que otorga créditos por montos de dinero muy pequeños para que las personas puedan encarar microemprendimientos. Esas sumas, al ser reembolsadas después por los beneficiarios, permiten la continuidad del sistema, dentro de un esquema equivalente al de cualquier institución bancaria, con la diferencia de que los montos son menores que los ofrecidos por los bancos, los índices de devolución son casi del 100 por ciento y la garantía es el empeño de la palabra. Esto significa que cada integrante es garante de su grupo y a la vez, el grupo es garante de cada emprendedor. Si alguien no paga, el grupo encuentra la forma de pagar.
Esta iniciativa se puso en práctica en nuestra ciudad, hace ya diez años, implementada a través de Fundación Solidaridad. Dio inicio el 24 de abril de 2007, fecha en que se constituyeron los primeros grupos de emprendedoras compuestos cada uno por cinco personas mayores de edad, no familiares entre sí, cada una con un proyecto productivo, de servicio o re venta o idea del mismo.
A lo largo de esta década, el Banco Popular de la Buena Fe, entregó en Crespo alrededor de 400 créditos a más de 150 emprendedoras por un total de $ 1.080.000, y un recupero del 100%. En la actualidad hay seis grupos de emprendedores trabajando, conformados por mujeres que han encontrado en este sistema el respaldo para lograr el bienestar familiar y prosperar con sus iniciativas.
El banquito está liderado en este momento por tres promotoras: Lic. Jacob Evangelina, Lic. Jacob Gabriela y Lic. Frank Liliana, pero además han sido parte del equipo promotor Belén Demartín, Soledad Ulrich, Lic. Laura Demartín, Lic. Melina Weinbinder e Iris Orozco.
La vida de centro, donde se evalúan los proyectos, se generan las carpetas para los préstamos, se organizan capacitaciones, viajes, ferias, se lleva a cabo los días miércoles de 18 a 19 hs en las instalaciones del Centro Comunitario. En ese marco, Paralelo 32 entrevistó a cuatro emprendedoras decididas a contar su experiencia y los logros alcanzados con pequeños montos que les permitieron crecer y consolidar sus proyectos. Ellas sostienen que todo se logra por la mística del banquito, una muletilla que disfrutan resaltar.
De una batidora al servicio gastronómico
Mirna está desde el primer día en que se citó a la reunión informativa. “Recuerdo que era un día lluvioso y vino mucha gente pero cuando empezaron a explicar que la garantía era solidaria, todos preguntaban qué significaba y cuando explicaron que si una no pagaba, pagaba el grupo, la mayoría se fue. No es que se le va a pagar la cuenta al otro, el que no paga es por algún motivo, salvo aquel que no paga y se borra. Acá hubo personas enfermas de cáncer, que han fallecido que se le ha ayudado. Hemos ayudado al a Hogar de Ancianos, al Hospital San Roque”- cuenta sobre el amplio sentido de solidaridad que se comulga en estos grupos.
“Si me remonto al principio del banquito –relata- fue simplemente curiosidad de venir a ver de qué se trataban esos créditos que eran 500 pesos, pero que no cobraban interés, no había que buscar garante. En esa época no era mucho, pero servía”.
- ¿Tenía una idea de lo que quería hacer con el primer préstamo?
- A la idea la redondeé acá, claramente. En ese momento estaba estudiando decoración artesanal de tortas, sabía lo que era una mesa dulce y quería incorporar una actividad privada, pedí para una batidora grande y pude comprar una batidora planetaria. Esa fue mi primera herramienta. Luego incorporé otras cosas y me orienté a la gastronomía; comencé a comprar telas para mantelería, después mesas y dijimos por qué no un servicio de gastronomía. Contamos con mozos, personal de cocina, todos los enseres que se necesitan para una fiesta, y brindamos el servicio donde nos contratan, en Crespo o afuera. Pero además tengo alquiler de manteles y vajilla. Puedo decir que hace cinco o seis que vivo de esto. En forma más reciente anexamos una rotisería para tener otros ingresos y estamos trabajando bien.
El último crédito al que accedió fue de 15 mil pesos y le permitió adquirir 100 sillas. “Tuve que agregar algunos pesos, pero ya tengo 200 sillas compradas con créditos del banquito, mesas, manteles, tablones para 350 personas”. Luego agrega “la cuota de ese dinero está en 350 pesos semanales, no es tanto, pero hay que tenerlo todas las semanas”.
Su emprendimiento está plenamente encaminado, pero Mirna sigue vinculada al banquito. “A mí lo que me trae es el hecho de la superación en lo personal, en lo económico, porque acá no se trata de dar microcréditos, sino de una Vida de Centro en la cual nos convocamos y nos contenemos mutuamente en muchos aspectos, hay encuentros provinciales, nacionales, capacitaciones, siempre motivadas y seguro que algo se nos va a ocurrir como somos las mujeres y la mayoría somos mujeres”.
Entre otros aportes recibió el Ministerio de Desarrollo Social una plancha industrial para el planchado de los manteles.
De freidora y horno pizzero, a rotisería
Alicia, otra emprendedora que llegó al banquito el primer día y aún permanece, recuerda “empezamos con una freidora y un horno pizzero hace 10 años y después fui comprando todo lo que tengo para cocinar, la vaporera, el horno eléctrico, el microondas, todo con créditos del banquito de la buena fe”- relata.
“El último crédito que saqué fue para los materiales para construir el local de atención al público que todavía no está terminado”- dice sobre el progreso de su emprendimiento.
Ella atribuye que el banquito “me cambió totalmente en todo sentido, el ánimo, como ser humano, tuve oportunidad de hacer cursos en Paraná, en Rosario. Trabajo yo y mi esposo, los dos estamos jubilados hace un tiempo pero si uno no cuida, la jubilación no alcanza”.
“Me levanto, veo lo que logré y doy gracias a Dios de haber empezado con una freidora y el horno pizzero nada más. La heladera la logré por el Ministerio de Desarrollo”- acota.
Peluquería y fábrica de pastas
Flavia y Mónica hace tres años y medio que integran el grupo Positivas, se acercaron al Banco Popular de la Buena Fe para concretar sus sueños.
Con el título bajo el brazo y capacitaciones en marcha Flavia quería instalar la peluquería con la que soñó de niña. “Cuando vine a averiguar había un crédito de 700 pesos – cuenta – y pensé ahora qué hago con 700 pesos. Necesitaba comprar el lavacabezas, porque sin eso no podía siquiera hacer un corte, muchas clientas piden el lavado. No me alcanzaba, pero con 700 pesos me lo compré igual y con los primeros cortes junté para pagar el resto “. Así inició su emprendimiento y hoy tiene instalada su peluquería. “Hay muchas veces que uno cree que hizo tope, pero querés equiparte más y seguís. Mirar lo que logré y todo el esfuerzo que puse, me llena el alma”.
Sostiene que el banquito abre muchas puertas. “Tenemos monotributo social, por el Ministerio de Desarrollo Social obtuve un esterilizador, que no todas las peluquerías tienen, un secador y una planchita que ya tenía pero esto era más profesional. Fue una gran ventaja para mí, los elementos de peluquería son caros y cuesta juntar esa plata”.
“Para mí el banquito es todo, empecé con un escritorio y una silla –señala- y con mucho esfuerzo, ahora estoy equipada y cumplí mi sueño de tener una peluquería, es como que cada rincón para mí tiene algo. Tuve tropezones, en el grupo nos pasó que una señora pagó dos cuotas y no vino más. Nos levantamos, hicimos pastelitos y otras cosas para pagar la deuda que nos dejó”.
Mónica venía produciendo pastas a mano y sus codos dolían cada vez más. “Hacía la masa a mano, los ravioles arriba de la mesa con la Pastalinda, un vaivén que los marcaba, todo a mano. Cuando me enteré de esto me acerqué y con todos los créditos compré máquinas”.
Así fue automatizando la producción. Hoy tiene una amadora, raviolera, fideera, sobadora, todo con microcréditos a través del banquito. “Ahora estamos estudiando si es posible comprar la ñoquera. Estamos haciendo carpetas para sacar el octavo crédito”- sueña.
“Progresé con mi emprendimiento gracias a los créditos del banquito, de otra manera no tenía posibilidades –afirma- salvo hipotecando la casa. Acá uno va produciendo y pagando el crédito y pude acceder a muchos más negocios, antes llevaba lo que producía para que me lo vendan, negocio por negocio, ahora me llaman y piden que lleve mis productos. Acercarme al banquito para mí fue un cambio del cien por ciento, y encontré un grupo que apoya y alienta”.
Esta emprendedora recibió del Ministerio de Desarrollo una cocina industrial para su negocio.
Apenas algunos de los tantos testimonios que muestran lo que se logra, con lo que el nombre mismo de la institución indica, la buena fe. Aquí, se privilegia la voluntad de las personas para ayudarse a sí mismas, partiendo de un mínimo apoyo de partida y así, simplemente así, los sueños dan la oportunidad de crecer y transformar vidas, como las de Mirna, Alicia, Flavia y Mónica, y de tantas más con otros nombres, tal vez, pero con los mismos valores, la confianza, el esfuerzo y la palabra empeñada como un símbolo de que se puede.