Casa Vicente Mulone: La esquina del tesón y el compromiso
Victoria.- Cuánto puede crecer y prosperar una idea, depende solamente de quien esté dispuesto a llevarla adelante. Ésta es la historia de una familia que comenzó un pequeño emprendimiento de zapatería en Nogoyá y luego se expandió a otras localidades hasta que en la década del ’50 arribó a estas latitudes y reconvirtió su actividad. Pero necesitó de mucha inventiva para sobrellevar décadas y adaptarse a un país que si algo no aporta son certezas.
Mulone es toda una referencia en Victoria, hasta podría decirse que –por tradicional y conocido- es una especie de mojón geográfico para indicarles a los foráneos cómo se llega al lugar buscado (de lo Mulone, tres cuadras a la derecha y de ahí…). Esa esquina, ese local, configuran un punto donde hace casi 70 años empezó un sueño y con él el florecimiento de una Pyme.
Pero para conocer más de esta apuesta de Don Vicente, le pedimos a su hijo Pedro que nos ilustre, apoyándonos en su privilegiada memoria y la colaboración de su hijo Eduardo para concretar una visita.
Allá vamos
Su esposa nos guía por un pasillo e irrumpimos en un cálido y luminoso ambiente, allí nos espera Vicente Pedro Mulone, arrellanado en su sillón favorito frente a una mesa ratona donde hay otros libros y apuntes de su hobby (la poesía). Tiene 91 años y una vista privilegiada que le permite no solamente hojear un diario nacional o cultivar su afición por los libros, su memoria es tan precisa como sus palabras. No obstante, nuestra interrupción no parece molestarle y antes de que alcancemos a tomar una foto para ilustrar esta charla, nos pide tiempo para acomodar sus finos y blancos cabellos. “Qué querés, viejo”, le pregunta su esposa cuando ve que atina a levantarse del acolchado sillón por segunda vez, “un peine, traéme por favor”.
Hay un hecho que Pedro–como lo conoce la mayoría– no puede borrar de su mente: un incidente fortuito que configura un antes y un después en su vida como comerciante. “Cuando tenía veintitantos sufrí un accidente en un tren, que me obligó a afrontar una convalecencia en Victoria. Mientras tanto, para acortar el tiempo de regreso al trabajo que tenía en la Dirección Nacional de Azúcar (Buenos Aires), empecé a ayudar a mi padre con el negocio familiar”, dice Pedro a Paralelo 32.
Mientras relata esto, ingresa su hijo a la sala y nos pregunta si está todo bien, ya que ese cuidado y atención de Eduardo no es exclusivo de esta situación, en determinado momento, y cuando la economía del ’89 mostraba su peor coletazo, el por entonces profesor de Educación Fïsica, y uno de los mejores jugadores de fútbol y vóley que ha tenido esta ciudad, decidió, al igual que antes lo hizo su padre, dejar de lado otras cosas e ir a poner el pecho en esa esquina. Vaya coincidencia, por no decir compromiso con esa historia, con esa idea.
Consolidándose
Llegar a Victoria y poner una zapatería, trabajar con su hijo y avanzar en un polirubros, fueron cuestiones que hoy parecen fáciles de plantear. Pero hay que inscribir este local en el contexto de época, donde Mulone fue la primera zapatería que calzó a muchos victorienses, él mismo reconoce que “si bien no eran todos, una gran mayoría usaba botas, zapatos, y demás calzado Mulone, o mejor dicho Walter, que era la mejor marca de ese momento”. Durante algún tiempo también ofrecieron como servicio tercerizado el arreglo de calzado, que funcionaba en una piecita al costado del negocio, que luego se vendería.
“Lentamente y con trabajo nos fuimos haciendo de clientes”, cuenta. Además basa ese crecimiento en la honestidad, el otorgamiento de créditos accesibles y la cordial atención.
De padre a hijo
“Éramos muy liberales y nunca cobrábamos intereses sobre lo que no correspondía”, apunta.
Además, sostiene que siempre tuvieron un “lugarcito” en la consideración de la gente a pesar de la aparición de negocios más grandes. Mulone le pasó el mando del negocio a su hijo Eduardo, quien ahora continúa con la misma premisa.
Vicente define la relación con su hijo como “llevadera” y “cordial”, y enfatiza en el hecho de que la mayoría de las veces están de acuerdo. Con la sabiduría de alguien que peina varias canas, recomienda: “Mi consejo para los comerciantes es trabajar con tesón y honestidad”.
La tienda amplió su oferta y las vidrieras comenzaron a mostrar ese cambio valiéndose de la ubicación estratégica. Aparecían ahora artículos para el hogar y juguetería, y la clientela que antes compraba zapatos se acercaba para buscar otras cosas. Un cliente de esos ‘fieles’, de apellido Roa, llegó a comentarle casi congraciándolo: “yo no tengo auto porque Mulone no vende”.
Ya no solamente tenía esa clientela de los empleados de Prefectura, los bancos, y demás personas que se iban afincando conforme se establecían más entidades en la Victoria que pasaba de ser un pueblo a animarse a mirar por la ventana de la ciudad.
Así los anaqueles fueron sumando guitarras, relojes, electrodomésticos, “hasta motos vendimos en un momento”, agrega.
Su amistad con Mittelman
Sin dudas, otro nombre indelegable en la historia del comercio local es Adolfo Mittelman, uno de los mayores impulsores de la idea de unir esta ciudad con Rosario: “A Victoria no la van a cambiar los victorienses, necesitamos la ayuda de nuestros vecinos”, dijo una vez a este Semanario.
Y su honorabilidad era tal que nunca vio en Mulone un competidor a vencer, sino que Pedro reconoce una amistad cómplice del progreso a fuerza de traccionar juntos. No era un momento de grandes negocios, pero Tienda Plaza Moreno, a pocas cuadras de allí, se levantaba como la gran tienda de la ciudad. Sin embargo, eso no impedía largas charlas de ambos propietarios, donde bromeaban: “Yo siempre le decía a Adolfo que él era un empresario y yo un comerciante”.
Otra característica de este local, detrás del cual Pedro edificó su hogar, es que Casa Vicente Mulone fue el sustento de la familia tanto en el comienzo como en la actualidad, “es así, gracias a este negocio hemos podido tener una familia unida, comprometida y en paz”.
–¿Hay algún secreto para llegar a los 91 tan lúcido?
_Diría que… un sillón cómodo (se interrumpe a sí mismo para reírse y reafirmarse en los apoyabrazos, N. d. R), lectura y paz en la casa.
A Vicente le gusta mucho la literatura y sobre todo la poesía. A pesar de que ha escrito varios versos, se niega a firmarlos porque se define a sí mismo como zapatero, no como escritor. Además de su amor por el arte se encuentra su filantropía e interés social.
Su paso por Los Luises
Los Luises supieron encargarse de desarrollar una actividad cultural que promovía obras teatrales y musicales, signo de un tiempo donde los jóvenes buscaban trasladar sus inquietudes enmarcadas en una entidad con ligazón a la Iglesia Católica. Al integrar este grupo, Pedro pudo concatenar el amor por la cultura con la solidaridad. “San Luis es el patrono de los jóvenes, y nosotros en ese momento éramos jóvenes”, explica y suelta una nueva carcajada. Luego, reflexiona en voz alta: “El paso del tiempo no se puede detener…”.
A su actividad comercial y laica, también Mulone le puso una impronta de compromiso cultural desde la Agrupación Cultural Victoria, donde presidió en tres oportunidades su directorio. Además, fue socio fundador del Rotary Club local, y primer presidente de ex alumnos de la escuela de Comercio. “La solidaridad es una cosa natural en el ser humano”, sostiene, negando la famosa frase hobbesiana que afirma lo contrario.
Detrás de él, la ventana que da a su patio es casi un recorte ideal para, ahora sí, tomar la fotografía, Pedro nos ayuda gesticulando y moviendo su gran mano derecha para reafirmar cada concepto; han pasado casi 50 minutos desde que comenzamos a charlar, habló de su historia, de su familia, de sus afectos, pero en realidad también estaba ayudándonos a reconstruir gran parte del recorrido comercial de una ciudad. Aún hoy, y con todas las cuestiones que hacen al marketing y la publicidad de grandes cadenas, este pequeño lugar en la esquina de Maipú e Italia se resiste al paso del tiempo, se reinventa, se vuelve tradición, pero lo más importante quizás no sean sus productos u ofertas, sino el compromiso y tesón de sus ideales.